Saturday, March 26, 2016

La absurda defensa del modelo económico neoliberal


El actual proceso electoral ha vuelto a poner en debate el cambio o la continuidad del modelo económico neoliberal. Los que defienden el modelo dicen, por ejemplo, que en los últimos 25 años de neoliberalismo ha habido: a) mayor estabilidad política; b) mayor estabilidad macroeconómica; c) mayor eficiencia productiva y mayor bienestar del consumidor asociados a la liberalización comercial;  d) recomposición del aparato productivo y mayor competitividad también asociados a la apertura comercial; e) reducción de la pobreza vinculada al crecimiento económico y al gasto social; y, f) un mejoramiento de la infraestructura a través de asociaciones público privadas (véase Gestión, 23-marzo-2016).
 
No hay peor ciego que el que no quiere ver
 
1)   En lugar de estabilidad política, hay una degradación de la política y de la democracia. Las prácticas clientelares y corruptas del fujimorismo de los noventa (compra de apoyo electoral; compra de congresistas para lograr mayoría en el congreso, compra de los medios de comunicación, etc.), sumadas a la penetración aprista y fujimorista en los poderes electoral y judicial, son expresiones de la degradación de  las instituciones y de la corrupción en el ejercicio de la función pública.  El neoliberalismo envileció las reglas de convivencia social y política, en lugar de fortalecer la democracia, la ciudadanía y la política.
 
2)   No se puede decir que la relativa estabilidad macroeconómica  es fruto de las políticas neoliberales. Las políticas neoliberales dolarizaron el crédito en los años 1990 y en los años 2006 a 2015, y en estos mismos años apreciaron la moneda haciéndoles perder competitividad a los exportadores no tradicionales. La subida abrupta del tipo de cambio asociada a la crisis asiática y rusa produjo quiebras bancarias, debido a la dolarización de los créditos; y, el rescate del sistema bancario le costó al Estado cerca de mil millones de dólares. La reciente subida del tipo de cambio no ha generado quiebras bancarias, pero le ha hecho perder el 50% de sus reservas al Banco Central. Por último, hay que mencionar que el actual esquema institucional de política monetaria y fiscal fue introducido en los años 2001-2003 por un equipo de economistas progresistas que dirigieron el Banco Central y los viceministerios del MEF. Las actuales autoridades económicas han usufructuado de este nuevo esquema, aunque gestionándolo de manera ineficiente.
 
3)   No hay evidencia de una mayor eficiencia productiva ni de un aumento del bienestar de los trabajadores. La eficiencia de la inversión (medida por la inversa de la relación incremental capital-producto), fue menor en los años del neoliberalismo que en los años 1970-1980. Tampoco se puede decir que la apertura comercial incrementó el bienestar de los consumidores. Después de 25 años, más del 70% de los trabajadores siguen siendo informales. Los salarios reales están prácticamente estancados y un alto porcentaje de los trabajadores tienen sus derechos recortados.
 
4)   No aumentó la competitividad basada en la productividad ni se mejoró la composición del aparato productivo. Se buscó aumentar la competitividad abaratando el costo del trabajo mediante recortes de derechos laborales. Este tipo de competitividad es espuria y no tiene relación alguna con los aumentos de la productividad. Por esta razón los sectores que lideraron el crecimiento no fueron los transables sino los sectores terciarios como el comercio y los servicios, junto con la exportación primaria. Veinticinco años de neoliberalismo ha dejado una economía menos industrial y menos agrícola.
 
5)   El crecimiento económico de los años 2003-2013 solo redujo la pobreza monetaria, pero no la multidimensional.  El crecimiento fue resultado de los precios altos de los minerales y de una demanda externa creciente por estos productos. Este contexto externo favorable ya no existe, por lo tanto la economía ya no crece como antes y es altamente probable que en este año y los próximos se revierta la reducción de la pobreza lograda en el período de alto crecimiento. Además, el actual enfriamiento económico y las exoneraciones tributarias efectuadas por el actual gobierno, reducirán la presión tributaria y, por tanto, el financiamiento de los programas sociales.
 
