Saturday, March 24, 2012

La Gran Transformación y las políticas monetaria y cambiaria

Un periodista me preguntó si era verdad que en el plan de gobierno 2011-2016, conocido como La Gran Transformación (LGT), nosotros proponíamos modificar el actual esquema institucional de política monetaria y cambiaria. Le dije que NO, pero que sí proponíamos mejorar su eficiencia. Este esquema –señalé-- es consistente con la estrategia de desarrollo de una economía nacional de mercado, cuyo objetivo es centrar en el territorio nacional el circuito de generación de demanda e ingresos, fortaleciendo la capacidad de compra de los trabajadores, alentando la inversión privada nacional con financiamiento en moneda local, y manteniendo un tipo de cambio real estable y competitivo para impulsar la diversificación de la producción y de las exportaciones.

Política monetaria y cambiaria en LGT

El citado esquema institucional se introdujo en los años 2002-2003 como reacción crítica a la gestión monetaria y cambiara del fujimorato neoliberal responsable de la crisis bancaria de los años 1998-2000.

La existencia de un Banco Central (BC) independiente y autónomo, tanto en la fijación de sus objetivos de política como en la definición de sus instrumentos, es parte de esta reforma. La política monetaria de este Banco, cuyo objetivo es una baja inflación, se basa en metas explícitas de inflación y en la aplicación de una regla a la Taylor donde el instrumento operativo es la tasa de interés de referencia en moneda nacional. La regla incorpora los efectos del desvío de la inflación respecto de su valor meta, la brecha entre el producto observado y el producto potencial, y la variación de las expectativas de los agentes.  LGT propone además mejorar la eficiencia de esta política monetaria mediante el desarrollo del mercado de capitales en moneda nacional.

Por otro lado, el objetivo baja inflación de la política monetaria es acompañado, en ese esquema, por el objetivo de morigerar las fluctuaciones del tipo de cambio mediante intervenciones esterilizadas del BC en el mercado cambiario. Las intervenciones son esterilizadas porque se eliminan sus efectos monetarios, para de esta manera independizar el objetivo cambiario del objetivo baja inflación. LGT propone como objetivo explícito mantener un tipo de cambio real estable y competitivo con el mismo instrumento de las intervenciones.

Acumulación de reservas internacionales en LGT

Las intervenciones esterilizadas tienen una especie de by product: permiten al BC acumular reservas internacionales. Una economía abierta y parcialmente dolarizada como la nuestra –se dice en LGT-- se protege de los efectos de la salida de capitales y de los ataques especulativos contra la moneda nacional con las reservas internacionales que acumula el BC.

La acumulación de reservas aparece como política explícita solo después de la crisis bancaria de 1998-2000. El BC no tenía reservas suficientes para anular el efecto de la fuga de capitales en el tipo de cambio. El aumento abrupto del tipo de cambio que siguió a esta fuga, quebró a los bancos que prestaron dólares a empresas y personas con ingresos en soles.

Paradojas y Sorpresas

Desde el gobierno de Alan García la derecha ha impedido que alguno vinculado directa o indirectamente a la reforma institucional efectuada en los años 2002-2003 llegue al directorio del BC. El directorio reformador de esos años fue «acusado» de Humalista por haber desbaratado, a inicios del proceso electoral de 2006, el ataque especulativo contra nuestra moneda.

Hoy casi todos los bancos centrales operan con metas explícitas de inflación y una regla monetaria a la Taylor. Pero recién, desde el FMI, institución que propició la aplicación de las políticas neoliberales, se acepta la posibilidad de que los bancos centrales tengan dos objetivos (baja inflación y tipo de cambio estable) y dos instrumentos (tasa de interés de referencia e intervención esterilizada). Esta fue la propuesta de LGT. (Véase J. D. Ostry, A. R. Ghosh, and M. Chamon: Two Targets, Two Instruments: Monetary and Exchange Rate Policies in Emerging Market Economies, FMI, febrero 2012).

Nuestros críticos decían que el objetivo de un tipo de cambio real estable y competitivo no se podía lograr porque el tipo de cambio real «depende esencialmente de lo que pasa afuera». No entendían que las intervenciones esterilizadas del BC, son similares a las  entradas de capitales (cuando vende dólares al mercado) o a las salidas de capitales (cuando compra dólares del mercado).

