Con la tasa de 6.9% registrada
en el año 2011, hemos concluido una década de sostenida generación de riqueza
material pero que la amplia mayoría de peruanos
no la disfruta. Desde el año 2002 hemos crecido a la tasa de 6.4%
promedio anual. Entre 1996 y 2001 crecimos sólo a la tasa de 2% promedio anual.
Entre 1987 y 1992 nos empobrecimos absurdamente: el PBI se redujo en 24.3%. Recién en el año 1996 recuperamos el PBI que
generábamos en 1987, empero la población ya había aumentado en 3 millones 931
mil personas y sólo recién en el año 2005 nos acercamos al producto per cápita
de 1987. Tuvieron que pasar 18 años para
recuperar lo perdido.
Cambio en la estructura
de la Economía
Al inicio de esta
década de crecimiento se cambió el esquema institucional de política monetaria
y fiscal que se practicó durante el «fujimorato»,
pero en materia de estilo de crecimiento se continuó descuidando a la industria
y a la agricultura.
Desde
los años noventa cambia la estructura de las exportaciones y de la producción. El
77% del total de las exportaciones son de productos tradicionales, pero al
interior de estos productos los mineros ganan participación; no llegaban al 50%
del total de las exportaciones, pero después de 2002 –coincidiendo con el
aumento espectacular de sus precios en el mercado internacional-- su
participación aumentó hasta un promedio de 60%.
También
cambia la estructura de la producción. La participación del sector primario
(agropecuario, pesca, minería e hidrocarburos) en la generación del producto, aumenta
después del año 2000 de 13% hasta cerca del 15%, muy por encima del registrado en
el período 1950-1997. Este cambio se debió al incremento notable del peso de la
minería en el total de la producción primaria: pasó de 25% a 33.8%. Si embargo,
hubo otro cambio importante: la manufactura no-primaria, que pertenece al
sector secundario, perdió peso en el total de la producción. Redujo su
participación a 12% después de haber llegado a representar cerca del 15% de la
producción total.
Todos
estos cambios fueron acompañados por un sector terciario (Comercio y Otros
servicios) dominante que «genera» el 63% del PBI. Podemos concluir, entonces,
que nuestra economía de las dos últimas décadas es más primaria y terciarizada,
y menos manufacturera.
La
desigualdad y la precarización del empleo
El cambio
estructural tuvo consecuencias importantes en el empleo y la generación de ingresos.
Cerca del 76.5% del PBI es producido por los sectores primario y terciario. Si
le agregamos la construcción y la actividad «procesadora de recursos primarios»,
el porcentaje sube a 85.2%. La
Manufactura no primaria, perteneciente al sector secundario, genera solo el 12%
del PBI; esta pérdida de importancia de la manufactura debilitó su capacidad de
generación y multiplicación de empleos e ingresos. La elasticidad empleo-producto
de este sector disminuyó de 0.8 a menos de 0.5.
Precisamente
en los sectores primario y terciario se encuentran el 34.2% y el 51.2% de la
PEA ocupada, respectivamente; es decir, el 85.4% del empleo total. El 33.2% se
encuentra en la Agricultura, Ganadería y Pesca, y sólo el 1.1% en Minería. De otro lado, el 35.6% de la PEA ocupada es
«pobre y pobre extremo», y el 87.5% de este grupo de peruanos se encuentra en
los sectores primario (básicamente agricultura, ganadería y pesca) y terciario
(comercio y otros servicios).
Finalmente,
en los sectores primario (básicamente, la agricultura) y terciario se encuentra
gran parte de los ocupados en «empresas de 2 a 9 trabajadores», los independientes
y los «trabajadores familiares no
remunerados». Este grupo representa el 76.1% de la PEA ocupada. Además, son
«pobres y pobres extremos» el 31% de los que se encuentran en «empresas de 2 a
9 trabajadores», el 40.4% de los Independientes, y el 58.6% de los «trabajadores
familiares no remunerados».
No
hay duda entonces que el actual estilo de crecimiento es funcional a la
exclusión social y a la desigualdad. El grueso de la PEA en situación de
pobreza y con bajos ingresos (un promedio de 650 soles mensuales en «empresas
de 2 a 9 trabajadores»), se encuentra en la agricultura –relegada por todos los
gobiernos—y en el sector terciario (comercio y otros servicios).
Conclusión: Los
riesgos de la descapitalización
Nuestra manera de
crecer está, además, acompañada de un proceso de descapitalización. Entre 2003
y 2011 las empresas extranjeras repatriaron utilidades por 59 mil millones de
dólares e ingresaron como inversión extranjera directa 42 mil millones de
dólares (que incluyen reinversiones por 33 mil millones, según información del
BCRP). En ese mismo período el superávit acumulado de la balanza comercial fue de 51.2 mil
millones de dólares, cifra inferior a las utilidades repatriadas. El
stock de inversión extranjera representa apenas el 35.6% de las utilidades
repatriadas. Estamos seguros que el gravamen minero no morigerará este proceso
de descapitalización. Los recursos naturales no renovables constituyen un
activo, cuya disminución o desaparición, si no se compensa con inversiones en
otros activos, perjudica el bienestar de las generaciones futuras.
En conclusión, la gran tarea de este gobierno no es
solo apuntalar los programas sociales, sino iniciar el desarrollo sostenido de
la industria y de la agricultura para integrar definitivamente la economía
moderna con la geografía y la demografía del país.
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