Había terminado de leer «La Realidad Económica del Perú» de Rómulo A. Ferrero, publicado en
marzo de 1943 en «El Trimestre Económico»,
cuando llegó a mis manos el reciente libro de José Matos Mar «Perú: Estado Desbordado y Sociedad Nacional
Emergente». El artículo de Ferrero me sugirió escribir sobre el pasaje de
una economía agrícola de baja productividad, existente en los años previos a la
segunda guerra mundial, a la actual economía terciarizada (o dominada por el
comercio y otros servicios), también de baja productividad.
Leyendo el libro de Matos encontré una relación entre
la terciarización económica y lo que el llama el Otro Perú --constituido por la población serrana y amazónica, pobre
y discriminada por el Perú Oficial
que es básicamente costeño. El Otro Perú migra
a las principales ciudades costeñas «para abatir su precariedad y pobreza».
Pero, según Matos, este proceso de casi siete décadas estaría conduciendo,
ahora mismo, a cerrar «la brecha histórica
entre los dos Perú».
¿Será posible esta «hazaña modernizadora del Otro Perú» sin cambiar el actual estilo
de crecimiento de la economía?
De la economía agrícola a la economía terciarizada
La
economía de fines de los años 30, dice Ferrero, era esencialmente agrícola
(incorpora ganadería, silvicultura, caza y pesca). Este sector contribuía con el
36.4% del producto y empleaba al 62.5% de la PEA ocupada. Le seguían en importancia la industria y el sector terciario
(comercio y otros servicios): generaban el 11% y 33.3% del producto, y empleaban
al 15.4% y al 18.5% de la PEA ocupada, respectivamente. La minería
explicaba el 19.3% del producto, pero empleaba solo al 1.8% de la PEA ocupada. Esta economía era poco
moderna porque gran parte de la ocupación y de la producción provenía de lo que
Matos llama el Otro Perú, «agrario y
rural, pobre y precario». El producto per cápita de 1940 representaba, según
Ferrero, el 8.7% del correspondiente a Estados Unidos.
En la actualidad, después de siete
décadas, tenemos, según las cifras del nuevo año base 2007, una economía dominada
por el sector terciario (comercio y otros servicios) que genera el 55.6% del
producto y da empleo al 56.8% de la PEA
ocupada. Le siguen en importancia la industria (incluye procesadoras de
recursos primarios) y la agricultura (incluye ganadería, silvicultura, caza y pesca):
generan el 16.5% (3.0% le corresponde a las procesadoras de recursos primarios)
y el 6.7% del producto, y emplean al 10.9% y al 25.6% de la PEA ocupada, respectivamente. La minería
explica el 14.4% del producto, pero emplea solo el 1.2% de la PEA ocupada. En resumen, el 62.3% de la
producción y el 82.4% del empleo corresponden al sector terciario y a la
agricultura. Así, en 70 años hemos pasado, sin industrializarnos, a una
economía básicamente terciarizada, poco moderna y de baja productividad.
El estilo de crecimiento y el Otro Perú
El
gran «receptor» del Otro Perú ha
sido, entonces, el sector terciario (comercio y otros servicios), junto a una
agricultura, venida a menos desde hace tiempo, pero que aun emplea a la cuarta
parte de la PEA ocupada. Pero hay que
señalar que esta estructura se configura fundamentalmente durante las últimas
dos décadas de neoliberalismo.
Parece
que corrimos mucho para permanecer en el mismo sitio, y siempre descuidando la
sierra y la selva. Al atraso de la población agrícola, desde los años 30, se sumó la precariedad y pobreza de gran
parte de la población del sector terciario. En 1940 el 25% de los habitantes
vivía en la costa; hoy es un poco más del 52%. No cambió la «considerable
superioridad de la costa sobre la sierra y la selva» que destacaba Ferrero. Tampoco
cambió mucho nuestra posición relativa en el mundo: el producto per cápita del
2010 representa sólo el 11.2% del correspondiente a Estados Unidos.
Así,
las condiciones precarias del Otro Perú
se reproducen con el actual estilo de crecimiento que privilegia la minería y la
inversión extranjera, descuida a la industria y a la agricultura, y no crea
empleos ni ingresos decentes. El Otro
Perú creó un mercado para la economía del Perú Oficial, pero es un mercado interno anémico incapaz de impulsar
por si mismo la diversificación productiva. Las empresas de «1 a 10
trabajadores» --que emplean al 73.5% de la PEA
ocupada y donde la parte urbana de esta PEA tiene un ingreso promedio de
797.4 soles mensuales-- se ubican principalmente en la agricultura y el sector
terciario.
A modo de conclusión
Industrializarse,
decía Ferrero, «es una necesidad vital». Es mejor ruta que la primario-exportadora
para elevar el nivel de vida de la población. Empero, advertía, que «no cabe un
desarrollo industrial apreciable» si no se desarrollan mercados. En Perú, afirmaba,
el «mercado interno es limitado no por el volumen de la población, sino por el
bajo poder adquisitivo de la mayor parte de ella». Matos, por su parte, dice
que el Otro Perú, --que desde hace 70
años se esfuerza en integrar social y culturalmente al país-- es el camino
alternativo a la modernidad; pero este Otro
Perú «demanda trabajo formal, educación de calidad, servicios de salud,
agua potable y alcantarillado y, sobre todo, un Buen Gobierno dispuesto a realizar los cambios estructurales
requeridos y necesarios».
En
mi opinión, por lo tanto, este Buen
Gobierno, para culminar la construcción de la Nación, debe empezar a cambiar
el actual estilo de crecimiento neoliberal mediante el desarrollo de mercados internos
para impulsar la diversificación productiva.
Publicado por el diario La Primera el sábado 17 de marzo.
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