Sunday, January 31, 2016

La receta económica del diario El Comercio


En su editorial del sábado 23-01-2016 el diario El Comercio pide que los candidatos presidenciales y sus equipos económicos se «concentren en garantizar el retorno a la estabilidad de la moneda y el saneamiento de las cuentas del Tesoro. Debe ser prioridad –sentencia—la lucha frontal contra la inflación». Lo que hace después es repetir lugares comunes de cierta ortodoxia ideológica como receta macroeconómica. Dice NO a las políticas de estímulo económico y aconseja «concentrarse en los fundamentos de la economía». Es decir, laissez faire laissez passer para no generar distorsiones en el funcionamiento del mercado.

En el difícil e incierto contexto externo «no hay margen para las políticas aventureras sobre el crédito, la moneda o las cuentas fiscales», pontifica el decano de la prensa, cuya posición de domino es contraria a su dogma del libre mercado. De acuerdo con este editorial tenemos que entender, entonces, que la inflación de 4.4% y el déficit fiscal de 2.0% que se registraron en el año 2015, son el resultado de intervenciones estatales que distorsionaron el libre funcionamiento del mercado.

El origen de la actual coyuntura macroeconómica

Lo que el escribidor del editorial de El Comercio ignora es que la coyuntura macroeconómica actual es el resultado de una gestión apegada al dogma neoliberal de las políticas monetaria, cambiaria y fiscal. Desde la gestión de Alan García el directorio del Banco Central presidido por Julio Velarde, gestionó de manera ineficiente las reglas de política monetaria (tasa de interés de referencia) y cambiaria (intervenciones esterilizadas en el mercado cambiario).

Dejó que se dolarizara el crédito doméstico (hay todavía un porcentaje cercano al 30% de este crédito en dólares), y ahora se preocupa del impacto en la morosidad bancaria del aumento del tipo de cambio. Dejó que disminuyera sistemáticamente el tipo de cambio perjudicando a las actividades exportadoras no-primarias, y ahora  que el tipo de cambio aumenta debido al giro desfavorable en las condiciones internacionales se preocupa por su impacto inflacionario. El Banco Central no puede neutralizar la presión al alza el tipo de cambio porque ya perdió cerca del 50% de sus reservas (posición de cambio). Esta posición ahora es equivalente a sólo el 12% del PBI.

El directorio del Banco Central presidido por Velarde construyó su propio laberinto desde agosto de 2006, quizá porque sus integrantes no creían en las reglas de política que se introdujeron en los años 2001-2003, por el directorio de ese entonces. Como ya no puede seguir gastando reservas para eliminar el impacto inflacionario del alza del tipo de cambio, el actual directorio del Banco Central ha vuelto a incrementar la tasa de interés de referencia hasta el 4%, con lo cual se encarece aún más el costo del crédito en soles, conspirando así contra el crecimiento de la producción y el empleo. El MEF también hizo lo propio para generar la situación que actualmente sufrimos: contrajo la inversión pública en plena caída de la inversión privada, además de haber reducido absurdamente el impuesto a la renta y, por tanto, la presión tributaria. El déficit fiscal fue resultado fundamentalmente de esta política.

A rio revuelto ganancia de rentistas

El déficit fiscal y la desaceleración económica con inflación, tiene que ver entonces con la ineficiente e ideológica gestión de las políticas monetaria, cambiaria y fiscal de las autoridades económicas. Ni la inflación ni el déficit fueron provocados por «políticas de estímulos». No hay brecha expansionista del producto, sino contraccionista. El déficit no se genera por aumentos del gasto (la inversión pública ha caído) sino por una política que se fundamenta en la ideología de que la inversión privada reacciona positiva e inmediatamente a reducciones de impuestos, y no al crecimiento sostenido de la demanda agregada.   

Finalmente, en este escenario macroeconómico de inflación con cuasi-recesión económica, el aumento del tipo de cambio y la «tolerancia» de los organismos reguladores son aprovechados por los rentistas para hacer ganancias especulativas. Por ejemplo, aumenta el precio de las tarifas eléctricas (19% en los últimos 12 meses) no porque hay muchos soles circulando en la economía, sino porque las empresas Edegel, Kallpa y Enersur ejercen una posición de dominio. El organismo regulador Osinergmin que debe defender la libre competencia justifica este aumento señalando que obedece al incremento del tipo de cambio, sin tomar en cuenta que hay varias empresas de generación que utilizan como insumo el gas barato de Camisea.