6)   Finalmente, el gasto en infraestructura no responde a un ordenamiento territorial en macro regiones, para integrar el país. Por lo demás, la modalidad de asociaciones público-privadas utilizada en este tipo de inversión ni es transparente ni asegura una distribución de riesgos equitativa. Al respecto podríamos decir que las APP son la expresión de un neoliberalismo de Estado porque se promueve el negocio privado junto a pérdidas para el sector público (véase Germán Alarco, Desventajas tributarias de lo público privado, 25-06-2014).
 
A modo de conclusión
 
Según el diario El Comercio (21-marzo-2016) en los últimos veinticinco años se ha venido aplicando con éxito el sistema de libertad económica. pero, lo que sabemos es que este sistema le ha permitido a El Comercio controlar cerca del 80% del mercado en el que opera. Un sistema de mercado que fomenta la posición de dominio no puede ser beneficioso para la población. Y cuando hay posición de dominio o poder de mercado, no hay asignación eficiente de recursos, según la propia teoría económica que defienden los neoliberales.
 
El Comercio usa su posición de dominio para desorientar y mentir. Dice que mencionar en un plan de gobierno que se reducirá «la tasa de interés de referencia del Banco Central de Reserva para generar condiciones de mayor acceso al crédito», es una abierta intervención del Ejecutivo en la autonomía del Banco Central. Todo economista instruido  sabe que cuando la economía se desacelera (como ocurre actualmente) el Banco Central debe bajar su tasa en lugar de subirla. Ahora bien, si un nuevo gobierno nombra directores del Banco Central instruidos, sin duda, en el marco de la ley del propio banco, ellos propondrán la aplicación de una política monetaria contra cíclica para reactivar la economía.
 
 
 
Publicado en el Diario UNO, el sábado 26 de marzo.

Monday, March 21, 2016

No subir el salario mínimo es promover el empleo precario


El exministro de economía Luis Carranza, dirigiéndose explícitamente a los candidatos presidenciales, acaba de decir que elevar el salario mínimo en cualquier cifra «sería sumamente perjudicial para la economía peruana» (Gestión: 07-03-2016). Entre los candidatos que quedan y están por encima del 8% en las encuestas, PPK y Verónika Mendoza, son los únicos que proponen aumentarlo; aunque la candidata Mendoza es la que plantea el mayor incremento (de 750 a 1000 soles) y la que mejor justifica su pertinencia.
 
Salario mínimo e informalidad
 
Carranza repite, sin ruborizarse, que el aumento del salario mínimo expande la informalidad porque «destruye  la formalidad en las empresas  que están al límite de su productividad (como las mypes)».  En otras palabras, el ex ministro nos está diciendo que cuánto menor es el salario mínimo menor es la informalidad porque los aumentos de los salarios destruyen la formalidad. ¿Cómo llega a esta conclusión.
 
Supongamos que las elasticidades salario de la oferta y demanda de trabajo en el sector formal son tales que cuando aumenta el salario mínimo, la demanda de trabajo en el sector formal se reduce. Esta reducción daría lugar a un aumento del desempleo y a una disminución del ingreso de los informales. Esto último ocurriría porque «se elevaría la oferta de trabajo en el sector informal. La productividad de los trabajadores informales se reduciría porque ahora tendría que repartirse un mismo volumen de ventas entre un mayor número de trabajadores informales» (Ros, 2015). La conclusión, entonces, sería que el aumento del salario mínimo incrementa la informalidad.  «Tener baja productividad, sobrecostos laborales (incluido el salario mínimo) y exceso de regulación laboral es una trinidad que no hace bien al país», sentencia Luis Carranza.
 
Pero, el exministro ha olvidado el efecto más importante del aumento del salario mínimo. Cuando se eleva el diferencial de ingresos salariales entre el sector formal e informal, «la oferta de trabajo hacia el sector formal aumenta, lo que tiende a elevar los ingresos de los trabajadores informales puesto que se reparten entre sí un volumen de ventas igual entre menos trabajadores. La búsqueda de empleo en el sector formal –dice Ros-- se vuelve más atractiva». Este es el famoso «efecto faro del salario mínimo» que acuñaron Paulo Souza y Paulo Baltar en el año 1980: los aumentos en el salario mínimo del sector formal, inducen a aumentos de ingresos en el sector informal.  La evidencia empírica muestra que este efecto es el que predomina en los países en desarrollo.
 
