Según el INEI, en el mes mayo el PBI
creció a la tasa de 1.8%. Si no se tomara en cuenta el crecimiento de la
producción de las actividades Financiero y Seguros (12.59%), Servicios
prestados a Empresas (6.07%) y Alojamiento y Restaurantes (5.26%), la tasa de
crecimiento habría sido de sólo 0.9%. La tendencia a la caída en la tasa de
crecimiento es sostenida; así lo revela la evolución del índice del PBI
desestacionalizado (véase gráfico). Desde diciembre del año pasado --con
excepción del mes de febrero de este año--, la tasa de variación del PBI
desestacionalizado ha sido negativa. Si la tendencia decreciente del PBI
desestacionalizado continua en los meses de junio y julio, la desaceleración
económica se habrá convertido técnicamente en una recesión. Los que piensan que
esta tendencia a la recesión se revertirá con el desmantelamiento de los
estándares laborales y ambientales, y eliminando trabas burocráticas que frenan
las inversiones, tratan ilusamente de curarse en salud.
El actual enfriamiento económico no es
un fenómeno de corto plazo y que requiere, por lo tanto, solo de políticas de demanda
anti-cíclicas. Los que piensan así, en el fondo confían en el «rebote» de la
producción primaria. Son claramente partidarios del actual estilo de
crecimiento y confían en su sostenibilidad. Pero esta confianza choca con el
fin del crecimiento de los precios de los minerales y con el estancamiento de
la economía internacional que continuará en los próximos años. En el mismo lado
se encuentran los que promueven una mayor flexibilización del mercado laboral,
como los que creen que mejorando el humor y expectativas de los empresarios se
estimulará la inversión privada.
Ninguno de estos analistas cae en la
cuenta que los límites del estilo de crecimiento se encuentran en el propio
patrón de acumulación de capital y en la estructura productiva terciarizada de
baja productividad que fue configurada en las casi dos décadas de
neoliberalismo. El crecimiento fue
liderado por las exportaciones primarias (minerales) y por los sectores no
transables de comercio, servicios y construcción, que generan el 70.5% del PBI
y emplean a cerca del 70% de la PEA ocupada. Estos sectores no-transables y el
sector agropecuario que es predominantemente tradicional, generan el 79% del
PBI y dan empleo al 88.7% de la PEA ocupada que en su gran mayoría es de baja
calificación y productividad.
La estructura de precios relativos que
configuraron las políticas neoliberales, redujeron relativamente la inversión
en maquinaria y equipo para la industria y la agricultura, favoreciendo a la
inversión en construcción y en la explotación de productos primarios. El
resultado ha sido un lento crecimiento de la capacidad productiva per cápita, junto
a una penetración masiva de importaciones que ha desplazado a la producción
local. Durante el período 2000-2013, el PBI potencial creció a la tasa de 5.6%,
mientras que el producto potencial manufacturero y agropecuario lo hizo sólo a
la tasa de 4.8% promedio anual. En consecuencia, aumentos sostenidos del PBI
per cápita provocarían aumentos significativos de importaciones y crecientes
déficits comerciales.
En otras palabras, sin impulsos
externos que estimulen las exportaciones primarias, crecer solo con impulsos de
demanda interna generaría, más temprano que tarde, fuertes presiones
inflacionarias y/o déficits importantes en la balanza comercial y en la balanza
en cuenta corriente. Nótese que durante el primer trimestre de este año se
registró una tasa de crecimiento del PBI de 4.8%, junto a un déficit en la
cuenta corriente de 6.0% del PBI. De otro lado, la tasa anual de inflación,
correspondiente a los últimos 12 meses (junio 2013 a junio 2014), fue de 3.45%,
muy por encima del límite superior de la meta de inflación establecida por el
Banco Central.
La responsabilidad de los neoliberales
Es posible que los neoliberales como
Castilla ahora estén implorando para que China vuelva a crecer como antes.
Recuerden que este ministro dijo, en octubre de 2011: «De verdad le prendo una
velita todos los días y rezo para que la China no se nos caiga». No hizo nada
para impedir el actual enfriamiento; siguió en piloto automático y gastando
«velitas». Todos los economistas neoliberales se negaron a ver las
vulnerabilidades y límites del estilo de crecimiento que apuntalaron. Hacerlo
habría significado poner en duda a su credo neoliberal y quizá optar por su
transformación.
La década de alto crecimiento fue
desaprovechada porque no se construyeron las bases institucionales que
determinan los incentivos y apoyos a la inversión privada nacional y extranjera,
orientada al desarrollo de la agricultura,
de la agroindustria y de la manufactura. Se requería un nuevo marco legal para
poner en igualdad de condiciones a la inversión nacional y extranjera, y promover
su orientación hacia actividades de transformación y creación de valor. También
se requería un nuevo esquema de financiamiento basado en el mercado de
capitales para apoyar las inversiones de las medianas y pequeñas empresas. No
se hizo la revolución educativa para elevar los niveles de educación y salud de
la población. No se emprendió una auténtica reforma tributaria para evitar la
descapitalización del país (salen más capitales que los que entran por
inversión extranjera) y aumentar significativamente los
presupuestos de educación y salud. No hicieron planes de inversión en
infraestructura para ayudar a crear mercados internos con base a un nuevo
esquema de regionalización.
A modo de conclusión
Hay más cosas que no se hicieron, pero
no se puede dejar de mencionar que los neoliberales justificaron la caída
sistemática del tipo de cambio real, con lo cual afectaron la producción de
transables y acentuaron el lento crecimiento de la capacidad productiva per
cápita.
Publicado en el Diario UNO, el sábado 19 de julio.
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