La significativa disminución de la inflación y la reciente recuperación del PBI, han despertado el entusiasmo de los que sostienen que la velocidad o ritmo del crecimiento del producto es el factor fundamental para lograr el desarrollo económico y social. Ellos olvidan que estos dos fenómenos son parte de un trade-off socio-económico, porque ocurren junto con la agudización de los problemas estructurales de la economía peruana.
Desinflación con desequilibrio económico y social
Hay desinflación pero con un creciente desequilibrio externo debido al aumento de las importaciones inducida, en el contexto de apertura comercial, por la recuperación de la producción y el continuo retraso cambiario. De otro lado, las tasas de desempleo y subempleo aumentaron a pesar del crecimiento del producto. Los niveles de pobreza crecieron hasta alcanzar cerca del 65% de la población. Entre 1989 y 1992, el índice de pobreza crítica aumentó en 45%. La pobreza comparada con la existente en 1985, se ha multiplicado aproximadamente por dos.
El producto agregado de 1993 fue el que se obtuvo hace diez años; representa el 97.7% del alcanzado en 1980 y el 82.5% del obtenido en 1987. En cuatro años de gobierno neoliberal, el crecimiento acumulado del PBI fue de sólo 2.35%. El producto manufacturero aumentó en sólo 6.6%, mientras que el empleo del sector disminuyó en -24.7%. El producto del sector agropecuario disminuyó en -8.0%. En realidad, el ligero incremento del PBI fue posible por las altas tasas de crecimiento de la construcción y la pesca --sectores donde el empleo es transitorio o estacional--, que acompañaron a la relativa recuperación de la manufactura y el comercio.
El producto per-cápita de 1993 fue prácticamente igual al de 1961, es decir, igual al producto per-cápita de hace 32 años. El nivel de este producto disminuyó en -6.7%, comparado con su valor de 1989. Su valor promedio representa únicamente el 72.1% del registrado en 1987, esto quiere decir que en seis años la caída del producto per cápita fue de más o menos 27%. Ciertamente, estos datos no revelan la magnitud de la caída del ingreso nacional per cápita que resulta de deducir del producto los pagos netos del servicio de la deuda externa, la repatriación neta de utilidades y el efecto de los términos del intercambio. En los años 60 el servicio de la deuda pública externa no superaba el 10% del valor de las exportaciones de bienes y servicios; este porcentaje se ha multiplicado por tres o cuatro en los últimos años. El deterioro es igualmente crudo en lo que se refiere a la distribución del ingreso. Entre 1987 y 1992 la participación de las remuneraciones en el ingreso disminuyó en -41.2%, mientras que la participación de las utilidades aumentó en 33.7%. Pero, además, el ratio de la inversión privada respecto de las utilidades totales disminuyó en -19.2%.
Los datos anteriores evidencian la incompatibilidad entre el programa neoliberal y el desarrollo con justicia social. Este programa busca una mayor integración de la economía peruana a un sistema económico internacional dominado por los monopolios tecnológicos, por el control a escala mundial de los mercados financieros y por los monopolios en los sistemas de comunicación e información. Se cree que sólo mediante el crecimiento del producto y como fruto del libre funcionamiento del mercado, se logrará superar el desempleo, el subempleo y la pobreza en general, al mismo tiempo que se acortarán las distancias con los países desarrollados. Esto quiere decir que una vez que la economía desregulada y estabilizada inicia su fase de crecimiento, sus frutos se distribuirán rápidamente entre las grandes mayorías, con lo cual la equidad sería una consecuencia natural del crecimiento logrado a través del libre mercado.
El desempleo y subempleo son vistos como resultados del intervencionismo estatal en la economía y, en particular, en el mercado de trabajo. Con la desregulación la presencia del desempleo y subempleo, según esta concepción, serán muestras sólo de desajustes temporales en el mercado de trabajo debido, por ejemplo, a la falta de información sobre las vacantes existentes y sobre la mano de obra disponible para trabajar.
Desarrollo con equidad y empleo productivo
La opción alternativa a la liberal tiene que postular cambios en la dirección o patrón de desarrollo, situando el objetivo de equidad en el mismo nivel que el objetivo de crecimiento económico o de producción material. Esto significa, en las condiciones actuales de nuestro país, hacer énfasis en el aumento sostenido del empleo productivo, en la redistribución de los ingresos, en la autonomía alimentaria, en la reorientación espacial del desarrollo privilegiando el "desarrollo interior", en el cambio de las formas de producción y generación de tecnologías, en la articulación productiva interna, en el cambio estructural del comercio exterior, y en una inserción externa de carácter no subordinado ni desigual.