Hay que mencionar, sin embargo, que esta discusión deja fuera del debate la causa fundamental de la informalidad. La causa de la creación de empleos informales es la baja tasa de crecimiento de la capacidad productiva per cápita en relación a la tasa de crecimiento de la fuerza laboral. El estilo de crecimiento primario exportador que ha descuidado la creación y desarrollo de mercados internos, es el que ha promovido y sigue promoviendo ganancias espurias de competitividad mediante el abaratamiento de los costos laborales y la eliminación del poder de negociación de los trabajadores con la flexibilización laboral.  No es casual que los que adhieren a este modelo neoliberal –como el ex ministro Carranza-- afirmen que el efecto demanda del incremento del salario mínimo es sólo de corto plazo.
 
Los legitimadores de la pobreza
 
Carranza no asocia el alza del salario mínimo con la creación o ampliación del mercado interno, porque está pensando sólo en la producción para la exportación. Aboga por una mayor flexibilidad laboral precisamente para abaratar más el precio del trabajo. Al optar por ingresos y empleos precarios pagando bajos salarios y sin derechos laborales, legitima la pobreza.  
 
Adam Smith --para quien la productividad es un fenómeno macroeconómico--, estuvo en contra de los empleos y salarios precarios porque no estimulan la productividad. «Los salarios del trabajo –decía Smith-- son un estimulante de la actividad productiva, la cual como cualquier otra actividad humana, mejora proporcionalmente al estímulo que recibe (…) En consecuencia nos encontramos que allí donde los salarios del trabajo son crecidos, los obreros son más activos, diligentes y expeditivos que donde son bajos».
 
Asimismo, Adam Smith --que nunca defendió el mercado auto-regulado--, sabía que los trabajadores no organizados carecían de capacidad de negociación con sus empleadores. Sabemos que los salarios dependen de los contratos explícitos o implícitos celebrados entre patronos y obreros. «Sin embargo  --afirmaba Smith-- no es difícil de prever cuál de las dos partes saldrá gananciosa en la disputa, en la mayor parte de los casos, y podrá forzar a la otra a contentarse con sus términos. Los patronos, siendo menos en número, se pueden poner de acuerdo más fácilmente, además de que las leyes autorizan sus asociaciones, o por lo menos no las prohíben, mientras que en el caso de los trabajadores, las desautorizan. (…)  En disputas de esta índole los patronos pueden resistir mucho más tiempo. Un propietario, un colono, un fabricante o un comerciante, pueden generalmente vivir un año o dos, disponiendo del capital previamente adquirido. La mayor parte de los trabajadores no podrán subsistir una semana, pocos resistirán un mes, y apenas habrá uno que soporte un año sin empleo. A largo plazo tanto el trabajador como el patrono se necesitan mutuamente pero con distinta urgencia».
 
A modo de conclusión
 
La utilización del salario mínimo como instrumento de política de ingresos es posible solo en un estilo de crecimiento distinto al neoliberal. Y, cambiar este modelo significa la construcción de la economía nacional desarrollando mercados internos, y el rescate de la soberanía en las decisiones de política económica.
 
 
 
Publicado en el Diario UNO, el sábado 19 de marzo.

Saturday, March 12, 2016

Digámosle NO a la corrupción y votemos contra el neoliberalismo


La exclusión de Julio Guzmán y de César Acuña de la contienda electoral, deja sin derecho a elegir a sus candidatos a cerca de la quinta parte del electorado. Solo esto podría indicar que estamos ante un proceso totalmente viciado. Parafraseando a Rousseau podríamos decir que en nuestra «democracia» ya no somos libres ni antes ni en el mismo acto de votar. El uso que hacemos de nuestra libertad en «los cortos momentos que utilizamos para votar», ha sido ahora envilecido por el Jurado Nacional de Elecciones (JNE). Llama sobremanera la atención, la exclusión de Guzmán. El JNE tomó esa decisión supuestamente porque en el partido de Guzmán se siguieron «procedimientos incongruentes con sus normas internas». Lo excluyó entonces por una falta administrativa. Una falta de este tipo ha sido puesta por encima de un derecho constitucional.
 
