Wednesday, August 31, 2016

Bruno Giuffra: Neoliberal extremista

Hay economistas y analistas neoliberales que no ayudan al desarrollo de las ideas ni contribuyen al progreso del país. Son lo que defendían el modelo primario exportador durante la década de alto crecimiento (¡decían que este era el resultado exitoso de las políticas neoliberales!), cuando nosotros insistíamos en que ese era el momento de iniciar la transformación productiva para enfrentar mejor el previsible shock externo de caída de los términos del intercambio y estancamiento de la economía internacional. Defendían la gestión de Julio Velarde  y de los ministros de economía de los dos últimos gobiernos, cuando nosotros planteábamos «repensar la política económica para el Perú del siglo XXI» (véase capítulo V de nuestro libro Otra Ruta de Desarrollo para el Perú, 2016). Recién hoy nos dicen que existe el riesgo de estancamiento económico por el bajo crecimiento de los países desarrollados. Recién se dan cuenta que el gobierno de Humala redujo la presión tributaria en lugar de aumentarla (está en 14.5%) y se lamentan del actual déficit fiscal de 3.3% del PBI que ahora lo consideran riesgoso.

Neoliberal de «hueso colorado»

Entre este tipo de economistas y analistas se encuentra el periodista económico y magister en administración de negocios Bruno Giuffra, nuevo ministro de la producción. Para este señor la crisis de 2008-2009 y sus secuelas no es la demostración de lo que hacen los empresarios en los mercados desregulados. Para este ministro, que se ubica a la derecha de Piero Ghezzi, el actual estancamiento internacional no ha puesto en cuestión al estilo de crecimiento primario exportador seguido por nuestro país en los últimos veinticinco años.

No se entiende como el señor Giuffra llegó a ser ministro de la producción de este gobierno. Hay una clara contradicción entre lo que este ministro afirma y algunas de las propuestas de política del presidente PPK y de su ministro de economía Alfredo Thorne. PPK habla de una revolución social que presupone una mayor acción y presencia del Estado a lo largo y ancho del país. Por su parte, el ministro Thorne habla de «dinamizar a las pymes a través de créditos que serán otorgados por el Banco de la Nación y Agrobanco, con el apalancamiento de COFIDE». Esto es algo que los neoliberales no le permitieron hacer al gobierno de Toledo. Por último, Fernando Zavala, presidente del consejo de ministros, afirma que, «en un contexto externo que nos ha restado dinamismo, es una tarea urgente generar motores internos para el crecimiento de corto, mediano y largo plazo».

Para el ministro Giuffra, sin embargo, no hay nada que hacer por el lado de la oferta ni por el lado de la demanda. Ha dicho, suelto de huesos, que «la diversificación productiva la hacen los empresarios», que «la empresa privada es la que escoge y ve sus oportunidades para embarcarse en nuevas líneas de producción […]. No soy amigo del dirigismo, ni mucho menos. (El Estado se debe) limitar a un rol normativo y dejar que las cosas sucedan lo mejor posible». La diversificación productiva no es, entonces, una tarea que involucra al Estado, sino algo que debe darse «naturalmente desde el sector empresarial».

Giuffra ha rechazado claramente el Plan Nacional de Diversificación Productiva, ejecutado por su antecesor, con lo cual también ha repudiado el argumento, repetido por Piero Ghezzi, de que el Estado debe intervenir allí donde hay fallas de mercado. Giuffra, entonces, es un neoliberal de «hueso colorado». No importa su posterior comportamiento camaleónico frente a sus críticos. Ya sabemos como piensa, aunque después dijo, sin ruborizarse, «es clarísimo como prioridad para mi gestión hacer todos los esfuerzos que encaminen hacia una diversificación productiva sana y saludable. En ese sentido, la diversificación productiva va».

La ideología del fundamentalismo de mercado

Giuffra, como todos los neoliberales criollos, separa la economía del contexto institucional. Por eso dice que el rol del Estado solo debe ser «el de agilizar, el de destrabar», el de eliminar las restricciones a la libre operación de las empresas privadas. No conoce la historia de la creación y desarrollo de los mercados; no sabe, por ejemplo, que las economías de mercado exitosas han tenido o tienen Estados grandes y fuertes (Mariana Mazzucato, 2013; John Kay, 2003). El ministro no sabe que el carácter y la manera como operan los mercados en un país responden a sus especificas instituciones sociales, políticas y económicas. Es la naturaleza del contexto institucional el que explica, por ejemplo, por qué no hay mercados dinámicos en Pampa Cangallo (Ayacucho) o en el distrito de Mangas (Ancash), para mencionar solo dos lugares del interior del país que integran lo que Matos Mar denominó el Otro Perú marginado y discriminado.