El bienestar no puede ser el resultado de la competencia perfecta y de la asignación eficiente de los recursos escasos. Un país desarrollado no es aquel que ha ahorrado lo suficiente para invertir. El crecimiento económico que genera equidad y bienestar social es el que resulta de estrategias empresariales que impulsan el desarrollo de actividades industriales capaces de generar procesos de arrastre y de crecimiento acumulativo, y economías dinámicas de escala (high quality economic activities). No todas las actividades industriales tienen la misma cualidad, y esta cualidad no está referida ciertamente al concepto de eficiencia neoclásico. En nuestro país es necesario crear progresivamente un sector local productor de insumos y bienes de capital, principalmente alrededor de un conjunto de actividades económicas orientadas a la producción de bienes y servicios de consumo masivo y de exportables.
La eficiencia de la articulación entre la reestructuración productiva y el comercio exterior debe juzgarse por la capacidad del aparato productivo de generar tasas de crecimiento socialmente aceptables, sin incurrir en déficit externos que rebasen la capacidad de financiamiento de la economía nacional; es decir, tasas suficientes para ofrecer empleo productivo a la fuerza de trabajo, y proporcionar los bienes y servicios básicos que requieren las mayorías. Para ello, hay que reducir el coeficiente de importaciones y elevar el de las exportaciones, desarrollado una industria dinámica y estructuralmente integrada o articulada, al mismo tiempo que se mejora la calidad de vida de la fuerza de trabajo y de la población en general.
El desempleo y el subempleo, desde esta perspectiva, son problemas de utilización de la mano de obra y de escasez de personal calificado en relación a las demandas del aparato productivo. Por lo tanto, el ritmo de crecimiento, la estructura productiva y la tecnología tienen adaptarse o modificarse para asegurar el logro del pleno empleo a mediano plazo. Esto implica también la reorganización del sistema educativo para asegurar el suministro del personal calificado necesario para los programas y proyectos de reestructuración productiva y desarrollo interior.
Si las oportunidades de empleo sostenido se generalizan y las productividades aumentan, entonces mejoran los salarios y la distribución de los ingresos. Si el empleo productivo se expande en la producción de bienes-salario simultáneamente con la modernización tecnológica del agro, entonces se contribuye con la autonomía alimentaria y con el "desarrollo interior". Si el empleo productivo se genera en la producción de maquinaria y equipo para la producción de bienes salario, entonces se contribuye con el cambio de las formas de producción, la generación de tecnologías y la articulación productiva interna. Esto último, además, aseguraría la generación de economías dinámicas a escala que, junto con reducir la pobreza y articular socialmente al país, aumentaría la capacidad de penetración de los productos manufacturados en los mercados externos. Cambiaría la estructura del comercio exterior y se sentarían las bases para una inserción externa de carácter no subordinado ni desigual.
La generación de empleo productivo y la articulación productiva y económica internas, tienen que ser vistas como un proceso de modernización progresiva. En sus fases iniciales la incorporación de los desempleados al proceso productivo y el aumento de la productividad de los subempleados, deberá basarse en la utilización de tecnologías intensivas en mano de obra mediante la participación masiva de unidades productivas pequeñas y medianas, y la creación de oportunidades de trabajo productivo que no exigen grandes inversiones por puesto de trabajo. El aumento del gasto social y de las inversiones del Estado en servicios finales (vivienda, educación, salud), es otro mecanismo para al absorción directa e indirecta (por aumento de demanda) de mano de obra. En las fases siguientes, el mantenimiento de altos niveles de empleo y bajos niveles de subempleo, tendría que basarse en la ampliación de la capacidad instalada tanto para la producción de bienes-salario y exportables como para la producción de sus respectivos bienes de capital e insumos. Ello dependería también de los avances en la articulación agro-industrial. En el mediano plazo, el desarrollo agroindustrial y los efectos de la articulación productiva en el uso de los recursos naturales y en la redistribución espacial del desarrollo, le otorgarían sostenibilidad a los altos niveles de empleo adecuado.
El proceso de cambio en el patrón de desarrollo tendría que ser, además, acompañado de acciones sobre las disponibilidades efectivas de mano de obra, en lo que se refiere al ritmo de su crecimiento, a su distribución espacial y a su composición ocupacional y de calificaciones. Esto implica un reforma de los contenidos educativos y de la formación profesional, así como la implementación de procesos de adquisición, adaptación, investigación e innovación tecnológica.
¿Es posible la opción alternativa a partir de la industria actualmente existente?