Pero lo más grave es otra cosa. El JNE es ilegítimo porque esta penetrado por personas que han cometido «inconducta funcional», que han recibido dinero para restituir en su puesto a un alcalde corrupto, y, en fin, por personas estrechamente vinculadas a uno de los partidos (dizque con historia) que participa con una alianza en el actual proceso electoral. Estos señores del JNE no han cometido faltas administrativas. Sus actos corruptos los invalidan para ser dignos representantes del poder electoral. Este JNE, entonces, no merece el respeto del pueblo. Como dice John Stuart Mill, en la política «la conducta y solo la conducta da derecho al respeto; en lo que el hombre ejecuta se funda su derecho a la consideración pública; y el mérito lo aceptamos por único título legítimo para el ejercicio del poder y la autoridad» (Mill, 2008: 294-295).   
 
Degradación de la vida política y social
 
El JNE ha favorecido –ellos dirán que No-- a candidatos que financiaron sus estudios con dinero robado al Estado; a los que fugaron para que prescriban sus actos ilícitos contra los derechos humanos y contra el patrimonio del Estado; a los narco-indultadores; a los lobistas, racistas y discriminadores de las poblaciones andinas; y, a los que entregaron el gas al poder transnacional. Estas son las opciones que el JNE ha definido y le ofrece al pueblo. Dirán que hay otros (aunque están en la cola de las encuestas); pero es claro que no son los favoritos de este JNE.
 
Desafortunadamente lo que demuestra la situación electoral actual es la total pérdida de valor de los principios no solo en la administración de la cosa pública sino también en parte de la población que acepta a los «roban pero hacen obras».  Sobre cómo hemos llegado a esta situación escribí en mi artículo del 20-02-2016. El neoliberalismo y la inconducta de los sucesivos gobiernos, fueron destruyendo los principios que regulan la vida política y social en nuestro país.  Hay –como dice Eloy García, aunque refiriéndose a su país España--, una situación de decadencia, de degeneración, de corrupción. No nos habla del sentido jurídico de este término «en el sentido de la infracción penal», sino de su sentido sociológico-político, es decir, de la pérdida de «vigencia social de los principios».
 
«Hay corrupción –dice Eloy García-- cuando los gobernantes no obedecen ellos mismos las reglas que exigen e imponen a los gobernados, y cuando los gobernados no condenan moralmente esas conductas sino que buscan ansiosamente los medios para también ellos, poder llevarlas a cabo de manera impune. La corrupción es, por consiguiente, un estadio social en el que la sociedad en su conjunto (gobernantes y gobernados), desconocen las pautas de conducta moral que se proclaman como imperantes, y se vinculan, más o menos vergonzosamente, a otras reglas que forman parte de una moralidad nueva, al menos por el momento públicamente inconfesable» (E. García, 2012: 204).
 
«Ser ciudadano significa aprender a decir no»
 
Esta frase que se le atribuye a Émile Chatier (Alain), es un llamado que calza perfectamente en la situación actual de nuestro país. Podemos utilizarla para crear conciencia pública y pedir a la población que elija solo tomando en cuenta a los que hoy se encuentran en la cola de las encuestas. ¡Ojalá no les salga la jugada ni al dueño del ego colosal, ni a la candidata del «fujimorato», ni al lobista que entregó el gas!
 
La degeneración y la decadencia, la ruptura de valores morales y una práctica política y social «que poco a poco fuerzan las normas establecidas», generan una situación de ilegitimidad que puede desembocar en un cambio social, un cambio que restituya el valor de la política como instrumento de justicia social. El régimen político de la impostura no puede durar tanto tiempo. Las sociedades no pierden totalmente su capacidad de recuperación, de una cura moral.   
 