¿Por qué, en veinticinco años de neoliberalismo, las empresas privadas (que están en el pensamiento de Giuffra) no decidieron libremente embarcarse a crear mercados y  líneas de producción en esta parte del país, es decir, a diversificar el aparato productivo? ¿Sabrá el Giuffra que las restricciones que enfrenta la inversión privada en países subdesarrollados no son las mismas que enfrenta esta inversión en los países desarrollados? ¿Sabrá que la inversión privada nacional no tiene las mismas restricciones que la inversión extranjera? ¿Sabrá por qué las inversiones privadas nacionales no se orientan a desarrollar agroindustria e industria en el interior del país? Cuando uno no sabe nada de esto, cree que los que proponen la diversificación y, más precisamente, la industrialización del país, apelan a una «varita mágica». Parafraseando una expresión inglesa: «sloppy thinking leads to sloppy language».

Los neoliberales de «hueso colorado» creen que la avaricia individual es la más importante motivación en la economía de mercado, pero, como dice John Kay  en su libro The Truth About Markets: Their Genius, Their Limits, Their Follies (2003), hay otras motivaciones éticamente más atractivas. Estos mismos neoliberales creen que bajando los impuestos se estimula la inversión privada. Pero, no reconocen que esto es válido solo para inversionistas rentistas y no para los empresarios innovadores y creadores de riqueza. Ellos no hacen esta distinción. Dicen que nuestras instituciones políticas y económicas son débiles, pero en realidad son rentistas o extractivistas porque están dominadas por aquellos que no crean riqueza sino que  usufructúan la riqueza natural o creada por otros.
 
 
Publicado en el Diario UNO, el sábado 27 de agosto.

Wednesday, August 10, 2016

Lectura política y económica del discurso inaugural de PPK (II final)


Los compromisos de gastos y la reducción del IGV en un punto porcentual anunciados por el presidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK) —sumados al mantenimiento de las reformas tributarias regresivas del ex ministro Segura y a la notable reducción de la tributación minera, aumentarían el déficit fiscal hasta muy por encima del 3% del PBI. No habría, entonces, manera de cumplir con el objetivo anunciado por el ministro Alfredo Thorne de reducir el déficit que se registraría este año, a 2.5% en el año 2017, a menos, claro está, que se renuncie a esos compromisos y/o se recorte gastos. Pero, este no sería el único objetivo que incumpliría el gobierno.
 
Tampoco aumentaría la formalización con la reducción del IGV ni se incrementaría, por lo tanto, la recaudación tributaria. La causa de la informalidad (véase nuestros artículos del 13/09/2014 y del 08/11/2014), no está por el lado tributario ni por el de las supuestas rigideces del mercado laboral. La causa está en el estilo de crecimiento y acumulación de capital primario exportador, dependiente de factores externos, que desaceleró el ritmo de expansión del stock de capital per cápita. Éste creció 43.5% durante el período 1960-1980, pero en período neoliberal 1990-2013 aumentó solo 26.9%. No se expandió la capacidad productiva industrial y agroindustrial, ni se modernizó la agricultura donde se encuentra cerca del 50% del empleo informal, por eso aumentó la participación de los sectores terciarios (comercio y servicios) en la generación de empleo de baja productividad. Esta participación pasó de 36.3% en el período 1960-1980, a 53.9% en el período 1990-2010.
 
Las medidas tributarias de Thorne y el crecimiento
 
No habría, tampoco, un incremento de la presión tributaria, incremento que podría aliviar el creciente déficit fiscal que se generaría con la expansión del gasto anunciada por PPK. La rebaja del IGV (de 18 a 17), la reducción del impuesto a la renta efectuada por el ex ministro Segura (y  que el ministro Thorne dice que evaluará si se mantiene o no) y la notable caída de la tributación minera, darán lugar a reducciones significativas de los recursos del Estado. La recaudación disminuirá, en lugar de aumentar. El ministro Thorne y PPK están ofreciendo una política fiscal con expansión del gasto y reducción de ingresos tributarios. Esta es una apuesta muy riesgosa. La reducción de impuestos, según la evidencia empírica, tiene un casi nulo efecto positivo en el crecimiento del producto. 
 
Las otras medidas tributarias, en su mayoría sensatas y pertinentes, —factura electrónica; modificación de regímenes tributarios de las micro y pequeñas empresas; amnistía para el retorno de capitales peruanos al país; amnistía de moras para la deuda judicializada; revisión de la ley anti-elusión; reemplazo del RUC por el DNI para convertirse en contribuyente; deducciones mayores para el pago del impuesto a la renta; conversión del gasto realizado mediante un POS, en factura; y, la limitación del uso de efectivo para la compra de automóviles e inmuebles— tendrán efectos diferenciados y no de corto plazo en la recaudación. Tómese en cuenta, además, que estas reformas se realizarían en un periodo de estancamiento de la economía internacional y de desaceleración de la economía nacional, que han acrecentado la incertidumbre para las decisiones de gasto del sector privado. Por eso decimos que en el año 2017 será imposible reducir el déficit a 2.5% del PBI, si los gastos anunciados se realizan.
 
