En un artículo anterior señalamos que no hay razones para modificar el actual esquema institucional de las políticas fiscal y monetaria. Estas políticas, distintas a las adoptadas en los años noventa, contribuyeron a salir de la larga recesión de los años 1998-2001 y, por cierto, no son responsables de los insuficientes niveles de empleo e ingresos de la población. ¿Qué debe cambiar, entonces? ¿El modelo económico? A juzgar por la información de la prensa de las últimas semanas, existe un cuestionamiento abierto al modelo económico por parte de algunos políticos, economistas y periodistas. El lector recordará que muchos de estos se cuidaron mucho de criticar (sobre todo durante las campañas electorales) tanto las políticas como el modelo económico del fujimorismo.
¿Usted cree, estimado lector, que los citados críticos saben cuál es el modelo económico actual? O, en fin… ¿cree usted que ellos saben qué es un modelo económico? Sin duda saben que el modelo se define, en primer lugar, por la forma cómo se asignan los recursos con el propósito de aumentar la capacidad de producción de una economía. Si esta asignación se hace fundamentalmente a través del mercado, entonces se trata de un modelo económico de mercado. Pero esto no basta. La asignación de recursos a través del mercado presupone la existencia de una determinada estructura de precios relativos. Este es el segundo elemento definitorio del modelo económico, pues la naturaleza de esa estructura determina el patrón de crecimiento de una economía, es decir, nos permite identificar no sólo a los sectores que lideran el crecimiento económico, sino también el carácter de la relación que establece la economía de un país con el resto del mundo. El patrón de crecimiento y la tecnología que se adopta, permite saber si el modelo económico es capaz de generar empleo e ingresos, y también de multiplicarlos. Si este patrón es primario exportador y no se sustenta en la expansión del mercado interno, entonces el crecimiento económico generará relativamente poco empleo y se frenará, más temprano que tarde, por el creciente desequilibrio externo que él origina.
A esta altura, el lector se preguntará ¿cómo se configura una determinada estructura de precios relativos? Son las reformas y los esquemas de política macroecómica los que configuran una determinada estructura de dichos precios. Veamos, por ejemplo, lo ocurrido en los años de crecimiento 1993-1997 de la década pasada. Se trató de un crecimiento fundamentalmente reprimarizador y contrario a la producción de transables no primarios. Se utilizó el tipo de cambio como principal instrumento antiinflacionario en un mercado financiero con altas tasas de interés y que favorecía el crédito en dólares. En consecuencia, las altas tasas de crecimiento de los años 1993-95 y 1997 no incrementaron el empleo ni redujeron drásticamente la pobreza, y fueron acompañadas de crecientes déficit en la balanza comercial.
El patrón de crecimiento económico actual es, a nuestro juicio, totalmente distinto aunque embrionario. El nuevo esquema de política monetaria –que hemos comentado en otro artículo-- no utiliza el tipo de cambio con propósitos antiinflacionarios. El tipo de cambio real bilateral disminuyó a una tasa de 5.9% promedio anual durante los años 1990-1997, período que incluye todos los años de crecimiento de la década pasada. Pero aumentó a una tasa de 0.3% promedio anual durante los años 2001 a 2003. Un comportamiento similar registra el tipo de cambio real multilateral.
De otro lado, la incorporación al mercado del Programa de Creadores de Mercado de Deuda Pública Interna ha fortalecido el mecanismo de transmisión de la política monetaria --que en el esquema mencionado, es la tasa de interés--, con la generación de la curva de rendimientos libre de riesgos, en soles y a distintos plazos. Esto está estimulando el desarrollo del mercado doméstico de capitales. Por primera vez en la historia económica de nuestro país se están creando las condiciones para que la inversión productiva privada nacional encuentre financiamiento de mediano y largo plazos en el mercado doméstico de capitales. Las tasas de interés bajaron durante los dos últimos años y se redujo ligeramente la dolarización del portafolio bancario. Por esta razón, a diferencia del crecimiento de la década pasada, el aumento de los créditos domésticos no está asociado a flujos de capital externos.
Finalmente, ¿qué podemos decir de la composición sectorial del crecimiento actual? A diferencia de lo ocurrido en los años noventa, la tasa promedio de crecimiento de la manufactura es mayor que la del PBI. Lo contrario ocurre con la tasa de crecimiento del conjunto de los sectores primarios. Además, es la primera vez en la historia moderna del país que el crecimiento económico es acompañado de superávit comerciales crecientes. Se trata de un crecimiento económico relativamente menos adicto a importaciones e impulsado también por el repunte de las exportaciones no tradicionales, sobre todo agroindustriales y textiles. Es verdad que tasas más altas de crecimiento económico darán lugar a mayores tasas de importaciones de bienes de capital, pero lo que no podrá restaurarse es la propensión al “stockeamiento” de este tipo de importaciones como ocurrió en la década pasada antes de la crisis financiera internacional, debido al atraso cambiario y la evidente posibilidad de una devaluación monetaria. No hay que olvidar que la autoridad monetaria actual no tiene una meta cambiaria, sino una meta inflacionaria.
El modelo económico actual ha resuelto la contradicción entre la estabilización y el crecimiento que caracterizó al modelo de los noventa. Si bien falta mucho por hacer, visto en perspectiva, su consolidación y mejoramiento irá de la mano con la satisfacción de las demandas de la población.
Gestión. Diario de Economía y Negocios
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