Pero es importante señalar que esta situación no se resuelve con medidas jurídicas. No se trata ahora de sancionar individualidades, porque la situación por la que atraviesa nuestra sociedad no es un problema individual, sino social. Y, como diría Eloy García, es la hora de tomar medidas sociales, es la hora de la sociedad porque solo esta puede cambiar el estado de cosas actual. Aprendamos a ser ciudadanos. Digámosle NO a esta situación y votemos por el candidato o candidata que ofrece cambiar el actual modelo económico y el sistema político.
 
A modo de conclusión
 
No podemos permitir la continuidad del neoliberalismo ni en la economía ni en la política. No podemos permitir la continuidad de gobiernos que nos han conducido a la actual degradación social y política. Tenemos que decirle No a los corruptos y entreguistas de los últimos veinticinco años. Es la oportunidad de ser libres votando contra el neoliberalismo y el Extractivismo rentista.
 
 
 
Publicado en el Diario UNO el sábado 12 de marzo

Friday, March 11, 2016

Sobre el sistema de metas de inflación del Banco Central


Orcar Dancourt y Kurt Burneo, que fueron parte del directorio del Banco Central que implementó el sistema de metas de inflación en el año 2002, acaban de afirmar (Gestión, 03-02-2016) que fue un error bajar la meta de inflación de 2.5% a 2%. Totalmente de acuerdo. En nuestro artículo (La República, 28-02-2007) «Cambios Contraproducentes en la Política Monetaria», advertíamos que esta disminución --supuestamente orientada a «fortalecer la confianza en el sol y reducir la vulnerabilidad de la economía»--, ponía en riesgo su cumplimiento en una economía que como la nuestra está expuesta a choques de oferta adversos, especialmente externos. En 2007, el directorio presidido por Julio Velarde redujo la meta, en pleno auge económico y cuando se acentuaba la tendencia a la apreciación del sol. Recuerdo que Velarde expresó su adhesión, en público, a la flexibilidad cambiaria, es decir, su explícito desacuerdo con la regla de intervenciones esterilizadas en el mercado cambiario, introducida por el directorio presidido por Dancourt.
 
Subir la meta y ampliar el rango
 
Era claro que al terminar el auge de los precios de la materias primas y cambiar de orientación la política monetaria de los Estados Unidos, el alza del tipo de cambio (la depreciación del sol) pondría en riesgo el cumplimiento de la meta. Y esto es precisamente lo que está ocurriendo ahora. Como señalan Dancourt y Burneo «entre 2014-2015, la inflación estuvo fuera del rango meta el 87% del período».
 
¿Qué hacer? Considerando la estructura productiva de nuestra economía --que la expone a choques de oferta adversos--, en nuestro artículo (Diario UNO, 25-07-2015) «Repensando la política económica para el Perú del siglo XXI» propusimos elevar la meta de inflación, junto a otras medidas que discuto a continuación. ¿Cuál debería ser la meta y el rango adecuado para una economía como la nuestra? La respuesta no es taxativa y dependerá, ciertamente, de si el aumento de uno o de ambos se acompaña con cambios estructurales que nos saquen del actual estilo de crecimiento primario exportador.
 
Algunos economistas se oponen a esta propuesta. Argumentan que se pone en riesgo la reputación del Banco Central, cuando la meta y el rango de la inflación no se mantienen por períodos largos. Esto sin duda es relativo. La disminución de la meta en enero de 2007, después de solo cinco años, no tuvo ese efecto. Además, después de nueve años de su reducción, ni se ha fortalecido la confianza en el sol ni se ha reducido la vulnerabilidad de la economía. La señal estuvo equivocada y hay que cambiarla antes que sea demasiado tarde.
 
El otro argumento es que la meta y el rango anunciados no se cumplen, en los hechos, por la alta volatilidad del tipo de cambio. Como evidencia de este argumento se mencionan a Brasil, Uruguay, Colombia y Chile. En todos estos países la inflación está por encima del límite superior de la banda. Si estos hechos son claros, elevar la meta y extender el rango, dicen estos economistas, no tiene sentido.
 