A modo de conclusión: comportamiento del tipo de cambio real

El objetivo de estabilidad cambiaria ha sido olvidado desde el gobierno de García. De julio de 2001 a julio de 2006 el tipo de cambio real bilateral se redujo en 3.2%, pero entre julio de 2006 y julio de 2011 se contrajo en 19.5% (véase Gráfico 1). Esto quiere decir que el tipo de cambio real bilateral promedio fue más alto en el gobierno de Toledo que en el de García.  Por su parte, el tipo de cambio real multilateral aumentó en 4.3%  en el gobierno de Toledo y disminuyó en 6.3% en el de García. Los gráficos muestran que la tendencia a la caída del tipo de cambio real (bilateral y multilateral) es notable desde inicios del gobierno García hasta la actualidad.

Propiciar la caída del tipo de cambio real, con intervenciones tímidas, es conspirar contra el crecimiento y la diversificación de la producción y de las exportaciones.

                                   Grafico 1
                                  
      Fuente: BCRP

                                   Grafico 2
        Fuente: BCRP




Publicado en el diario La Primera el sábado 24 de marzo 

Saturday, March 17, 2012

La terciarización económica y el Otro Perú

Había terminado de leer «La Realidad Económica del Perú» de Rómulo A. Ferrero, publicado en marzo de 1943 en «El Trimestre Económico», cuando llegó a mis manos el reciente libro de José Matos Mar «Perú: Estado Desbordado y Sociedad Nacional Emergente». El artículo de Ferrero me sugirió escribir sobre el pasaje de una economía agrícola de baja productividad, existente en los años previos a la segunda guerra mundial, a la actual economía terciarizada (o dominada por el comercio y otros servicios), también de baja productividad.

Leyendo el libro de Matos encontré una relación entre la terciarización económica y lo que el llama el Otro Perú --constituido por la población serrana y amazónica, pobre y discriminada por el Perú Oficial que es básicamente costeño. El Otro Perú migra a las principales ciudades costeñas «para abatir su precariedad y pobreza». Pero, según Matos, este proceso de casi siete décadas estaría conduciendo, ahora mismo, a cerrar «la brecha histórica  entre los dos Perú».

¿Será posible esta «hazaña modernizadora del Otro Perú» sin cambiar el actual estilo de crecimiento de la economía?

De la economía agrícola a la economía terciarizada

La economía de fines de los años 30, dice Ferrero, era esencialmente agrícola (incorpora ganadería, silvicultura, caza y pesca). Este sector contribuía con el 36.4% del producto y empleaba al 62.5% de la PEA ocupada. Le seguían en importancia la industria y el sector terciario (comercio y otros servicios): generaban el 11% y 33.3% del producto, y empleaban al  15.4% y al 18.5% de la PEA ocupada, respectivamente. La minería explicaba el 19.3% del producto, pero empleaba solo al 1.8% de la PEA ocupada. Esta economía era poco moderna porque gran parte de la ocupación y de la producción provenía de lo que Matos llama el Otro Perú, «agrario y rural, pobre y precario». El producto per cápita de 1940 representaba, según Ferrero, el 8.7% del correspondiente a Estados Unidos.

En la actualidad, después de siete décadas, tenemos, según las cifras del nuevo año base 2007, una economía dominada por el sector terciario (comercio y otros servicios) que genera el 55.6% del producto y da empleo al 56.8% de la PEA ocupada. Le siguen en importancia la industria (incluye procesadoras de recursos primarios) y la agricultura (incluye ganadería, silvicultura, caza y pesca): generan el 16.5% (3.0% le corresponde a las procesadoras de recursos primarios) y el 6.7% del producto, y emplean al 10.9% y al 25.6% de la PEA ocupada, respectivamente. La minería explica el 14.4% del producto, pero emplea solo el 1.2% de la PEA ocupada. En resumen, el 62.3% de la producción y el 82.4% del empleo corresponden al sector terciario y a la agricultura. Así, en 70 años hemos pasado, sin industrializarnos, a una economía básicamente terciarizada, poco moderna y de baja productividad.

El estilo de crecimiento y el Otro Perú

El gran «receptor» del Otro Perú ha sido, entonces, el sector terciario (comercio y otros servicios), junto a una agricultura, venida a menos desde hace tiempo, pero que aun emplea a la cuarta parte de la PEA ocupada. Pero hay que señalar que esta estructura se configura fundamentalmente durante las últimas dos décadas de neoliberalismo.

