Saturday, March 08, 2014

La Utopía Republicana para una nueva izquierda (II)

La defensa de la libertad y los derechos de las personas, así como la construcción de una democracia republicana, deben ser dos de los elementos constitutivos de la nueva izquierda (LP: 01-03-14). La libertad es ausencia de dominación en «presencia de otras gentes, no ausencia de dominación lograda merced al retiro de la vida ciudadana», por lo tanto, supone luchar por la generación de las condiciones materiales para su ejercicio. La democracia republicana, por su parte, es concebida no sólo por la manera en que se instaura (la voluntad general del pueblo), sino también por la manera en que se practica: la división y limitación recíproca de los poderes y la preservación de la pluralidad, pero también la posibilidad que tiene el pueblo –de acuerdo con Pettit-- de disputar las decisiones del gobierno. Para que el gobierno sea del pueblo y para el pueblo, se debe «fomentar la virtud cívica, la ciudadanía activa, los espacios de expresión, de cuidados y control o supervisión sobre los distintos órganos de gobierno, especialmente los representativos y elegidos».
 
La concepción republicana del mercado
 
El otro elemento constitutivo de la identidad de la nueva izquierda es la concepción del mercado como institución social que puede diseñarse para lograr la expansión de la libertad y democracia republicanas. Gran parte de la izquierda cometió el error de «cederle» la institución del mercado a la derecha liberal. El neoliberalismo exacerbó este prejuicio de la izquierda al contraponer el mercado al Estado y la economía a la política. Para los neoliberales «la economía domina la vida social y la rentabilidad privada domina la economía». Proponen que el mercado y las empresas privadas operen sin restricciones, con lo cual facilitan la constitución de poderes económicos que limitan la libertad y la democracia: no rinden cuentas a nadie y transforman las democracias en plutocracias.
 
La nueva izquierda tiene que rescatar al mercado del ámbito neoliberal y restituirle, de acuerdo al pensamiento republicano, su carácter de institución social y su capacidad de mecanismo de inclusión social. Como institución social el mercado «permite un amplio rango de diseño institucional». Puede, por ejemplo, como señala David Casassas, introducirse «medidas de política para reforzar la esfera de la existencia social autónoma y de la independencia material de todos los individuos de la sociedad, sin erosionar su posición social como actores económicos libres que son capaces de hacer contratos libre y voluntariamente».
 
En la articulación y reproducción del orden social el mercado tiene importancia fundamental porque permite asignar determinados bienes y recursos de modo descentralizado. Este papel es totalmente compatible con el objetivo de mejorar las condiciones de vida al que todo ser humano aspira y que este mejoramiento –como señalaba Adam Smith y reitera David Casassas-- ocurra en una comunidad plural, diversa y socialmente no fracturada. En otras palabras, el mercado puede permitir la extensión de la libertad y la inclusión social, cuando la sociedad está constituida por individuos libres e iguales, cuando esta sociedad es una comunidad sin dominación social. Este papel del mercado, de acuerdo al pensamiento republicano, se construye políticamente. El Estado tiene el papel de eliminar las fuentes institucionales y sociales de poderes económicos que ponen en riesgo la libertad y derechos de los individuos, y erosionan la esencia de la democracia.
 
El Estado como creador de mercado
 
En sociedades atrasadas donde existen poblaciones y regiones no integradas a la economía de mercado «moderna», donde la «comunidad política territorializada» no ha terminado de construirse, el Estado tiene que asumir su papel de creador de mercados para articular la economía con la geografía y la demografía. En las sociedades desarticuladas y atrasadas, las decisiones descentralizadas de inversión se orientan solo hacia aquellas áreas donde los mercados están desarrollados. La asignación de recursos tiene un problema de orientación; y si el Estado no elimina las restricciones para que esta asignación se extienda a lo largo y ancho de toda la nación, el carácter fracturado y desarticulado de la sociedad se reproduce en el tiempo.
 
El pensamiento liberal y neoliberal no tienen una explicación de cómo se crean los mercados. Tratan de las fallas del mercado, suponiéndolo dado. De acuerdo al pensamiento republicano y a los aportes de K. Polanyi, «la economía de mercado es una forma de organizar la producción y distribución de bienes que exige una organización social y política adecuada a su estructura de funcionamiento. En este sentido es un sistema político-económico cuyo diseño y construcción debe permitir asegurar a cada ciudadano su independencia material y por lo tanto su libertad individual y colectiva». Entonces, el sistema de mercado también puede constituirse en el mecanismo institucional de articulación de la economía con la geografía y demografía en sociedades fracturadas como la peruana. «Para extender la libertad y hacer de los pobres y desposeídos ciudadanos igualmente libres se requiere un Estado fuerte pero democráticamente controlado, contestable y participado».
 
A modo de conclusión
 
El sistema de mercado es un mecanismo institucional que hace posible el avance o retroceso de la libertad. Es posible entonces construirlo para que sea compatible con la libertad y la democracia republicanas. El objetivo de una sociedad libre y justa, no implica la supresión del mercado sino, como recuerda Polanyi, su regulación y adecuación a dicho objetivo. El papel del Estado tiene que ser el de limitar la generación de poderes económicos que «interfieren arbitrariamente en la vida de los demás, o que les permite definir políticamente el funcionamiento o normas de la sociedad».
 
 
 
 
Publicado en el diario La Primera, el sábado 8 de marzo

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