El financiamiento de los compromisos de PPK.
 
El ministro Thorne ha dicho que en el año 2017 el ratio de deuda a PBI podría situarse alrededor de 28%; que no pasaría el techo de 30%; y, que este ratio empezaría a bajar a partir de 2018. El ministro está pensando que los déficits de este año (algo más de 3%) y del próximo (2.5%), y que sumados se acercan a 6% del PBI, son los que elevarán el ratio de deuda a PBI hasta cerca de 28%. (El año 2015 terminó con un ratio de deuda a PBI de 23.06%). Sin embargo, por las razones explicadas antes, el déficit fiscal puede elevarse hasta superar el 5% del PBI, con lo cual el ratio de deuda pública pasaría el techo de 30%.
 
¿Con que tipo de deuda se financiará el déficit? Lo más probable es que se financie básicamente con endeudamiento externo. La deuda pública externa representa cerca del 60% de la deuda pública total y es equivalente a aproximadamente el 15% del PBI. La suma de esta deuda con la deuda externa privada, representa el 33% del PBI. Si como acabamos de señalar, el déficit fiscal se aproxima al 5% del PBI, este porcentaje se elevaría hasta situarse alrededor del 40% del PBI. Ciertamente, un ratio de deuda externa, pública y privada, de 40% del PBI, expuesta al riesgo cambiario, conspiraría absolutamente contra la sostenibilidad de las cuentas fiscales. En consecuencia, optar por el endeudamiento externo es alimentar la fragilidad financiera pública y privada.  
 
Fuentes y efectos de la reactivación económica
 
El ministro Thorne sabe que el impacto en el crecimiento de las inversiones en minería efectuadas en el pasado, se acabará en el año 2017. Este impacto equivale a un poco más del 50% de la actual tasa de crecimiento del PBI de 4.0% anual. Para compensar dicho agotamiento y asegurar un crecimiento de 5% como desea el ministro, se requieren otros motores distintos a la minería. El ministro cree que esto será posible con el impulso al crecimiento del consumo y de la inversión que provendría de las reformas y de algunos importantes proyectos de inversión que serían destrabados en los primeros 100 días de gobierno (como la carretera de Ica y la Línea 2 del Metro).  No hay una propuesta integral de diversificación productiva.
 
El aumento del gasto anunciado por el gobierno hará crecer, sin duda, la demanda interna. Pero no todo este crecimiento impulsará la expansión de la producción interna, pues parte importante del mismo se desviará hacia las importaciones. La producción industrial y agrícola ha perdido participación en el mercado interno con la notable penetración de las importaciones. Por lo tanto, la reactivación de la economía mediante el crecimiento de la demanda interna, sin cambios en el patrón de acumulación de capital y con exportaciones en continua desaceleración, incrementará el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos que en la actualidad es de 5% del PBI.
 
En resumen, la estrategia de crecer con aumento de la deuda externa y crecientes desequilibrios macroeconómicos, es muy riesgosa. Puede socavar el objetivo de Modernización Democrática propuesta por PPK. Pero hay tiempo para cambiar de ruta. 
 
 
 
 
Publicado en el Diario UNO, el sábado 6 de agosto.

Thursday, August 04, 2016

Lectura política y económica del discurso inaugural de PPK (I)


En el discurso inaugural de su gobierno para el período 2016-2021, el presidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK) anunció que realizará una revolución social para modernizar el país. Con este fin, asumió seis importantes compromisos con la población, señalando que al final de su mandato: 1) todos los peruanos tendrán acceso a agua potable de calidad y a desagüe las 24 horas del día; 2) todos los niños peruanos tendrán acceso gratuito a educación inicial, primaria y secundaria de calidad; 3) el país entero tendrá un Sistema Nacional de Salud, moderno y con acceso universal; 4) el 60% de los puestos de trabajo serán formales; 5) habrá infraestructura para el desarrollo del país (trenes, carreteras, gasoductos, aeropuertos, etc.) y, en especial, la región de Iquitos será conectada por tierra con todo el país; y, 6) la corrupción será erradicada mediante una reforma profunda del sistema judicial.
 