Parece que corrimos mucho para permanecer en el mismo sitio, y siempre descuidando la sierra y la selva. Al atraso de la población agrícola, desde los años 30,  se sumó la precariedad y pobreza de gran parte de la población del sector terciario. En 1940 el 25% de los habitantes vivía en la costa; hoy es un poco más del 52%. No cambió la «considerable superioridad de la costa sobre la sierra y la selva» que destacaba Ferrero. Tampoco cambió mucho nuestra posición relativa en el mundo: el producto per cápita del 2010 representa sólo el 11.2% del correspondiente a Estados Unidos.

Así, las condiciones precarias del Otro Perú se reproducen con el actual estilo de crecimiento que privilegia la minería y la inversión extranjera, descuida a la industria y a la agricultura, y no crea empleos ni ingresos decentes. El Otro Perú creó un mercado para la economía del Perú Oficial, pero es un mercado interno anémico incapaz de impulsar por si mismo la diversificación productiva. Las empresas de «1 a 10 trabajadores» --que emplean al 73.5% de la PEA ocupada y donde la parte urbana de esta PEA tiene un ingreso promedio de 797.4 soles mensuales-- se ubican principalmente en la agricultura y el sector terciario.

A modo de conclusión

Industrializarse, decía Ferrero, «es una necesidad vital». Es mejor ruta que la primario-exportadora para elevar el nivel de vida de la población. Empero, advertía, que «no cabe un desarrollo industrial apreciable» si no se desarrollan mercados. En Perú, afirmaba, el «mercado interno es limitado no por el volumen de la población, sino por el bajo poder adquisitivo de la mayor parte de ella». Matos, por su parte, dice que el Otro Perú, --que desde hace 70 años se esfuerza en integrar social y culturalmente al país-- es el camino alternativo a la modernidad; pero este Otro Perú «demanda trabajo formal, educación de calidad, servicios de salud, agua potable y alcantarillado y, sobre todo, un Buen Gobierno dispuesto a realizar los cambios estructurales requeridos y necesarios».

En mi opinión, por lo tanto, este Buen Gobierno, para culminar la construcción de la Nación, debe empezar a cambiar el actual estilo de crecimiento neoliberal mediante el desarrollo de mercados internos para impulsar la diversificación productiva.



Publicado por el diario La Primera el sábado 17 de marzo. 

Saturday, March 10, 2012

Desigualdad y descapitalización: la ilusión del crecimiento económico

Con la tasa de 6.9% registrada en el año 2011, hemos concluido una década de sostenida generación de riqueza material pero que la amplia mayoría de peruanos  no la disfruta. Desde el año 2002 hemos crecido a la tasa de 6.4% promedio anual. Entre 1996 y 2001 crecimos sólo a la tasa de 2% promedio anual. Entre 1987 y 1992 nos empobrecimos absurdamente: el PBI se redujo en 24.3%.  Recién en el año 1996 recuperamos el PBI que generábamos en 1987, empero la población ya había aumentado en 3 millones 931 mil personas y sólo recién en el año 2005 nos acercamos al producto per cápita de 1987.  Tuvieron que pasar 18 años para recuperar lo perdido.

Cambio en la estructura de la Economía

Al inicio de esta década de crecimiento se cambió el esquema institucional de política monetaria y fiscal que se practicó durante el «fujimorato», pero en materia de estilo de crecimiento se continuó descuidando a la industria y a la agricultura.
Desde los años noventa cambia la estructura de las exportaciones y de la producción. El 77% del total de las exportaciones son de productos tradicionales, pero al interior de estos productos los mineros ganan participación; no llegaban al 50% del total de las exportaciones, pero después de 2002 –coincidiendo con el aumento espectacular de sus precios en el mercado internacional-- su participación aumentó hasta un promedio de 60%.
También cambia la estructura de la producción. La participación del sector primario (agropecuario, pesca, minería e hidrocarburos) en la generación del producto, aumenta después del año 2000 de 13% hasta cerca del 15%, muy por encima del registrado en el período 1950-1997. Este cambio se debió al incremento notable del peso de la minería en el total de la producción primaria: pasó de 25% a 33.8%. Si embargo, hubo otro cambio importante: la manufactura no-primaria, que pertenece al sector secundario, perdió peso en el total de la producción. Redujo su participación a 12% después de haber llegado a representar cerca del 15% de la producción total.
Todos estos cambios fueron acompañados por un sector terciario (Comercio y Otros servicios) dominante que «genera» el 63% del PBI. Podemos concluir, entonces, que nuestra economía de las dos últimas décadas es más primaria y terciarizada, y menos manufacturera.

