A Ollanta Humala se le acusa de converso. De nacionalista mutó a neoliberal,
dicen. Otros califican esta metamorfosis como una traición. Abjuró sin rubor
alguno de su prédica transformadora, afirman.
Finalmente, hay quienes sostienen que sus ideas actuales expresan algo más
profundo y que tiene relación con su escasa o nula formación intelectual.
Ollanta Humala sería un indocto versátil, o un político tradicional amante del
poder y vacuo ideológicamente (un político seguidor de Weber, sin saberlo).
Hay, sin duda, razones que corroboran cualquiera de estas hipótesis
sobre su estatura moral, intelectual y política. Nosotros vamos a mostrar que el actual
presidente adhiere a ideas –pertenecientes a Castilla y también a Alan García---,
todas de sentido común y ninguna con estatura teórica e ideo-política.
El espíritu mercantil en la administración del Estado
«El crecimiento económico actual
que ha puesto en vitrina a nuestro
país –dice Humala--, requiere de un Estado moderno y eficiente». A Humala no
solo le gusta la frase «en vitrina»,
sino otra más rimbombante como «puesta en
valor». Veamos: «Lo que hoy día llamamos la puesta en valor del Perú a nivel mundial no salió del azar...Hoy
somos uno de los principales países receptores de inversiones extranjeras en
América Latina, pero para esto hemos tenido que hacer esfuerzos y trabajo».
Las frases pertenecen a Castilla. Una simple búsqueda en internet basta
para encontrar coincidencias entre los dichos de Humala y los dichos de Castilla.
En todos los road shows efectuados
por este ministro, se usó la misma cantaleta: «el encuentro con empresas e
inversionistas extranjeros, pone en
vitrina el vasto potencial del Perú»; «a través del road show les simplificamos la vida a aquellos inversionistas que
están empezando a pensar en Perú».
Por estas razones, Castilla y Humala pasarán a la historia por haber
llevado el espíritu mercantil a la administración del Estado.
Humala y
García: una misma concepción de desarrollo
El ministro Castilla dice que «para ser más competitivos y sostener el
crecimiento debemos modernizar el Estado y generar confianza». Humala repite lo
mismo. «Lo que queremos es un Estado moderno que esté a la altura de las
circunstancias». Hay que destrabar las inversiones y hacer más eficiente el
servicio civil. «Así como las familias quieren tener la tranquilidad de que
acuestan a sus hijos y al día siguiente van a ir al colegio, las inversiones
también quieren tener tranquilidad, entonces se trata de construir y consolidar
confianza».
Humala está siguiendo la ruta reformista y
transformista de Alan García; por eso ninguna de sus reformas apunta a los
objetivos del Nacionalismo. En lo que
a concepción de desarrollo se refiere, García es el que configuró la «propuesta
teórica» que ahora defiende Humala. Se parte de la identificación de los factores
que supuestamente erosionan la confianza
de los inversionistas y que, por consiguiente, impiden el crecimiento y
desarrollo (Véase nuestro artículo El
choque de dos concepciones de modernidad: Modernización Neocolonial y Modernización
Democrática, publicado en este mismo diario el 5 de julio de 2009).
El «inductivismo ingenuo del siglo XIX» usado por
García, es el mismo que usan Castilla y Humala. Hay recursos que se pueden
utilizar (poner en valor decía
también García), pero hay perros del
hortelano que se oponen. Hay que acabar entonces con el perro del hortelano. Este es el método
que usan los profanos: observan algunos hechos (recursos, posibilidades, trabas
y opositores que generalmente reflejan sus preferencias) y creen así, por
inducción, construir una propuesta «teórica»
que compite con las teorías de la inversión y del desarrollo.
Entienden lo mismo por confianza y su papel. García afirmaba: «Saber tratar con el capital
extranjero es un difícil equilibrio. Y más en un mundo de competencia en el que
todo capital rechazado en un país irá a otro». Y, para retener al capital
extranjero García ofrecía la política del «cholo barato». «Hoy, decía, ante la
volatilidad de la inversión, el cambio tecnológico y el vaivén de las
exportaciones no es posible pensar en una estabilidad laboral absoluta».
Humala repite el credo. «Hemos aprendido que el modelo
peruano requiere de inversiones nacionales y extranjeras. Somos uno de los
principales países receptores de inversiones extranjeras en América Latina,
pero esto no viene de la casualidad, sino de batallas que se dan día a día para
mantener un rumbo ordenado del país, que genera confianza a nivel nacional e internacional».
A modo de
conclusión
No se
puede estar en contra de la agilización de los procedimientos y de mejorar la eficiencia en la
administración del Estado. Tampoco es criticable ser repetidor, porque se puede coincidir plenamente en ideas y en
concepciones ideo-políticas. Pero no se puede confundir la prédica mercantil (eso de poner en
valor o en vitrina al Perú) con la
prédica nacionalista; ni la prédica
de la confianza y de la reforma del
Estado como reforma de procedimientos, con la prédica de construcción del
Estado-Nación.
Por lo tanto, ahora el lector sabe que Humala ha
abandonado el Nacionalismo, que ahora
Humala es el defensor de un modelo de modernización excluyente; de un modelo que
descuida los mercados internos, que reprime el crecimiento de los salarios, y
que no permite que las poblaciones, rural y nativas,
mejoren sostenidamente su calidad de vida.
Publicado en el diario La Primera el sábado 13 de julio.
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