Mal de muchos, consuelo de tontos
 
Los dos argumentos son deleznables. Es mejor tomar una decisión con fundamentos adecuados y no con una impostura como lo hizo el directorio presidido por Velarde. Lo que en el fondo se pretendía con la disminución de la meta de inflación era –como sugieren Dancourt y Burneo— exculpar políticamente al presidente de la hiperinflación, Alan García. Por lo demás, han pasado nueve años de una meta incumplida en la mayor parte de ese período. ¿No es suficiente tiempo para que el Banco Central cambie su meta de inflación? ¿Cuál es el «largo periodo» adecuado». Repetimos, aquí lo que importa es la señal y su contenido explicativo
 
De otro lado, argumentar que no tiene sentido elevar la meta porque su incumplimiento es casi generalizado en los países emergentes, es «consuelo de tontos».  Nos están diciendo que la desgracia del incumplimiento es más llevadera, porque este incumplimiento afecta a un número importante de países. Los que sostienen esta posición, no dicen que están en contra de mantener un tipo de cambio real alto y competitivo por largos períodos, aplicando eficientemente la regla de intervenciones esterilizadas en el mercado cambiario. Son «neoliberales globalizados». Han olvidado que la «trinidad imposible» de Mundell indica que pueden adoptarse restricciones al movimiento internacional de capitales. Son los mismos que callaron, cuando, también en 2007, la administración de Velarde, eliminó la política de encaje que en 2004 «se impuso a los adeudados con el exterior de la banca comercial», promoviendo con ello el aumento del crédito en moneda extranjera (ME).
 
Con casi un tercio de los créditos en ME –además de la inflación--, Velarde tiene ahora mucho temor al incremento del tipo de cambio.  En su esfuerzo por impedir que suba, ha «quemado» casi el 50% de la reservas del Banco Central. Estas representan solo el 13% del PBI de 2015. 
 
A modo de conclusión
 
Esos mismos economistas justifican el revoltijo que hizo Velarde en la política monetaria. Utilizó como instrumento el encaje, además de la tasa de interés de referencia. Pontifican, sin rubor, que en un sistema financiero dominado por bancos «se puede recurrir a la tasa de encaje bancaria como sustituto de la tasa de interés». Callaron cuando los Velarde y Castilla dolarizaron y dizque «internacionalizaron» a nuestro mercado de capitales subdesarrollado. No hicieron ni hacen nada por fortalecer el mercado doméstico de capitales en soles, para mejorar de esta manera la eficiencia de la tasa de interés como instrumento de la política monetaria.
 
 
 
Publicado en el Diario UNO, el sábado 5 de marzo de 2016

Tuesday, March 01, 2016

Notas sobre las recientes cifras de crecimiento económico


En el año 2015, de acuerdo con datos del INEI, el PBI creció a la tasa de 3.26%; porcentaje superior al 2.35% registrado en el año 2014. Esta tasa, que representa solo el 50% de la tasa promedio registrada en los años 2003-2013, se explica fundamentalmente por el alto crecimiento del sector Minería e hidrocarburos, cuya tasa de crecimiento promedio mensual,  desde marzo de 2015, fue de 9.9%. Pero también se explica por las altas tasas de los sectores: Financiero y seguros, y Telecomunicaciones, que son los que crecieron a tasas igualmente altas desde que se inició el enfriamiento de la economía. En el año 2015 registraron tasas promedio mensuales de  9.7% y 7.7%%, respectivamente.
 
Los tres sectores (Minería e hidrocarburos, Financiero y seguros, y Telecomunicaciones) representan un poco más de la quinta parte de la producción total (20.24%).  En el mes de diciembre estos sectores crecieron a las tasas de 22.36%, 10.13% y 11.29%, respectivamente. Dentro del sector Minería e hidrocarburos, el subsector que creció notoriamente es la Minería metálica que,  después de haber decrecido en el año 2014, se recuperó sostenidamente en los últimos meses: creció a la tasa promedio de 16.1% entre los meses de junio a noviembre de 2015 y a la tasa de 30,67% en el mes de diciembre.
 
La otra novedad de las cifras publicadas por el INEI es que el sector Manufactura registró tasas positivas en los dos últimos meses de 2015, después de haber estado decreciendo en casi todos los meses anteriores. Hay que señalar, asimismo, que las tasas positivas de registradas en los meses de noviembre y diciembre de 2015, se explican por el crecimiento espectacular del sub sector fabril primario que lo hizo a las tasas de 18.95% y 24.43%, respectivamente. El sub sector fabril no primario (o Manufactura no primaria) continúa prácticamente en recesión desde junio de 2014.
 