La desigualdad y la precarización del empleo

El cambio estructural tuvo consecuencias importantes en el empleo y la generación de ingresos. Cerca del 76.5% del PBI es producido por los sectores primario y terciario. Si le agregamos la construcción y la actividad «procesadora de recursos primarios», el porcentaje sube a 85.2%.  La Manufactura no primaria, perteneciente al sector secundario, genera solo el 12% del PBI; esta pérdida de importancia de la manufactura debilitó su capacidad de generación y multiplicación de empleos e ingresos. La elasticidad empleo-producto de este sector disminuyó de 0.8 a menos de 0.5.
Precisamente en los sectores primario y terciario se encuentran el 34.2% y el 51.2% de la PEA ocupada, respectivamente; es decir, el 85.4% del empleo total. El 33.2% se encuentra en la Agricultura, Ganadería y Pesca, y sólo el 1.1% en Minería.  De otro lado, el 35.6% de la PEA ocupada es «pobre y pobre extremo», y el 87.5% de este grupo de peruanos se encuentra en los sectores primario (básicamente agricultura, ganadería y pesca) y terciario (comercio y otros servicios).
Finalmente, en los sectores primario (básicamente, la agricultura) y terciario se encuentra gran parte de los ocupados en «empresas de 2 a 9 trabajadores», los independientes y los  «trabajadores familiares no remunerados». Este grupo representa el 76.1% de la PEA ocupada. Además, son «pobres y pobres extremos» el 31% de los que se encuentran en «empresas de 2 a 9 trabajadores», el 40.4% de los Independientes, y el 58.6% de los «trabajadores familiares no remunerados».
No hay duda entonces que el actual estilo de crecimiento es funcional a la exclusión social y a la desigualdad. El grueso de la PEA en situación de pobreza y con bajos ingresos (un promedio de 650 soles mensuales en «empresas de 2 a 9 trabajadores»), se encuentra en la agricultura –relegada por todos los gobiernos—y en el sector terciario (comercio y otros servicios).

Conclusión: Los riesgos de la descapitalización

Nuestra manera de crecer está, además, acompañada de un proceso de descapitalización. Entre 2003 y 2011 las empresas extranjeras repatriaron utilidades por 59 mil millones de dólares e ingresaron como inversión extranjera directa 42 mil millones de dólares (que incluyen reinversiones por 33 mil millones, según información del BCRP). En ese mismo período el superávit acumulado de la balanza comercial fue de 51.2 mil millones de dólares, cifra inferior a las utilidades repatriadas.  El stock de inversión extranjera representa apenas el 35.6% de las utilidades repatriadas. Estamos seguros que el gravamen minero no morigerará este proceso de descapitalización. Los recursos naturales no renovables constituyen un activo, cuya disminución o desaparición, si no se compensa con inversiones en otros activos, perjudica el bienestar de las generaciones futuras.
En conclusión, la gran tarea de este gobierno no es solo apuntalar los programas sociales, sino iniciar el desarrollo sostenido de la industria y de la agricultura para integrar definitivamente la economía moderna con la geografía y la demografía del país.



Publicado en el diario La Primera el 10 de marzo

Saturday, March 03, 2012

El Estado y la Política según La Gran Transformación

La concepción del Estado y de la política de La Gran Transformación (LGT) se aleja de la dicotomía Estado-Mercado, y hace énfasis en la construcción de una comunidad política territorializada e integrada y de una democracia republicana que le devuelve a la política su carácter de elemento de conexión social.

El neoliberalismo y la perversión de la política

El retorno a la democracia representativa desde los años 80s coincide con la aplicación de las políticas neoliberales y el rechazo a la intervención del Estado, salvo el período 1985-1990 en el que se aplican políticas de signo distinto pero irresponsables. En todos los gobiernos del período 1980-2011, la democracia representativa pierde legitimidad debido a la práctica arbitraria del poder y a la corrupción.  Los historiadores dirán que casi todos los gobiernos, desde la independencia, «hicieron de la impostura el principio vertebrador del poder» porque traicionaron con frecuencia los intereses de los de abajo.

