Saturday, March 12, 2016

Digámosle NO a la corrupción y votemos contra el neoliberalismo


La exclusión de Julio Guzmán y de César Acuña de la contienda electoral, deja sin derecho a elegir a sus candidatos a cerca de la quinta parte del electorado. Solo esto podría indicar que estamos ante un proceso totalmente viciado. Parafraseando a Rousseau podríamos decir que en nuestra «democracia» ya no somos libres ni antes ni en el mismo acto de votar. El uso que hacemos de nuestra libertad en «los cortos momentos que utilizamos para votar», ha sido ahora envilecido por el Jurado Nacional de Elecciones (JNE). Llama sobremanera la atención, la exclusión de Guzmán. El JNE tomó esa decisión supuestamente porque en el partido de Guzmán se siguieron «procedimientos incongruentes con sus normas internas». Lo excluyó entonces por una falta administrativa. Una falta de este tipo ha sido puesta por encima de un derecho constitucional.
 
Pero lo más grave es otra cosa. El JNE es ilegítimo porque esta penetrado por personas que han cometido «inconducta funcional», que han recibido dinero para restituir en su puesto a un alcalde corrupto, y, en fin, por personas estrechamente vinculadas a uno de los partidos (dizque con historia) que participa con una alianza en el actual proceso electoral. Estos señores del JNE no han cometido faltas administrativas. Sus actos corruptos los invalidan para ser dignos representantes del poder electoral. Este JNE, entonces, no merece el respeto del pueblo. Como dice John Stuart Mill, en la política «la conducta y solo la conducta da derecho al respeto; en lo que el hombre ejecuta se funda su derecho a la consideración pública; y el mérito lo aceptamos por único título legítimo para el ejercicio del poder y la autoridad» (Mill, 2008: 294-295).   
 
Degradación de la vida política y social
 
El JNE ha favorecido –ellos dirán que No-- a candidatos que financiaron sus estudios con dinero robado al Estado; a los que fugaron para que prescriban sus actos ilícitos contra los derechos humanos y contra el patrimonio del Estado; a los narco-indultadores; a los lobistas, racistas y discriminadores de las poblaciones andinas; y, a los que entregaron el gas al poder transnacional. Estas son las opciones que el JNE ha definido y le ofrece al pueblo. Dirán que hay otros (aunque están en la cola de las encuestas); pero es claro que no son los favoritos de este JNE.
 
Desafortunadamente lo que demuestra la situación electoral actual es la total pérdida de valor de los principios no solo en la administración de la cosa pública sino también en parte de la población que acepta a los «roban pero hacen obras».  Sobre cómo hemos llegado a esta situación escribí en mi artículo del 20-02-2016. El neoliberalismo y la inconducta de los sucesivos gobiernos, fueron destruyendo los principios que regulan la vida política y social en nuestro país.  Hay –como dice Eloy García, aunque refiriéndose a su país España--, una situación de decadencia, de degeneración, de corrupción. No nos habla del sentido jurídico de este término «en el sentido de la infracción penal», sino de su sentido sociológico-político, es decir, de la pérdida de «vigencia social de los principios».
 
«Hay corrupción –dice Eloy García-- cuando los gobernantes no obedecen ellos mismos las reglas que exigen e imponen a los gobernados, y cuando los gobernados no condenan moralmente esas conductas sino que buscan ansiosamente los medios para también ellos, poder llevarlas a cabo de manera impune. La corrupción es, por consiguiente, un estadio social en el que la sociedad en su conjunto (gobernantes y gobernados), desconocen las pautas de conducta moral que se proclaman como imperantes, y se vinculan, más o menos vergonzosamente, a otras reglas que forman parte de una moralidad nueva, al menos por el momento públicamente inconfesable» (E. García, 2012: 204).
 
«Ser ciudadano significa aprender a decir no»
 
Esta frase que se le atribuye a Émile Chatier (Alain), es un llamado que calza perfectamente en la situación actual de nuestro país. Podemos utilizarla para crear conciencia pública y pedir a la población que elija solo tomando en cuenta a los que hoy se encuentran en la cola de las encuestas. ¡Ojalá no les salga la jugada ni al dueño del ego colosal, ni a la candidata del «fujimorato», ni al lobista que entregó el gas!
 
La degeneración y la decadencia, la ruptura de valores morales y una práctica política y social «que poco a poco fuerzan las normas establecidas», generan una situación de ilegitimidad que puede desembocar en un cambio social, un cambio que restituya el valor de la política como instrumento de justicia social. El régimen político de la impostura no puede durar tanto tiempo. Las sociedades no pierden totalmente su capacidad de recuperación, de una cura moral.   
 
Pero es importante señalar que esta situación no se resuelve con medidas jurídicas. No se trata ahora de sancionar individualidades, porque la situación por la que atraviesa nuestra sociedad no es un problema individual, sino social. Y, como diría Eloy García, es la hora de tomar medidas sociales, es la hora de la sociedad porque solo esta puede cambiar el estado de cosas actual. Aprendamos a ser ciudadanos. Digámosle NO a esta situación y votemos por el candidato o candidata que ofrece cambiar el actual modelo económico y el sistema político.
 
A modo de conclusión
 
No podemos permitir la continuidad del neoliberalismo ni en la economía ni en la política. No podemos permitir la continuidad de gobiernos que nos han conducido a la actual degradación social y política. Tenemos que decirle No a los corruptos y entreguistas de los últimos veinticinco años. Es la oportunidad de ser libres votando contra el neoliberalismo y el Extractivismo rentista.
 
 
 
Publicado en el Diario UNO el sábado 12 de marzo

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