Según el INEI, la tasa de crecimiento del PBI
en 2014 fue de solo 2.35%, menos de la mitad de la tasa de crecimiento que se
registró en 2013. Se podrá decir que la política fiscal no contribuyó a detener
la desaceleración porque se generó superávit fiscal en los años 2011-2012, pero
no es su causa principal. En el 2013 el superávit fue menor a 1% y es probable que en 2014 se
registre un déficit. Tampoco se le puede achacar como causa de la
desaceleración a la política monetaria. Es verdad que el Banco Central inició
la disminución de su tasa de referencia recién a fines de 2013, pero el hecho
es que los créditos en moneda nacional siguen creciendo a tasas cercanas al 20%.
No se puede negar que las demoras en la
aplicación de políticas contra-cíclicas y su propia orientación, han tenido su
cuota en la desaceleración del crecimiento, pero su causa más importante se
encuentra en el estancamiento de la economía internacional y en la
incertidumbre que acompaña a su recuperación en los próximos dos o tres años. Por
lo tanto, ya terminó el ciclo largo de altos precios de las materias primas que
exportamos. En la década de los años noventa este ciclo de altos precios duró
apenas 5 años, pero el que acaba de terminar tuvo una duración de cerca de diez
años. El actual gobierno desaprovechó esta tremenda oportunidad con la traición
a su propuesta de transformar el estilo de crecimiento neoliberal.
El descuido de la oferta para el mercado
interno
La economía creció entre 2002 y 2014 a una tasa
promedio anual de 5.9%, pero en lugar de resolverse los problemas estructurales
de la economía, se exacerbaron: alta tasa de informalidad (73.7%);
subdesarrollo del agro que emplea a cerca de la tercera parte del total de
trabajadores, pero que participó en la generación del PBI con solo 5.34% en
2014; aumento de la participación de los sectores terciarios de baja
productividad, como los sectores de comercio y servicios que explican el 60.2%
del PBI; deterioro de la manufactura con la reducción de su participación en la
generación del PBI a 15%; un vector de exportaciones altamente especializado en
productos primarios con un porcentaje (75%) similar al de las décadas de los
años cincuenta y sesenta; y, una espectacular penetración de importaciones que
representa más del 180% de la producción de la manufactura.
A pesar de los 16 años de alto crecimiento
(1993-1997, 6.8%; 2002-2008, 6.6%; y, 2010-2013, 6.7%) en los 24 años de
neoliberalismo, se redujo sistemáticamente la participación de la oferta o producción
orientada al mercado interno en la demanda interna (véase gráfico). En el
período 1950-1989, esta participación se mantuvo, con fluctuaciones, en un promedio de 86%. En 1990 alcanzó el
87%, pero después cayó sistemáticamente hasta 73% en 2013. Nunca antes se había
registrado un porcentaje similar. En el período anterior al neoliberal, los
porcentajes más bajos fueron de 82.3% en 1967 y de 82.1% en 1974. Además, hay
que considerar que dentro de la oferta productiva orientada al mercado interno
se reduce la participación de los sectores manufactura y agropecuario, mientras
aumenta la participación de los sectores comercio y servicios. Es claro,
entonces, que las políticas orientadas a la expansión de la demanda interna,
sin cambios simultáneos en la oferta productiva para el mercado interno, darán
lugar al aumento del déficit en la cuenta de la balanza de pagos y también a presiones
inflacionarias.
La propuesta de diversificación productiva
neoliberal
El plan de diversificación productiva oficial
no tiene sentido en el actual escenario de estancamiento de la economía
internacional. No toma en cuenta el efecto de las reformas y políticas
neoliberales en la estructura productiva del país. Es una propuesta de cambio
para que nada cambie como en la novela «El Gatopardo» de Lampedusa. Veamos por
qué. Este plan tiene tres ejes. El primero es poner la economía en cadenas de
valor internacional, apostando nuevamente por el papel de
los mercados externos en pleno estancamiento de la economía internacional y
descuidando el desarrollo de mercados internos. Y, precisamente porque apuesta
por los mercados externos, su segundo eje hace énfasis en la necesidad de bajar
los costos laborales, flexibilizar el mercado de trabajo, flexibilizar permisos
y trámites. Esta es la razón, por ejemplo, de por qué los neoliberales del
gobierno se oponen al incremento del salario mínimo.
Finalmente, su tercer eje se resume en un
conjunto de medidas administrativas para aumentar la productividad. Sus autores
no entienden que la productividad es un fenómeno macroeconómico resultado de
cómo crece y opera la economía. Si se crece deteriorando la oferta orientada al
mercado interno y a una tasa menor que la fuerza laboral, como ha ocurrido en
los últimos 24 años, no hay manera de evitar que un alto porcentaje del empleo
sea informal y de baja calificación, y de que se ubique en sectores terciarios
de baja productividad.
A modo de conclusión
La diversificación productiva para iniciar el
cambio del modelo neoliberal es la industrialización a partir de la agricultura,
de su modernización y del desarrollo de la agroindustria. Para ello, las
políticas orientadas a la expansión de la demanda interna (inversión pública en
infraestructura y financiamiento, por ejemplo), deben orientarse a apoyar este
tipo de industrialización y de diversificación de la oferta productiva para el
mercado interno. Es la manera, además, de iniciar el cambio del marco
institucional actual; de retirar las reglas de la globalización neoliberal del
espacio que ocupan en las decisiones de
política de nuestro Estado Nacional.
Publicado en el Diario UNO, el sábado 21 de febrero.
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