Su concepción de la modernidad
 
Hemos escrito varias veces que el neoliberalismo en lugar de integrar al  país, mantuvo su separación en dos Perú, con uno, el Perú No Oficial, discriminado y sin acceso a la modernidad. Además, el neoliberalismo, con su ideología del individualismo y de la eliminación de las interferencias del Estado y de las regulaciones económicas, promovió un estilo de crecimiento primario exportador que reinstauró en los últimos veinticinco la modernización neocolonial decimonónica. Pero también fomentó el emprendedurismo criollo que se abrió paso sin consideración de la situación de los otros, rechazando el bien común y practicando la elusión tributaria y la informalidad. 
 
Los viajes que hizo PPK durante la campaña electoral sin duda le permitieron conocer de cerca la situación de nuestros compatriotas del Perú marginado. Quizás por eso el ahora presidente PPK ha dicho que desea terminar con esta situación y que anhela “que en cinco años el Perú sea un país moderno, es decir, “un país sin discriminación. Seamos conscientes que somos un país milenario y además cuna de civilización. Con 200 años de República y miles de años de historia. Y una parte de esta historia, nuestra raíz civilizatoria y cultural, ha sido despreciada y marginada. Esto debe cambiar --dijo. Está cambiando, pero debe cambiar más rápido y más profundamente”.
 
De otro lado, la modernización para ser distinta a la neoliberal, no puede olvidar el agro y en general al sector rural del país donde —como mencionó el presidente— “está la mayor cantidad de pobres del Perú […] El agro aporta las dos terceras partes de los alimentos que consumimos los peruanos y da empleo a un tercio de la fuerza laboral. Apoyar a los hombres y mujeres del campo significa llevar la verdadera justicia social a los más pobres del país. Desafortunadamente el presidente no dijo cómo modernizar el agro, como iniciar la industrialización a partir del agro, que es la única manera sostenible de generar desarrollo y diversificación productiva, y oportunidades de empleo e ingresos para los pobres del campo.
 
Esta es una concepción de modernidad que no se condice con el extractivismo ramplón y menos con la ausencia del Estado que nos impuso el neoliberalismo. Si la modernización significa eliminar las desigualdades elevando el ingreso de los más pobres, esto —como ha dicho el presidente— tiene que lograrse “emparejando el acceso a servicios esenciales que hoy son escasos o inexistentes y, por tanto, extremadamente costosos para los más pobres”.  Su concepción de modernidad es económica y social, que no contrapone el Estado con el mercado. No es, a mi juicio, la modernidad de la supremacía del mercado libre; es la modernidad que precisa de un Estado que priorice el bien común, que promueva la virtud cívica (la asignatura de educación cívica será obligatoria), y que busque la complementariedad entre la inversión pública y la inversión privada.
 
No hay ni tiene que haber contradicción entre la búsqueda de este tipo de modernidad y el fortalecimiento de la democracia. Por eso es importante que el presidente haya señalado que respetará la voluntad de los pueblos, que practicará el diálogo y la consulta, y que eliminará la corrupción enquistada como forma de gobernar en nuestro país. No obstante todo lo anterior, hay que señalar que no hubo menciones a la indispensable reforma política y electoral, sobre todo si de aquí en dos años tendremos elecciones regionales.
 
¿Qué políticas económicas acompañarán la modernización?
 
Los compromisos del presidente PPK implican claramente la opción por una política fiscal expansiva. Se harán mejoras y se ampliarán los programas sociales; se “cerrará la brecha en el acceso a la salud y a la seguridad social”; se generarán oportunidades para acceder a la educación básica y “seguir carreras universitarias y técnicas”; y, habrá “mucha más construcción, ampliación y modernización de aeropuertos, puertos, carreteras nacionales, regionales y locales; trenes, el tren de cercanías alrededor de Lima; gasoductos, y la conexión de Iquitos por tierra al resto del Perú”. 
 
Todos estos compromisos implican gastos que no pueden ser el resultado solo del esfuerzo privado; se requerirá de financiamiento y de inversiones públicas. Por lo tanto, importa saber cómo se financiarán estos gastos públicos.  Imposible pensar en un financiamiento mediante la tributación. Al respecto no hay propuesta alguna de reforma tributaria para elevar los ingresos del Estado. Si se baja en un punto el IGV como se ha anunciado, se perderá cerca de 0.5% del PBI en impuestos. Además, si se mantienen las reformas tributarías regresivas del gobierno de Humala, se dejará de recaudar cerca del 1% del PBI. A todo esto hay que sumarle la disminución de la recaudación minera en cerca de 50%. Es claro, entonces, que el aumento consecuente del déficit fiscal requerirá de un mayor endeudamiento público. Sobre este tema y la ausencia de otras políticas económicas que deberían acompañar a la modernización, trataremos en nuestro próximo artículo.
 
 
 
Publicado en el Diario UNO, el sábado 30 de julio