Saturday, February 07, 2015

Los riesgos que trae crecer expandiendo la demanda interna

El gobierno insiste en aplicar medidas de recorte de derechos y beneficios sociales para reducir costos laborales y, de este modo, supuestamente estimular la inversión y, por lo tanto, el crecimiento de la producción y el empleo. Así, a pesar de haberse derogado --por presión de los jóvenes-- la llamada ley Pulpín, la Comisión de Trabajo y Economía del Congreso acaba de aprobar la propuesta del Ejecutivo de reducción de 10 a 5 el porcentaje de los trabajadores para facilitar los ceses colectivos. También ha aprobado «no considerar como remuneración computable el bono de desempeño no menor al 20% de la remuneración anual del trabajador», lo que significa que no se tomará en cuenta para el cálculo de las gratificaciones, CTS, EsSalud y pensiones de jubilación. Con la misma lógica, los neoliberales del gobierno se oponen al aumento del salario mínimo. Creen que bajando los costos laborales (política del cholo barato), las empresas competirán mejor en los mercados internacionales aumentando, consecuentemente, la producción exportable y el empleo.
 
El legado de las políticas neoliberales
 
Las políticas neoliberales no han resuelto los problemas estructurales de la economía.  Liberalizaron los mercados financieros y promovieron la libre movilidad internacional de capitales; liberalizaron el comercio exterior; privatizaron indiscriminadamente las empresas públicas; y, adoptaron medidas de creciente flexibilización del mercado de trabajo, estimulando una competencia espuria entre países similares al nuestro. Pero, los problemas estructurales siguen: aumentó la vulnerabilidad externa de la economía, se debilitó la capacidad de la industria manufacturera, se descuidó el desarrollo del agro,  y se terciarizó la economía aumentando el empleo precario y de baja productividad.
 
Específicamente, en veintitrés años de políticas neoliberales, no se avanzó casi nada en la diversificación productiva; la manufactura perdió participación en la generación del PBI y del empleo; no se redujo la informalidad (73.7% de los trabajadores son informales); se descuidó el desarrollo de los mercados internos; los salarios reales se mantuvieron prácticamente estancados; se manutuvo un vector de exportaciones dominado por la producción primaria (un promedio de 75% del total); se favoreció al capital extranjero dirigido a las actividades extractivas con contratos de estabilidad tributaria que lesionaron la soberanía nacional; no se redujeron los costos medioambientales de la explotación de recursos primarios; se siguen vulnerando los derechos de las comunidades para favorecer al capital transnacional con la explotación de los recursos naturales; no se promovió la innovación, el cambio técnico ni el desarrollo del capital humano; en fin, se creció impulsado por la demanda externa y expandiendo las actividades de servicios de baja productividad. 
 
Por todas las razones anteriores, y dado el contexto externo caracterizado por el estancamiento económico que no se revertirá a corto plazo, el abaratamiento de los costos laborales sólo agrava la situación de crisis porque azuza los conflictos sociales.
 
Los riegos de crecer expandiendo la demanda interna
 
Como ya no se puede crecer sobre la base de la producción primaria que se orienta a los mercados internacionales, otros economistas sugieren expandir la demanda interna mediante políticas fiscales y monetarias. Con este tipo de políticas se estimularía el crecimiento de los sectores no extractivos como la manufactura y el comercio.
 
Si bien esta opción es teóricamente válida, no toma en cuenta los efectos que el estilo de crecimiento primario exportador produjo en la estructura productiva y, en particular, en la capacidad productiva manufacturera, y tampoco considera los efectos en el mercado interno de la masiva penetración de importaciones.
 
Utilizando series con el nuevo año base 2007, encontramos que la participación de las importaciones en la demanda interna casi se duplicó en el periodo 1991-2013; pasó de 15% a 27%. En el periodo precedente, esta participación registró su máximo valor de 18% en 1974, año pico del ciclo económico. De otro lado, la elasticidad producto de las importaciones aumentó de 1.1 a cerca de 2 durante los años del neoliberalismo. Asimismo, el ratio de importaciones de bienes y servicios a producción manufacturera aumentó de 66% en 1987, a 132% en 1997 y a 186% en 2013. Si a la producción manufacturera se le suma la producción de los sectores pesca y agropecuario, dicho ratio aumentó de 50% en 1987, a 93% en 1997 y a 132% en 2013.  Por último hay que tomar en cuenta que el estilo de crecimiento de las últimas dos décadas produjo un estancamiento de la capacidad productiva per cápita: el stock de capital per cápita aumentó 43.5% en el periodo 1960-1980 y solo 26.9% en el periodo 1990-2013.
 
De acuerdo con estos indicadores, los impulsos de demanda interna, con exportaciones que no aumentan a ritmos anteriores debido al estancamiento de los mercados internacionales, harán crecer las importaciones y, en consecuencia, el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos; además, de generar presiones inflacionarias debido a la reducida capacidad de respuesta de la oferta agropecuaria y manufacturera. La tasa de utilización de la capacidad productiva de la manufactura no primaria registró un promedio de 62.9% en el periodo 2006-2009 y de 71.7% en el periodo 2010-2013.
 
A modo de conclusión
 
Para sostener el crecimiento económico a tasas de 4% a 5%, expandiendo la demanda interna mediante las políticas fiscal y monetaria, deben –reiteramos lo que hemos señalado en otros artículos-- «identificarse medidas que  aumenten simultáneamente la demanda y la oferta productiva, cuidando de no generar presiones inflacionarias ni incrementos sustanciales en el déficit externo».
 
 
 
 
Publicado en el diario UNO el sábado 07 de febrero.
 

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