La
desaceleración del crecimiento ha vuelto a poner en debate las causas de la
informalidad. Rafael La Porta y Andrei Shleifer (Informality and development, JEP,
Summer 2014), hacen un excelente resumen de las explicaciones más conocidas y
difundidas.
La
crítica explicaciones más difundidas
En
primer lugar está la explicación que proviene de los trabajos de Hernando de
Soto según la cual la informalidad es el resultado de la sobrerregulación
estatal. Así, la existencia de altas tasas de informalidad son las que explicaría
el lento crecimiento de la productividad. Por lo tanto, eliminando su causa (las
barreras a la entrada) y «formalizando»
los títulos de propiedad, se impulsaría el aumento de la productividad y el crecimiento
económico. No hay experiencia en el mundo que evidencie que la receta de las
desregulaciones haya sido la fuente de los ciclos de crecimiento de las últimas
décadas. Precisamente los países donde una parte importante del empleo es
informal, implementaron desregulaciones en distintos mercados, en consonancia
con el recetario neoliberal.
En
segundo lugar está la explicación que coincide con la posición del Mckinsey Global Institute y que describe
a las empresas informales como como «parásitos que compiten injustamente con las
empresas formales respetuosas de la ley». Las empresas y trabajadores
informales disfrutan de ventajas evitando las regulaciones y evadiendo
impuestos. Esta explicación, como afirma La Porta y Shleifer, es cínica. No
toman en cuenta que la casi totalidad de los trabajadores informales tiene baja
calificación, bajos ingresos y baja productividad. Tampoco consideran que las
empresas informales son las que «emplean» a este tipo de trabajadores.
La
informalidad expresa la existencia de pobreza y de una extendida baja calidad
en las condiciones de vida de la gran mayoría de los trabajadores. Hay, por lo
tanto, una tercera explicación que sigue la ruta de los teóricos del desarrollo
(Lewis, Kalecki, Todaro, Ros y otros). Para estos la informalidad es un «subproducto
de la pobreza». El mundo formal es opuesto al sector informal. Empresarios y trabajadores
informales son de baja calificación y productividad; operan pequeñas empresas
con poco capital y sus productos tienen muy poco valor agregado y, por lo
tanto, no compiten con los que generan las empresas que usan tecnologías
modernas. No son las regulaciones, sino sus montos facturados y su propio
atraso tecnológico y baja productividad, los factores que les impiden transitar
a la categoría de formales. Las desregulaciones, entonces, no son el camino
para impulsar el crecimiento y menos en la coyuntura externa actual.
Estilo
de crecimiento e informalidad
El
crecimiento de la economía ayuda a disminuir la informalidad, pero lentamente,
dicen La Porta y Shleifer. Entre 1990 y 2012 el PBI per cápita aumentó 2.1
veces, pero la fuerza laboral creció tan rápido como el producto per cápita; por
lo tanto, «gran parte de la absorción de la mano fue hecha por el sector
informal». A pesar del alto crecimiento económico de la última década, aumentó
la participación de los trabajadores informales en el total del empleo, aunque
el nivel del empleo formal aumentó de 5 a 8 millones. Efectivamente, según el
INEI, el 74.3% del total de la PEA ocupada en 2012 era informal (57% se
encontraba en el sector informal –que participa con 20% en la generación del
PBI-- y 17.3% fuera de él).
Para
La Porta y Shleifer el más importante factor que impide o limita el tránsito
hacia la formalidad es la «escasez de empresarios educados». El porcentaje de
empresarios y trabajadores informales calificados es muy reducido. La
informalidad es alta en los países pobres –dicen estos autores--, porque sus
empresarios son improductivos; tienen escasez de oferta de empresarios
educados. En consecuencia, para disminuir la informalidad hay que aumentar esta
oferta.
No
hay duda que empresarios y trabajadores informales tienen bajísima
productividad y casi ninguna calificación. Pero esta situación es resultado de
un estilo de crecimiento y acumulación de capital que no expande la capacidad
productiva industrial y agroindustrial, y que no moderniza la agricultura donde
se encuentra cerca del 50% del empleo informal. Este estilo de crecimiento que
se inicia en 1990, ha aumentado la participación en el empleo de los sectores
terciarios (comercio y servicios) de baja productividad. Esta participación
pasó de 36.3% en el período 1960-1980, a 53.9% en el período 1990-2010.
Estos
períodos se diferencian por los distintos ritmos de acumulación de capital per
cápita (véase gráfico). En 1960-1980, el stock de capital per cápita aumentó
43.5%, mientras que en el segundo 1990-2010 aumentó solo 10.9%. El más alto
crecimiento del capital per cápita ocurrió en los años 2010-2013: aumentó
14.9%. En todo el período 1990-2013, el aumento del capital per cápita fue de
26.9%.
A modo de Conclusión
En
consecuencia, este más lento crecimiento del capital per cápita que caracteriza
al período neoliberal es lo que explica el alto porcentaje de informalidad en
el Perú. No aumenta la participación de la inversión en maquinaria y equipo
como en el primer período, porque crece más la inversión en construcción (véase
gráfico). Y este relativo rezago de la inversión en maquinaria y equipo se debió
a la pérdida de liderazgo de la industria manufacturera en el crecimiento
económico.
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