Durante los tres últimos años del gobierno fujimorista, es decir, en el período de recesión 1998-2000, se aplicó una política monetaria restrictiva en soles, orientada a neutralizar las presiones al alza del tipo de cambio, y una política fiscal contractiva procíclica que redujo significativamente el gasto de inversión pública. Ambas políticas se mantuvieron en lo sustancial durante todo el Gobierno de Transición.
La recesión de esos años no podía terminar por sí sola, de muerte natural, como decíamos en un trabajo publicado en su oportunidad por el CIES. Tenía que cambiar el sistema neoliberal de políticas, fiscal y monetaria. En efecto, con el gobierno actual cambió radicalmente la política monetaria. Se adoptó un nuevo esquema consistente en: a) una meta de inflación para anclar las expectativas inflacionarias de los agentes económicos; b) una regla de Taylor que fija la tasa de interés en función de la brecha de la inflación y la brecha del producto; y, c) una regla de intervención esterilizada de compra-venta de dólares para morigerar la volatilidad del tipo de cambio.
Este nuevo esquema de política monetaria es en esencia contra cíclico y, por supuesto, contrario a la dolarización del portafolio bancario. Sus instrumentos tasa-de-interés y compra-venta-de-dólares, se combinan para influir conjuntamente sobre la inflación, el nivel de actividad y, eventualmente, sobre la posición de cambio y el nivel de reservas internacionales. Como resultado de la aplicación de estos instrumentos, se configuró una estructura de precios relativos favorable a la reactivación de la economía: bajaron las tasas de interés, mejoró el tipo de cambio real multilateral, y se estabilizó la inflación en niveles inferiores al 3.5% anual. Al mismo tiempo, la nueva política monetaria contribuyó a reducir significativamente la volatilidad de la economía ante eventos internos y externos adversos: estimuló la desdolarización y se acumularon reservas internacionales.
Mientras cambió radicalmente la política monetaria, no ocurrió lo mismo con la política fiscal. Por el lado del gasto, se contrajo la inversión pública y, por tanto, se redujo su contribución al crecimiento. Esta inversión disminuyó de 3.1% del PBI en el año 2001 a 2.8% en el 2004. La evidencia empírica muestra que el tipo de inversión pública que necesita nuestro país, no desplaza a la inversión privada (crowding out); por el contrario, la complementa (crowding in). Por el lado de los ingresos, no se emprendió una reforma tributaria integral: los ingresos tributarios del gobierno general pasaron de 12.8% del PBI en el año 2001 a sólo 13.6% en el año 2004. Ni siquiera se alcanzó el promedio del período 1994-2000, que fue de 13.7%, y menos el 14.5% registrado en el año 1997. Con ingresos relativos más bajos, en los cuatro años del actual gobierno se generó, en promedio, un déficit fiscal de 1.9% del PBI, menor que el déficit de 2.1% del periodo 1994-2000.
Lo que sí cambió notablemente fue una parte del esquema institucional de la política fiscal. El programa de creadores de mercado de deuda pública interna en soles, los modelos de sostenibilidad y programación de la deuda, y el programa de reperfilamiento de la deuda, modernizaron la gestión fiscal, pero no alteraron su carácter procíclico. A la propuesta fallida de una regla contracíclica que acompañó a nuestro trabajo sobre la sostenibilidad, se juntaron otras que tampoco fructificaron: la separación de los gastos de inversión pública de la contabilidad del déficit, la regla de endeudamiento sólo para gastos de inversión (Golden Rule) y la indexación de los pagos de los servicios de la deuda al ciclo económico con las instituciones financieras internacionales.
De todas las reformas mencionadas, hay que destacar los efectos del programa de creadores de mercado, por su vinculación con los efectos de la nueva política monetaria. Este programa estimuló la expansión del mercado doméstico de capitales en soles, promovió la desdolarización y, consecuentemente, fortaleció el mecanismo de transmisión de la política monetaria. No sólo bajaron relativamente las tasas de interés durante los dos últimos años, sino también la vulnerabilidad de la economía, al haber propiciado, junto con la política monetaria, un mayor uso de instrumentos financieros denominados en moneda local. La nueva política monetaria y el programa de creadores de mercado iniciaron así la creación de las condiciones para que la inversión productiva privada local encuentre financiamiento de mediano y largo plazos en el mercado doméstico de capitales.
Gestión, Diario de Economía y Negocios
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