Al poder de mercado que las empresas rentistas utilizan para aumentar sus precios indexándolos al tipo de cambio, hay que añadir que también ocurre un simple traspaso de la devaluación a los precios a través del componente importado de la canasta de consumo. Las autoridades económicas de este gobierno acrecentaron la penetración de las importaciones en el mercado interno.

A modo de conclusión

El escribidor del editorial de El Comercio no entiende que para estimular la producción y el empleo hay que abaratar el crédito en soles, y para que ocurra este abaratamiento el Banco Central debe bajar su tasa de interés. Tampoco entiende que para neutralizar el efecto depresivo de la producción y el empleo provocado por la caída de la inversión privada, el MEF tiene que aumentar la inversión pública, en especial, la inversión en infraestructura. Además, seguro que no entiende en absoluto que el tipo de cambio puede ponerse al servicio de la diversificación productiva y del empleo, desdolarizando los créditos y regulando la entrada de capitales. Y es altamente probable que este escribidor se espante, si le decimos que para salir sostenidamente del actual entrampamiento hay que cambiar el modelo neoliberal primario exportador.



Publicado en el diario UNO, el sábado 30 de enero.

La ideología neoliberal de la «trampa del ingreso medio»

Los mismos que argumentan que son las empresas y no los sectores productivos los que arrastran al conjunto de la economía generando desarrollo, también sostienen que el alto crecimiento de los años 2003-2013 nos ha conducido a una situación definida como «trampa del ingreso medio». Un país se encuentra en esta trampa cuando alcanza un nivel de ingreso per cápita promedio del que no puede salir; o, más precisamente, está en una trampa porque no puede dar el salto hacia un nivel de ingreso más alto debido a que tiene pendientes de solución problemas de tipo institucional, de infraestructura, de educación y tecnología, de sobre-regulación de los mercados y/o porque no ha emprendido en serio una reforma laboral para flexibilizar totalmente el mercado de trabajo.
 
La evolución del ingreso per cápita
 
En 1990, cuando se inició formalmente la aplicación de las reformas y políticas neoliberales, el ingreso per cápita ascendía a US$ 1,351. Con el crecimiento económico registrado en el período 1993-1997 aumentó a US$ 2,282. De 1990 a 1997 creció a una tasa de 7.8% promedio anual. Con la recesión de los años siguientes originada por la crisis asiática y rusa, se redujo en 14.5%, llegando a la cifra de US$ 1,950 en el año 2001. Entre 2003 y 2013 la economía creció a la tasa de 6.4% promedio anual. Fueron años del súper-ciclo de los precios de los mienrales: el precio de la onza troy de oro aumentó de US$ 356.9 en enero de 2003 a US$ 1,771 en setiembre de 2011; por su parte el precio de la tonelada de cobre los hizo de US$ 1,650.3 en enero de 2003 a US$ 9,881 en febrero de 2011. Precisamente en estos años de crecimiento espectacular de los precios de los minerales, el ingreso per cápita creció a la tasa de 11.8% promedio anual pasando de US$ 2,174.3 en 2003 a US$ 6,621.8 en 2013.
 
Desde hace tres años los precios de los minerales se están reduciendo sistemáticamente: la onza troy de oro se redujo a US$ 1,068.3 en diciembre de 2015 y la tonelada métrica de cobre a US$ 4,638.8 en la misma fecha. No hay analista internacional de los mercados de commodities que pronostique una recuperación sostenida de estos precios en el futuro inmediato. El súper-ciclo terminó y la desaceleración de los precios continuará, dando lugar a un bajo crecimiento del PBI o al estancamiento económico. Por lo tanto, también se reducirá o tenderá a estancarse el ingreso per cápita. No habrá posibilidad de un salto a un nivel de ingreso per cápita más alto en los próximos cuatro o cinco años.
 
El ingreso per cápita aumentó en 194.5% de 2003 a 2012, precisamente cuando los precios de los metales aumentaron de forma espectacular; por ejemplo, el precio de la onza troy del oro aumentó durante esos mismos años en 359.1%.  A partir de 2012 los estos precios empiezan a descender de manera sostenida. El precio del oro cae entre 2012 y 2015 en 30.5%, mientras el ingreso per cápita se reduce en aproximadamente 7%. Es claro, entonces, que la situación de «país de ingreso medio» se alcanzó por el crecimiento espectacular de los precios de los minerales y que este ingreso no será sostenible (y tenderá a disminuir) en los próximos años.
 
