Por segunda vez en la historia moderna del país, durante los años 2005-2006 se realizará un proceso electoral en el marco de una economía que crece sostenidamente y que se encuentra en los albores de un nuevo patrón de crecimiento. La primera vez fue el proceso de los años 1961-1962 que terminó en un golpe y en un contragolpe de estado. En el año 1959 se había promulgado la ley de industrialización y la economía crecía a tasas por encima del 8% anual. Eran los primeros años de un nuevo estilo de crecimiento basado en la industrialización por sustitución de importaciones, pero que nació espurio por el dominio del mercantilismo liberal en la política económica y en los procesos políticos del período que va del régimen militar de Odría a la crisis económica de 1967-1968.
El gobierno surgido del contragolpe, convocó a nuevas elecciones generales para 1963. La economía crecía a la tasa de 5.4%, menor que la de años anteriores. El nuevo partido Acción Popular --fundado en 1956-- resultó vencedor a medias, pues su líder Fernando Belaúnde asumió la presidencia huérfano de mayoría parlamentaria. Los años de su gobierno fueron dominados por el llamado primer poder del estado, es decir, por un congreso dominado por el APRA y su aliado, antes su represor, la Unión Nacional Odriista. Desde este lugar se generaba un recalcitrante ruido político en el contexto, como ahora, de una economía que crecía a una tasa de 6.2% promedio anual entre 1963 y 1967.
Al releer los hechos económicos, sociales y políticos de esos años, uno se pregunta si Belaúnde no habría sido el primer out-sider triunfador y que, sin embargo, era un auténtico in-sider por el contenido nacional de sus propuestas. En efecto, y sólo para destacar la similitud con algunos temas que deben discutirse en la actualidad, debemos mencionar dos de los cuatro componentes del plan de acción política de su partido: la colonización vial del país y la revolución del crédito. Con la primera se pretendía incorporar las mejores tierras para la agricultura y, al mismo tiempo, elevar la calidad del habitat de los hombres del campo. Con la segunda se proponía promover el crédito hipotecario y la utilización del ahorro interno en el desarrollo nacional, reformando el mercado dominado por la intermediación bancaria o, con palabras de Belaúnde, por el oligopolio financiero-comercial. Ninguno de estos temas captó la atención de los partidos tradicionales de la época. ¿No es verdad que la prensa de esos años ridiculizaba el proyecto acciopopulista de la marginal de la selva y de su versión ampliada: la unión vial de países vecinos como paso previo para alcanzar la integración del continente?
Cuando el congreso del gobierno de Prado revisó la ley de industrialización, los citados dos temas brillaron por su ausencia. En cambio, a la ley se le incorporaron incentivos a la participación del capital extranjero y exoneraciones de impuestos a la importación de equipos y bienes intermedios. Además, se adoptó una modalidad de industrialización que hizo inviable la posibilidad de sustituir bienes intermedios y de capital, bloqueando, por tanto, la continuación del propio proceso industrialista. Se creó así una industria incapaz no sólo de articular la economía y el mercado internos, sino también de modificar la composición del comercio exterior y su tendencia recurrente al déficit. Esta industria, surgida de la componenda, exigía una alta protección efectiva para compensar el efecto negativo de la apreciación monetaria sobre la rentabilidad de las inversiones en manufacturas.
Como los políticos tradicionales no miraron hacia adentro para imaginar medidas orientadas a superar el tamaño pequeño del mercado interno, buscaron en la reforma agraria y la integración el remedio para impulsar la expansión manufacturera. El gobierno militar de 1968-1975, más proteccionista que el anterior, precisamente por descuidar la expansión y la creación de mercados internos, no logró impulsar las inversiones privadas para sostener el crecimiento, superar el atraso agrícola, y promover la articulación intraindustrial y sectorial de la economía. Al igual que los neoliberales de ahora, los militares de esos años miraron fuera del país para ampliar los mercados con pactos de comercio e integración, pero con la diferencia de que adherían a la programación industrial conjunta. Además, los militares proteccionistas sustentaron el crecimiento, como lo hicieron los mercantilistas neoliberales en los 90, en las exportaciones de productos derivados de la explotación de los recursos naturales no renovables. Así, durante casi tres lustros se perdió la oportunidad de crecer construyendo país.
Diario La República
Thursday, December 23, 2004
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