«Yo no conocía la estatura melancólica del
agua» Manuel Scorza
Las instituciones políticas
extractivistas no son plurales, son antidemocráticas, no incentivan la
innovación en la política, le temen a la
participación y a la fiscalización. Por eso favorecen el desarrollo de la
corrupción. Estas instituciones –como el Estado y los gobiernos extractivistas
del «Perú independiente»--, son una prolongación de las instituciones
coloniales que basaron su existencia en el sometimiento de las poblaciones
nativas. Promueven el comportamiento «cortesano», toleran la formación de «guetos
sociales» con poder económico, menosprecian a las poblaciones nativas, toleran
el racismo. Y, claro está, los que se hacen del poder gobiernan al margen de
los intereses populares, pero extrayendo la «plusvalía política» que le generan
sus «seguidores». Por todo ello, el extractivismo político es contrario a la
inclusión social.
El extractivismo
económico
El paradigma de político extractivista
es PPK. En el CADE de 2006 dijo: «Esto
de cambiar las reglas, cambiar los contratos, nacionalizar, que es un poco una
idea de una parte de los Andes, lugares donde la altura impide que el oxígeno
llegue al cerebro, eso es fatal y funesto…».
Su menosprecio a la población andina es evidente. Pero en esta
afirmación hay también una concepción económica extractivista que hoy parece
dominar el gabinete ministerial del gobierno del presidente Humala. Se trata de
una concepción que sostiene que ya somos una potencia emergente, como país
minero (y también gasífero). Hemos crecido –dicen-- a tasas altas durante cerca
de una década y hemos incrementado notoriamente nuestras exportaciones. Pero no
dicen que durante todos estos años de crecimiento del PBI y de las exportaciones
(básicamente tradicionales), los precios de los productos mineros aumentaron significativamente.
Las instituciones económicas extractivistas
son rentistas; aprovechan la renta natural de los recursos minerales, gasíferos
y petroleros. Operan donde no hay transformación y procesamiento tecnológico
para la generación de productos con valor agregado, por eso se ubican más en las
finanzas, en mercados cautivos o en la extracción de recursos naturales. No
fomentan la competencia ni incentivan la innovación y el desarrollo industrial para
diversificar la economía. Favorecen la concentración de la propiedad y el
desarrollo de monopolios y oligopolios, por eso son enemigas de la regulación
de los mercados. Basan su existencia en salarios bajos, y no les importa la
apreciación de la moneda. No generan inclusión social.
El extractivismo
en el gobierno de Humala
El presidente
Humala no está fortaleciendo la democracia. Sus «idas y venidas» con el proyecto
Conga y la violenta represión de la protesta en la provincia de Espinar del
Cusco, revelan, no su impericia ni su desconocimiento de los problemas
sociales, ambientales y económicos generados por la explotación minera, sino su
tendencia autoritaria, su convencimiento de que la política es mandar, instruir
a sus operadores y evitar la rendición de cuentas. Humala no es un líder dialogante.
Humala ha
decidido ser continuador del extractivismo minero, por eso se ha rodeado de sus
conspicuos representantes (como sus ministros de economía, de vivienda, de
energía y minas, y otros). Estos, liderados por Castilla, recortaron las metas
de las políticas sociales y limitaron la aplicación del impuesto a las
sobreganancias. Y, ahora están fomentando la concentración de la propiedad de
la tierra en Olmos, excluyendo a los pequeños agricultores.
No hay
que ser anti-minero para asumir los objetivos de la diversificación productiva,
o para sostener que la inversión
extranjera en la minería --además de no depredar el medio ambiente, de no
convertir en páramos las tierras de los campesinos y de tributar con
justicia—debe ayudar a crear industria con los minerales que extrae del
subsuelo, sumándose al objetivo de la diversificación productiva.
La
minería no es generadora de empleo. Durante 2001-2010, que incluye siete años
de precios altos de los minerales, la minería dio trabajo a solo el 0.9% de la
PEA ocupada. La minería no es un sector innovador. No procesa o industrializa
los minerales que extrae del subsuelo; por eso en ese mismo período, su
productividad se redujo a una tasa de 8.2% promedio anual. Es el único sector
cuya productividad desciende precisamente en el período de bonanza minera por los
altos precios en los mercados internacionales.
Pero, durante
2001-2010 la agricultura y la manufactura dieron trabajo al 30.5% y 10.4% de la
PEA ocupada, respectivamente. Estos dos sectores y el sector comercio emplearon
al 64.3% de la PEA ocupada. La agricultura y manufactura, a pesar de haber sido
afectadas por las políticas neoliberales, son todavía las que multiplican más el
empleo y los ingresos.
A modo de
conclusión
Es
posible una nueva minería con responsabilidad social y ambiental, que tome en
cuenta los efectos del cambio climático en la disponibilidad de agua, y que se
comprometa a industrializar los minerales para hacer viable la transferencia de
tecnología y la generación de empleo. Pero este nuevo modelo de minería tiene que
insertarse dentro de una estrategia de desarrollo de mercados internos, de
diversificación productiva, priorizando el agro, la agroindustria y la
manufactura. Esta es la estrategia de desarrollo de una economía nacional de mercado que ofreció el candidato Ollanta
Humala.
Publicado
en el diario La Primera el sábado 2 de junio
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