Saturday, April 25, 2015

Globalización y modernización neocolonial

El gobierno de Humala está dispuesto a imponer el proyecto de la empresa Southern Peru Copper Corporation, para explotar los yacimientos de cobre Tía María y  La Tapada que se encuentran en la cabecera del Valle de Tambo en la provincia de Islay de Arequipa. El pueblo se opone a este proyecto minero a tajo abierto porque existe el riesgo de que ocasione erosión ecológica y daños irreparables a la agricultura del valle.
 
Obediente con la Sociedad de Minería, el gobierno de Humala ha enviado un espectacular contingente de policías para hacer «respetar el orden» y así evitar que la inversión se detenga. La manifestación pacífica del pueblo durante el reciente paro solidario con el Valle de Tambo fue reprimida violentamente por la policía provocando la muerte del agricultor Victoriano Huayna Nina y decenas de heridos. El gobierno de Humala se opone a la realización de una consulta popular, no quiere una legítima licencia social, y tampoco desea someter el Estudio de Impacto Ambiental a un organismo internacional calificado, objetivo y neutral.
La modernización neocolonial es antinacional
Convencido, como está Ollanta Humala, de que la gran inversión transnacional es indispensable para salir del actual enfriamiento económico, su gobierno ha presentado al Congreso, para su aprobación, el proyecto de ley 3941, denominado «Ley de promoción de las inversiones para el crecimiento económico y desarrollo sostenible». Este proyecto sigue la misma línea política de apoyo a la empresa Southern Peru Copper Corporation, por lo que, de aprobarse, pondría en riesgo el derecho a la tierra de comunidades amazónicas y andinas que carecen de titulación. Se trata de un proyecto violatorio del Convenio 169 de la OIT y del principio de la democracia según el cual la soberanía, en su origen y ejercicio, corresponde a la comunidad de ciudadanos, al pueblo.    
Humala sigue el camino de la modernización neocolonial que empezó con Alberto Fujimori y continuó con Toledo y García mediante las concesiones petroleras, gasíferas y mineras al capital extranjero.  Como Alan García, y su mentor Haya de la Torre, Humala cree que el capital transnacional sacará de la pobreza y el subdesarrollo a los peruanos. Por eso no cambió el estilo de crecimiento primario exportador y siguió la pauta de la globalización neoliberal.
Una vez que tomó el poder, Humala traicionó al pueblo. No cambió el modelo económico para, integrando social y políticamente al país, terminar de construir Nación. Mantuvo la economía en piloto automático, dependiente de la demanda externa y del aumento de los precios de los minerales. Subordinó la economía al capital transnacional, afectando los derechos de los pueblos a sus tierras y territorios. Se olvidó que el nacionalismo, en el mundo actual y en nuestro país, es una reacción de autodeterminación frente a la presión de la globalización. Cambió su ideología nacionalista por la ideología neoliberal.
La modernización neocolonial es antidemocrática
El pueblo es el que «autoriza a ciertos miembros de su comunidad a gobernar en su representación». En otras palabras, el poder político proviene del pueblo sobre el que se ejerce. Y este origen popular del poder exige que los gobernantes lo utilicen para el bien del pueblo. Estos, en una auténtica democracia –como dice Ambrosio Velasco--, no pueden actuar con amplia discrecionalidad y sin control ciudadano. Tienen que procesar la pluralidad de puntos de vista y las distintas demandas, tratando de lograr consensos incluyentes. La democracia es integradora, no puede ser excluyente.    
Por lo tanto, un gobierno elegido, como el de Humala, que no respeta la cultura ni los derechos a sus tierras y territorios de los pueblos amazónicos y andinos, deteriora su legitimidad. Actuar sin consulta y sin legítima licencia social de la comunidad,  incumpliendo convenios internacionales como el de la OIT y favoreciendo al capital transnacional, es traicionar al pueblo que lo eligió. Ollanta Humala no fue elegido para convertir a nuestra economía en una pieza del modo de producción global.
El origen popular de la soberanía política y la consulta al pueblo sobre asuntos que atañen a su vida en comunidad para obtener su consentimiento, son dos elementos fundamentales que definen una práctica democrática. Es verdad que los liberales (y neoliberales) se alejan de esta concepción porque –como nos recuerda Ambrosio Velasco—ellos creen en «la superioridad intelectual y moral del gobernante; creen que este conoce mejor los intereses del mismo pueblo y por ello puede decidir sin su consentimiento expreso». Pero, aceptar esta visión liberal acerca de la naturaleza de los elegidos, es contradecir el principio de la democracia según el cual «todo poder político proviene del pueblo; por lo tanto el pueblo es el titular de los derechos de tal poder».
A modo de conclusión
En nuestro país persiste una fractura social y política que las elites empresariales y políticas que detentaron el poder reprodujeron en el tiempo. Así llegamos a la globalización neoliberal que se impuso en nuestro país con un estilo de crecimiento que, en lugar de resolver esta fractura, la ha exacerbado mediante concesiones de territorios amazónicos y andinos al capital transnacional, sin autorizaciones expresas de los pueblos respectivos.
 
Nota: Expreso mi rechazo a la intervención policial en el Valle de Tambo y mi solidaridad con el pueblo de la provincia de Islay que defiende sus derechos.
 
 
Publicado en el Diario UNO, el sábado 25 de abril.

No comments: