En este mismo diario hemos argumentado que los cuatro años de crecimiento económico ( 1993,1994,1995 y 1997) que el régimen fujimorista exhibe como un logro suyo, en realidad no lo fue. Este régimen tuvo suerte de contar con una demanda mundial y con el clima que favoreció el crecimiento de la producción primaria. Y el financiamiento de este crecimiento, junto con el de la producción de no transables (como la del sector Construcción), fue posible únicamente por la masiva entrada de capital financiero internacional. Cuando el flujo de este capital se frenó por efectos de la crisis internacional, el modelo económico se paralizó, evidenciando su notable fragilidad y dependencia del mismo. La relativa abundancia de capital extranjero, dada la estructura de precios relativos configurada por las políticas neoliberales de estabilización y ajuste, favoreció la reprimarización de la economía y la instauración del actual régimen antidemocrático.
El propósito de este artículo es mostrar que la escasez de este capital, agudizada por la crisis política derivada de la fraudulenta re-relección del Ing. Fujimori, está poniendo en cuestión no sólo a su régimen político sino al propio modelo neoliberal.
La restricción financiera de corto plazo
Entre los que discuten los efectos de la actual crisis política sobre la economía, están los que sostienen que habrán tiempos difíciles debido a la paralización de las inversiones domésticas y extranjeras. Se dice que éstas dependen mucho del estado de confianza existente en el país y, como este estado de confianza se ha deteriorado, se frenarían dichas inversiones. Si bien es cierto que esta es también una dificultad real, en nuestra opinión no es la más importante, pues no es la que definirá el escenario posible de corto plazo. Las inversiones productivas responden a planes de mediano y largo plazo, y sus rendimientos nunca se producen en el muy corto plazo. Los que se sitúan en este lado del debate sugieren que la tempestad amainará si el gobierno da curso al proceso de reforma judicial, avanza hacia el "verdadero" equilibrio fiscal, y relanza el proceso de privatizaciones y concesiones.
En nuestra opinión los tiempos difíciles provendrán del propio modo de crecimiento económico configurado por las políticas de estabilización y ajuste neoliberales. Este modo de crecimiento es dependiente de los flujos de capital financiero internacional y estos flujos son los que explican en último término el estado de las finanzas domésticas, públicas y privadas. En consecuencia, el límite que a corto plazo enfrentará la economía se encuentra por el lado del capital financiero internacional. Su escasez, agudizada por la crisis política, puede ser el factor causante del derrumbe del propio modelo económico.
Crisis política y escasez de capital financiero internacional
La probabilidad de este derrumbe está en relación directa al grado de necesidad de capital financiero internacional para financiar el presupuesto público y fortalecer la capacidad crediticia del sistema bancario doméstico. Si la crisis política retarda el desembolso de los créditos de los organismos financieros internacionales (BID, BM y FMI) y bloquea la posibilidad de nuevos préstamos, se exacerbarán los efectos de la reciente paralización de los flujos de capital extranjeros que fueron la base de la expansión crediticia doméstica durante los años de crecimiento y el recurso fundamental para el financiamiento del presupuesto público que incluye el pago puntual de los servicios de la deuda externa. Así, la escasez de este capital financiero pondrá en jaque al manejo fiscal y al desempeño bancario.
Las razones son las siguientes. En primer lugar, la creciente necesidad de financiamiento externo de los gastos públicos debido a los efectos negativos de la recesión y del creciente déficit público. El gobierno no puede legalmente recurrir al crédito interno. Su déficit ya bordea el 2 por ciento del producto y un nuevo ajuste fiscal para cumplir con las metas del FMI (1.9% de déficit en el año), agravaría la recesión y por tanto, agudizaría aun más la necesidad de financiamiento externo. En consecuencia, el gobierno debe utilizar las reservas internacionales (RIN) que tiene depositadas en el Banco Central o endeudarse en el exterior. Pero, en las condiciones políticas actuales, sólo puede optar por el uso de las reservas internacionales. Sin embargo, esta forma de financiamiento, empeorará la situación al generar fuertes presiones devaluatorias.
