En un reciente artículo Waldo Mendoza se pregunta si entre los que proponemos un tipo de cambio real estable y competitivo hay algún desinformado. Esta propuesta sería inviable porque, según él, el tipo de cambio «depende esencialmente de lo que pasa afuera». Con su conocido estilo solemne afirma que el tipo de cambio sube (baja) cuando los capitales privados salen (entran a) de nuestras economías debido al aumento (a la disminución) de la tasa de interés internacional. En la primera mitad de los ochenta –dice- el tipo de cambio «saltó al techo» porque salieron capitales y en los noventa, como ahora, el tipo de cambio bajó notablemente porque entraron capitales.
Para Waldo, entonces, como el tipo de cambio es un «dato», no podemos hacer nada con él. Esta extraña macroeconomía no es usual en él. Siguiendo su lógica podríamos decirle que olvida que las compras (ventas) esterilizadas de moneda extranjera que hace del banco central son idénticas a las salidas (entradas) de capitales. También olvida que el banco central tiene instrumentos para regular las entradas y salidas de capitales, como lo han hecho y los hacen países como Chile y Colombia. Pero lo sorprendente no es este descuido.
Waldo ignora que el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos también presiona al alza del tipo de cambio. Los altos déficit que se registraron en 1975-1977 y 1981-1983 fueron asimismo responsables de los saltos del tipo de cambio. Éste aumentó en 38.1% en 1976, 50.8% en 1977, 86.5% en 1978, 65.7% en 1982, 137% en 1983, precisamente cuando se registraron elevados déficit en la cuenta corriente: -11.2% del PBI en 1975, -8.2% en 1976, -6.5% en 1977, -10.3% en 1981, -9.5% en 1982 y -6.2% en 1983. Además, estos déficit fueron acompañados por importantes saldos negativos en la balanza comercial. Esta asociación directa cambia recién en la última década.
Por otro lado, la tasa de interés (de los Treasury Bills de tres meses) en los Estados Unidos se encontraba entre 4.99% y 7.22% en 1975-1978, niveles parecidos a los registrados en 1967-1970. Es verdad que sube notoriamente después (10.1% en 1979, 11.5% en 1980, 14.0% en 1981 y 10.7% en 1982); pero, cuando el tipo de cambio se dispara durante el desastre económico de Alan García -1985-1990-, la tasa de interés baja a un promedio de 6.9%.
Si Waldo es partidario del mercado cambiario libre, si él piensa, al igual que los neoliberales, que una intervención con impuestos a los capitales especulativos ahuyenta a la inversión extranjera, ¿por qué no lo dice?
Publicado en El Comercio, 06 de enero de 2011.
Tuesday, January 04, 2011
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