Estudios efectuados por nosotros con las tablas de insumo producto de los años 1979 y 1989, muestran que el esfuerzo de industrialización sustitutiva, no disminuyó la dependencia externa ni desarrolló una plataforma exportadora industrial sólida. Tampoco promovió las exportaciones con alto valor agregado. De las únicas tres actividades manufactureras que pueden definirse como típicamente exportadoras y competitivas internacionalmente, dos (transformación de metales no ferrosos y textiles) registran valores agregados superiores al promedio manufacturero.
Al medir el grado de desarrollo industrial mediante la correlación entre los órdenes del valor agregado y del nivel de las exportaciones, el resultado muestra que el proceso de industrialización fue incapaz de lograr esta asociación y, por lo tanto, de elevar la competitividad de los productos no-tradicionales en los mercados internacionales. El indicador de perfiles de especialización también muestra una industria manufacturera altamente dependiente de importaciones. Pero, aunque su potencial exportador es reducido, su contribución positiva al saldo corriente proviene de un significativo número de actividades que producen para el mercado interno y la satisfacción de las necesidades básicas (alimentos, vestido y calzado, muebles, etc.). Esto indica que existen posibilidades de construcción de una plataforma exportadora sólida, si se adopta una estrategia de integración vertical y sectorial, para aquel conjunto de actividades manufactureras.
La relación existente entre la estructura industrial y las posibilidades de competencia en los mercados internacionales, muestra que en 9 industrias, responsables del 41.34% del valor agregado total de la economía, predomina el comercio intraindustrial. De éstas, siete son manufactureras (refinación de azúcar; muebles; fabricación de otros productos químicos; refinación de petróleo; fabricación de productos de mineral no metálico; fabricación de productos metálicos diversos; y otros productos manufacturados). En el resto de actividades responsables del 58.66% del valor agregado total, predomina el comercio interindustrial. Estos datos corroboran que el Perú comercia fundamentalmente con los países de industrialización avanzada.
No obstante lo anterior, es importante advertir que, si bien el comercio interindustrial representa el 67.5% del comercio global, la participación del comercio intraindustrial es del orden no despreciable de 32.5%. Las exportaciones intra-industriales (31.11% del total) bordean el 50% de las exportaciones Inter.-industriales (64.56% del total) y el mayor peso del comercio interindustrial se explica tanto por el alto porcentaje de importaciones Inter.-industriales o tradicionales (62.28% del total) como por el peso significativo de las exportaciones tradicionales (64.56% del total). En términos de valor agregado, las actividades de comercio intraindustrial aportan el más alto porcentaje (41.34%), lo que indica la importancia que tiene en este tipo de comercio el papel del mercado interno. El valor agregado de los sectores importadores tradicionales representa el 21.97%, el de los sectores exportadores tradicionales el 17.21%, y el de los sectores no comerciables el 19.49% del total.
En resumen, si bien la industria manufacturera peruana no desarrolló una plataforma exportadora sólida, debido, sin duda, al carácter espurio del proceso sustitutivo, la presencia de flujos de comercio intra-industriales y la existencia de un número importante de actividades manufactureras que contribuyen positivamente a la formación del saldo corriente, revelan posibilidades de potenciación simultánea de la capacidad de exportar y producir para la satisfacción de las necesidades básicas mediante la creación progresiva de un sector productor de sus respectivos bienes de capital e insumos.
Las industrias típicamente productoras de bienes de consumo masivo (que también incluyen productoras de exportables) registran los mayores índices promedio de encadenamiento hacia atrás de empleo y de ingresos. Los encadenamientos hacia adelante del empleo y del ingreso también son elevados. Por otro lado, las intensidades de importación de las industrias de bienes de consumo masivo son las más bajas; registran un índice promedio que es aproximadamente la tercera parte del promedio correspondiente para las otras industrias. Esto indica que cuando aumenta la demanda de este tipo de bienes, la presión sobre la balanza comercial no es significativa. Tómese en cuenta, además, que estas industrias explican el 23.86% del valor agregado total, del cual 11.91% corresponde a la producción agropecuaria, caza y silvicultura. Esta actividad registra en el conjunto de productores de bienes de consumo masivo los índices de encadenamiento de empleo más altos.
Las estimaciones de los efectos directos e indirectos promedios sobre la producción, empleo, ingreso e importaciones, debido a un incremento unitario de la inversión en lo que hemos llamado núcleos de producción de bienes de consumo y exportables, corroboran la importancia económica y social de esta estrategia. La economía crecería generando más oportunidades de empleo e ingresos y menos presión sobre la disponibilidad de divisas. Por cada unidad invertida en las actividades relacionadas a los núcleos se generaría indirectamente 38% más ingresos y casi cuatro veces más empleo que en el caso en que se invirtiera en actividades no pertenecientes a él.
Versión Original publicada en la Revista Actualidad Económica
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