Entorno internacional y la escasez de capital financiero
La segunda causa de escasez de este capital tiene origen externo y está asociada a la tendencia al alza de las tasas de interés en los Estados Unidos y Europa. Los Estados Unidos, después de haber aumentado periódicamente sus tasas de interés en un cuarto de punto desde hace un año, recientemente optaron por incrementarla en medio punto. Esto indica que la tendencia al alza no se revertirá en el corto plazo, por lo tanto, las economías como la nuestra ya no serán la plaza preferida de los flujos de capital extranjeros. Un entorno de este tipo, además, no es favorable para recurrir a nuevos endeudamientos externos. En consecuencia, este segundo factor reforzará las dificultades financieras que enfrentará el modelo neoliberal.
Por lo demás, las tasas de interés en aumento tienen efectos directos en la carga del servicio (intereses y amortizaciones) de la deuda externa. El flujo de intereses aumenta y si a esto se añade la elevación programada de los pagos de la deuda pública externa, se acentuará el drenaje de las reservas internacionales del Banco Central. Ciertamente, el gobierno puede optar por la compra de dólares en el mercado para atender el creciente servicio de su deuda, pero al hacerlo incrementaría aún más las presiones devaluatorias.
Consecuencias de las presiones devaluatorias
La recurrente presión al alza del tipo de cambio agudizará la fragilidad del sistema bancario. Este es un factor que reforzará el efecto de la recesión en morosidad del pago de los créditos, debido a que este sistema esta dolarizado no sólo en sus depósitos sino en sus colocaciones. Aproximadamente dos tercios del total de sus colocaciones en dólares corresponde a empresas deudoras cuyas ventas se efectúan en el mercado doméstico. Si en estas condiciones el uso de las RIN para financiar el déficit genera presiones devaluatorias significativas, los agentes económicos cambiarán sus expectativas generando una mayor presión devaluatoria.
La acumulativa presión al alza del tipo de cambio puede generar dos consecuencias. En primer lugar, que los depositantes retiren sus dólares del sistema bancario, intensificando aun más las presiones devaluatorias. Para ponderar la gravedad de este resultado, recuérdese que el proceso de depósitos y créditos en dólares desarrollado durante el régimen fujimorista ha expandido mediante el multiplicador bancario los llamados Perú-dólares, es decir, dólares ficticios que no tendrían respaldo ante una corrida bancaria.
Las crecientes presiones devaluatorias situarán al gobierno ante un dilema: o salva nuevamente al sistema financiero como lo hizo en el período de la crisis internacional socorriéndolo con sus depósitos y alentando las fusiones y concentraciones, o lo deja finalmente quebrar. La primera posibilidad ya parece haberse agotado como freno definitivo a la crisis bancaria. Aumentar los depósitos del gobierno en el sistema bancario como antes, añadiría más leña al fuego pues inmovilizaría nueva liquidez en momentos en que aumenta su necesidad de financiamiento.
Democratización y reindustrialización como desenlace
Lo que ocurra en los próximos meses, como resultado de la evolución de la crisis política interna y del trabajo de la misión de la OEA que en breve llegará al país, tendrá efectos ciertamente sobre el curso de la descrita fragilidad financiera. ¿Qué escenario puede imaginarse como resultado de la interacción entre la crisis política y la crisis económico-financiera?. La respuesta no es fácil. Sin embargo, si se produce una crisis financiera junto a una modificación de la estructura de precios relativos con un tipo de cambio al alza, las fuerzas democráticas pueden verse acompañadas de una creciente corriente pro-industrialista y, claro está, a favor del cambio en la estructura de precios relativos para la producción de transables y la generación de puestos de trabajo estables. Si el desenlace es a favor de las fuerzas democráticas y en contra de los que fueron beneficiarios-rentistas del modelo neoliberal de los últimos diez años, podemos imaginar que ellas tendrán que abrazar indefectiblemente las banderas de la reindustrialización, ciertamente, en el contexto de un mundo abierto y de mercado.
Diario La República
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