Los políticos actuales y los mercantilistas neoliberales siguen dominados por el razonamiento centrífugo cuando se enfrentan a los temas básicos del crecimiento económico. Como ayer, están convencidos que debemos buscar mercados fuera de nuestras fronteras --no crearlos adentro-- y promover al mismo tiempo la inversión extranjera. Al igual que en los años del primer gobierno de Belaúnde y del gobierno militar que le siguió, no discuten cómo desarrollar y expandir las cadenas productivas, cómo aumentar la inversión en infraestructura vial y portuaria, ni indagan en las formas, distintas a los créditos convencionales, de expandir el financiamiento para la inversión productiva local. Unos buscan la proliferación de tratados comerciales y otros se organizan para promover fundamentalmente la inversión extranjera.
Si bien estos temas son también relevantes, pocos debaten cómo sostener el crecimiento de los últimos 40 meses e impedir que se bloquee o que se pervierta su patrón actual. ¿Tendrá que venir un out-sider con una visión de país, para apoyar la actual configuración de un nuevo estilo de crecimiento liderado, como a fines de los años 50, por los sectores productivos no primarios, pero que en esta oportunidad es acompañado con superávit externos, con bajísima inflación, con relativa flexibilidad cambiaria bajo libre movilidad internacional de capitales, con apertura comercial, y con un cambio significativo en la composición de las exportaciones, donde las más dinámicas son las manufactureras y agro-industriales?.
Para apuntalar este nuevo patrón de crecimiento se necesita expandir la inversión privada local. Y para que esta inversión crezca y se expanda, a lo largo y ancho del país, hay que superar las dos restricciones que ella enfrenta en economías como la nuestra: en primer lugar, el tamaño reducido y la poca diversidad del mercado nacional, factor que influye en su rentabilidad; y, en segundo lugar, la inexistencia de financiamiento de mediano y largo plazos. Estas restricciones no las tiene la inversión privada extranjera.
La restricción del tamaño y diversidad del mercado doméstico no se resuelve cabalmente sólo mirando a los mercados externos. Es harto sabido que entre la economía y la geografía del país no existe vinculación estrecha. No se desarrollan relaciones entre la agricultura y la industria, porque los espacios geográficos y demográficos provinciales no están interconectados. La marginación de grandes masas campesinas y, ciertamente, su atraso tecnológico, se explican por el desarrollo de actividades manufactureras modernas que no generaron encadenamientos con el sector agropecuario. Esta economía desarticulada hace imposible crear nuevos mercados en sus vastos espacios geográficos y demográficos provinciales. Por tanto, hay una tarea urgente de colonización vial, como reclamaba Belaúnde, que fue incumplida o marginada históricamente por otros intereses. Las conexiones viales entre las distintas zonas geográficas y demográficas ampliarán los mercados existentes y harán posible la creación de otros nuevos, condición indispensable para el aumento sostenido de la productividad y, consecuentemente, de la competitividad.
Por otro lado, la restricción de financiamiento en moneda local que enfrenta la inversión privada doméstica, es mayor para plazos medios y largos cuando los sistemas financieros están dominados por la intermediación bancaria. La revolución del crédito que preconizaba Belaúnde, es la segunda tarea urgente para sostener la nueva modalidad de crecimiento económico surgida en los años recientes. Esta tarea, en los tiempos actuales, significa implica expandir y diversificar el mercado doméstico de capitales en moneda local. El gobierno actual empezó esta tarea con su Programa de Creadores de Mercado, pero todavía falta mucho por hacer.
Para terminar, pregunto si podrá surgir otro out-sider como Fernando Belaúnde, después de 50 años de su incursión partidaria, que nos convenza ahora sí a todos que para integrarnos bien al mundo como país, hay que «salir del villorrio para buscar fortuna» mediante la colonización vial creadora de mercados internos y mediante la expansión del mercado de capitales, en nuestra propia moneda, para canalizar los ahorros hacia la inversión productiva a lo largo y ancho de nuestro territorio. Si la historia se repite, ojalá que no sea como farsa, sino como esperanza.
Diario La República
Friday, December 24, 2004
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