De acuerdo a las cifras anteriores, entonces, la ligera recuperación del crecimiento en el año 2015 tiene que ver fundamentalmente con el aumento espectacular de la Minera metálica, el crecimiento sostenido de los sectores de servicios, en especial el Financiero y seguros, que siguen creciendo a tasas altas no obstante el enfriamiento económico.
 
La magia de los ponderadores del año base 2007
 
Como señalamos en nuestro artículo publicado en este diario el 5-04-2014, los ponderadores del año base 2007, además de no reflejar la estructura productiva configurada en 17 años de neoliberalismo, sobrestima el ponderador del sector Minería e hidrocarburos (pasó de 4.7% en 1994 a 14.4% en 2007) y de otros sectores. La razón es que «los términos de intercambio alcanzaron su pico precisamente en el año 2007 del período 1990-2010». Si bien hay una recuperación de los términos de intercambio  y de los precios de los minerales hasta el año 2011, después, como sabemos, se desaceleran. En consecuencia, la tasa de crecimiento de la producción de la minería metálica, medida a precios de 2007, está sobrestimada. Por ejemplo, entre octubre de 2007 y diciembre de 2015 el precio del cobre se redujo en 42.2%.
 
Otro hecho relacionado con lo anterior y que llama la atención, es la caída de las exportaciones mineras mientras aumenta su producción. En 2015 la Minería e hidrocarburos creció 9.27% precisamente porque creció el sub sector Minería metálica, pero las exportaciones de minerales cayeron en 8.3%. El año 2014 también se redujeron en 13.6%. La disminución de estas exportaciones continuará mientras siga la desaceleración de sus precios y el estancamiento de la economía internacional. De la misma manera, llama la atención el supuesto repunte del crecimiento del PBI, pues la inversión privada al igual que la inversión pública se disminuyeron en 4.3% y 7.5%.
 
Los sectores contra-cíclicos
 
Las autoridades del INEI reconocen que cerca del 15% o 20% de los datos de la producción son estimaciones o, en otras palabras, no se recogen directamente de los productores mediante encuestas periódicas o se generan con metodologías discutibles. Lo más probable es que estos datos estimados correspondan justamente a sectores terciarios de servicios como, por ejemplo, los Servicios prestados a empresas y Financiero y seguros, entre otros. Sería una contribución con la transparencia de las estadísticas económicas, que el INEI explicite cuáles son los datos de la producción estimados por ellos y con qué tipo de metodologías, para evitar las dudas sobre su confiabilidad.
 
Desde nuestro artículo publicado en este diario el 24-01-2015, llamamos la atención sobre la «inexplicada divergencia entre las tasas de crecimiento del PBI y las tasas de crecimiento de la producción del sector Financiero y seguros (FSP), que también incluye pensiones». En efecto, mientras el PBI ha crecido en los dos últimos años a las tasas de 2.4% y 3.3%,  la producción del  sector FSP lo hizo a las tasas de 12.6% y 9.7%, respectivamente. Este sector como otros sectores terciarios se han convertido en sectores contra-cíclicos: crecen a tasas relativamente muy altas en períodos de desaceleración de la producción material, como la producción manufacturera, por ejemplo.
 
A modo de conclusión
 
Las estadísticas son fundamentales para no errar en los diagnósticos sobre los problemas que enfrenta nuestra económica y, en consecuencia, para identificar adecuadas políticas públicas orientadas a su solución. Por ejemplo, la información sobre el crecimiento del PBI de los últimos meses del año 2015 ya está generando conjeturas optimistas, a tal punto que algunas autoridades del gobierno afirman que este año y el próximo se crecerá a tasas por encima del 4% o 4.5% anual. No hay ni habrá tal tenencia ascendente, mientras los precios de los minerales sigan cayendo y la economía internacional siga estancada. 
 
 
Publicado en el diario UNO, el sábado 27 de febrero