El grado
de diversificación productiva e industrial es lo que diferencia a los países
desarrollados de los subdesarrollados. Los subdesarrollados como el nuestro
tienen una estructura productiva básicamente especializada y poco
diversificada, mientras que los desarrollados tienen una estructura productiva diversificada
y tecnológicamente más homogénea. Por eso las exportaciones de los países desarrollados
son manufactureras y diversificadas, mientras que nuestras exportaciones siguen
dominadas por los productos tradicionales como los minerales. Estas diferencias
expresan por qué en nuestros países hay un problema de orientación de las
inversiones que no existe en los países industrializados. Las inversiones,
sobre todo las extranjeras, se dirigen fundamentalmente a la explotación de
actividades donde existe alta renta natural (como la minería) y a sectores de
servicios de alta tecnología con mercados cautivos (como la telefonía).
El crecimiento rentista y los términos del intercambio
Los estilos
de crecimiento asociados a este tipo de inversiones reprodujeron la situación
de exclusión y desigualdad de parte importante de la población. Hay una distribución de activos económicos y
políticos que es funcional a estos estilos de crecimiento. Sus impulsos
provienen fundamentalmente del exterior. Solo como ejemplo, en los últimos 60
años tuvimos crecimiento rápido y sostenido durante 6 o 7 años sólo en dos
períodos de términos de intercambio favorables. El período 1960-1966 (el PBI y
los términos de intercambio crecieron a las tasas de 7.3% y de 4% promedio anual); y, el período 2001-2007
(el PBI y los términos de intercambio crecieron a las tasas de 6.2% y de 8% promedio anual). En los dos últimos
años, luego de la crisis de 2008-2009, el PBI y los términos del intercambio
crecieron a las tasas de 7.8% y 11.5% promedio anual. Episodios breves de alto
crecimiento también están asociados a mejoras igualmente breves en los términos
del intercambio.
¿Por qué nuestro
país sigue este patrón de crecimiento que le impide industrializarse e integrarse
socialmente? La respuesta es política. Hemos sido gobernados por una élite que
concentra el poder político que se beneficia
a expensas de la mayoría de la población. Esta concentración del poder, que según
Acemoglu y Robinson se origina en el período colonial, se mantuvo con diversas
y cambiantes coaliciones con el poder económico extranjero. Estos autores, en
su reciente libro Why Nations Fail,
dicen que las
instituciones políticas y económicas de nuestros países de los pasados 500 años
fueron moldeados por el colonialismo español. Hemos heredado el sometimiento de
la oposición, la apropiación y concentración de los recursos, la discriminación
de los pueblos indígenas, y el desprecio por las condiciones de vida y los
niveles de ingreso de los trabajadores.
La resistencia a la innovación y a la diversificación productiva
Este legado
institucional colonial se reprodujo a lo largo de nuestra vida independiente. Los
gobiernos de facto o los gobiernos elegidos en los pocos episodios
democratizadores, siempre terminaron asociados o capturados por los grupos de
poder económico. Así se favoreció al monopolio, al abuso de poder
económico, y se bloqueó la distribución
amplia y plural del poder, y una más equitativa distribución de los recursos y
de los ingresos que hubiera permitido modernizar la sierra y la selva del país.
Los pocos intentos
modernizadores ocurridos en el siglo veinte (Leguía y Velasco) ni lograron
superar la fractura entre el Perú Oficial y el Otro Perú empobrecido y
discriminado del que nos habla Matos Mar, ni dieron lugar a procesos
democratizadores que redistribuyeran el poder económico e impulsaran cambios
tecnológicos sostenidos. La resistencia
de los que controlan el poder político, o gobiernan sin haber sido elegidos,
impidió la creación de incentivos para orientar la inversión nacional hacia la industrialización
y desarrollar mercados internos.
Los períodos de
rápido crecimiento económico registrados en nuestro país en el último siglo y
medio, no están asociados a cambios técnicos sino a factores externos. El
guano, la anchoveta, el algodón, el petróleo, el cobre, el oro y otros
productos de exportación tradicional, fueron los responsables de intermitentes
periodos de crecimiento. En 1960 la
exportación de minerales e hidrocarburos representaba el 46.9% del total, la
lana el 16.4% y los productos pesqueros el 11.3%; y, el azúcar y el café el 16.3%.
Similar porcentaje para estos productos se registra en 1940, pero también en
1970. Sólo cambia la composición; unos productos se hacen más importantes que
otros. Por ejemplo, en 1970 los productos pesqueros representan el 33.6% del
total exportado, los minerales e hidrocarburos el 45.9%; y los productos
agrícolas el 15.4%. El dominio de las exportaciones tradicionales continua en
la actualidad (representan el 77.4% del total), mientras que la participación
de los minerales e hidrocarburos es de 69.3%.
A modo de conclusión
Los estilos de
crecimiento, incluyendo el actual que acentúa la especialización productiva, no
se han sustentado en cambios tecnológicos ni, por lo tanto, en la
diversificación productiva. El crecimiento rápido con estos estilos de
crecimiento basados en la extracción de rentas más que en el cambio técnico,
terminan o colapsan –como dice Acemoglu-- ya sea por los conflictos sociales
que generan o porque la ausencia de innovación y de industrialización les
pone un límite.
Publicado el el diario La Primera, el sábado 22 de abril.
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