La pérdida de legitimidad y su degeneración en corrupción fue más elocuente durante el fujimorato y el segundo gobierno aprista. La política dejó de ser instrumento de justicia social, se violaron los derechos humanos, se practicó la corrupción, y se gobernó con los grupos de poder económico, en contra de los que los eligieron o, peor aun, se utilizó la asistencia y caridad envileciendo a las grandes mayorías en lugar de generar empleo con ingresos dignos.

La propuesta de La Gran Transformación

Frente a la impostura y la «confiscación del poder por una clase política que opera siguiendo una lógica ajena a la democracia», en LGT se plantea «combatir la corrupción como método de gobierno y transformar el modo de hacer política restituyéndole el carácter de instrumento de la justicia». Es el primer paso para cerrar el hiato entre teoría y praxis de la democracia, y para iniciar la cura moral de nuestra sociedad.

Y, para devolverle a la política su carácter de elemento de conexión social en LGT se propone «Practicar una forma republicana de gobierno, con mecanismos explícitos de evaluación y control constitucional de los gobernantes». No es suficiente garantizar la separación de poderes. Para asegurar la vigencia plena de la democracia republicana es indispensable «impedir la captura del poder político por los poderes fácticos y por los grandes grupos económicos, tanto nacionales como extranjeros, que nadie elige, nadie controla y nadie fiscaliza».

Pero, todo esto es apenas el primer paso para que la democracia sea lo que dice ser, para que el ideal de igualdad política sea algo más que simbólico, y para  iniciar la construcción de las bases materiales de la libertad y de la justicia.

El papel del Estado y el desarrollo del mercado

Las políticas públicas de los últimos gobiernos reprodujeron la desconexión de la economía con la geografía y demografía del país; acrecentaron la brecha entre la población urbana y la población rural, entre la economía moderna y la agricultura de la sierra y de la selva; y, como no se orientaron a desarrollar el agro y la industria, mantuvieron el modelo primario exportador y terciarizaron la economía con empleos de baja calidad y productividad.

Para superar estos problemas y culminar la construcción de la Nación, según LGT, se tiene que «forjar un nuevo modelo de desarrollo sobre la base de la construcción de una economía nacional de mercado abierta al mundo, que articule la costa, la sierra y la amazonía del país desarrollando mercados locales y regionales internos».  En la ejecución de esta tarea no se puede prescindir del Estado, pues es el instrumento de acción colectiva más importante.

En nuestra sociedad el papel del Estado debe ser asegurar el desarrollo armonioso del mercado con ejercicio efectivo de la democracia. El Estado tiene la particularidad de proveer bienes públicos puros (desarrollo e integración social, derechos sociales y políticos, superación de la exclusión social, reducción de la pobreza, profundización de la democracia, etcétera) porque tiene la capacidad política para administrar los incentivos selectivos o el poder legítimo de coerción. En este sentido, el Estado, y no el mercado auto-regulado, es el instrumento de acción colectiva para promover el desarrollo de una economía nacional de mercado abierta al mundo, como sustrato económico de la Nación.

Para proporcionar esos bienes públicos el Estado actual debe ser democratizado. Ello implica, de acuerdo con LGT, transformarlo «para hacerlo descentralizado y participativo; promotor del desarrollo social y de los derechos sociales universales; regulador de la economía de mercado; promotor de la institucionalidad democrática y de una gestión gubernamental descentralizada en base a regiones transversales, y defensor de la soberanía nacional». Pero, también, como se dice explícitamente en LGT, el Estado debe asegurar que «nuestros recursos naturales como el agua y la tierra, los bosques y la biodiversidad, el gas y los minerales» contribuyan al desarrollo de la Nación.

A modo de conclusión

De acuerdo con LGT, el Estado-Nación no pueden desarrollarse sobre la base de la fuerza y en contra de la libertad de los hombres y de los pueblos, y la libertad no existe, es decir, los hombres no son libres, si no tienen condiciones materiales de existencia, como es el caso de los pueblos de la sierra y de la selva de nuestro país, excluidos, discriminados y maltratados por siglos.



Publicado en el diario La Primera el sábado 3 de marzo.