La «trampa» del estilo de crecimiento
 
El incremento del ingreso per cápita revela, además, el aumento excesivo de la desigualdad en la distribución del ingreso. Los datos son escalofriantes. Supongamos que el producto per cápita de S/. 18,665.9 registrado en el año 2014 corresponde al nivel superior del rango de ingresos mensuales que define al grupo social denominado «clase media». Este es un supuesto realista de acuerdo a varios estudios sobre el tema. El ingreso promedio mensual en empresas «de 1 a 10 trabajadores» donde se encuentra cerca del 77% de la PEA Ocupada  representa solo el 5.6% de este «ingreso» per cápita. El sueldo promedio de los maestros representa el 16%. El sueldo neto promedio de los profesores principales y asociados en universidades privadas representa un poco más de 42% y el de los profesores de universidades públicas no llega al 32% del citado producto o «ingreso» per cápita.
 
Además, ese producto per cápita alcanzado en 2014 corresponde a una estructura productiva que no es el de los países que industrializaron su economía y diversificaron sus exportaciones antes de llegar a la llamada «trampa del ingreso medio».  El patrón neoliberal de acumulación de capital de los últimos veinticinco años consolidó, en nuestro país, una estructura productiva, menos industrial y más productora de servicios de baja productividad, y primario exportadora. Por eso el crecimiento impulsado por los altos precios de los minerales no se sustentó en aumentos sostenidos de la productividad y, por lo tanto, no condujo a ganancias de genuinas de competitividad.
 
Finalmente, hay que señalar que ese patrón de acumulación de capital descuidó el desarrollo de mercados internos. Aumentó de manera espectacular las importaciones y convivió con una fuerza laboral con sueldos y salarios reales estancados y de baja calificación y productividad. El salario real promedio del período 1990-2014 no llega al 40% de su valor registrado en el año 1987.
 
Con el motor externo apagado y en mediante la profundización de las reformas neoliberales (como la denominada reforma laboral que elimina derechos de los trabajadores), no hay manera de salir del actual cuasi-recesión o enfriamiento económico. En consecuencia, no estamos en la «trampa del ingreso medio» sino en la trampa del propio patrón de acumulación de capital y de la estructura productiva configurada en las dos décadas de neoliberalismo.
 
A modo de conclusión
 
Para salir de la trampa a la que nos ha conducido el modelo neoliberal, hay que sustituirlo por otro donde sea posible aumentar el stock de capital per cápita al ritmo requerido por el crecimiento de la PEA y la conversión del subempleo en empleo adecuado.
 
 
Publicado en el diario UNO, el sábado 23 de enero

Saturday, January 16, 2016

PYMES versus gran y mediana empresa: falso dilema


La campaña electoral actual ha puesto en debate otra vez el tema de la identificación de los actores sociales y económicos en las propuestas de transformación del país. En el abanico de la izquierda y el progresismo se encuentran los que sostienen que el neoliberalismo ha abierto grandes oportunidades al denominado «emprendedurismo», identificando como su enemigo principal al Estado. Por esta razón, los «pobres convertidos en empresarios» (los microempresarios), constituirían el motor del desarrollo (véase mi artículo del 26/09/2015).

Pero en este mismo abanico, están los que provienen de los partidos de clase que todavía no han hecho el esfuerzo de actualizar sus planteamientos ideo-políticos a la realidad actual, del país y del mundo. Es difícil afirmar que la clase obrera o campesina protagonizarán el cambio, cuando cerca del 74% de los trabajadores son informales y que en su gran mayoría son microempresarios. Como se encuentran atrapados ideológicamente, no identifican los problemas fundamentales del país y menos sus soluciones. Si renunciaran a su endogamia (un amigo me dice, al complejo de Colón), habrían aprovechado la difusión del plan La Gran Transformación, para iniciar un debate sobre cómo salir del entrampamiento al que nos ha conducido el neoliberalismo, sin renunciar al objetivo de la emancipación social y en democracia.

La causa de la expansión de las PYMES y MYPES

Decir que las micro y pequeñas empresas de nuestro país no pueden liderar solas el crecimiento y desarrollo (no pueden “jalar” al conjunto de la economía), es una verdad de Perogrullo. Son empresas dedicadas al comercio y a los servicios, y fundamentalmente operan con trabajadores de baja calificación y productividad. Pero de aquí pasar a afirmar que el liderazgo le corresponde a la gran y mediana empresa, es desconocimiento total de los procesos económicos registrados por la historia y la teoría del desarrollo. Hay, pues, un falso dilema que es necesario aclarar.   

No son los tamaños de las empresas, sino los sectores en los que ellas operan las que pueden tener capacidad de arrastre e imprimirle dinamismo al conjunto de la economía. Ciertamente, no son los sectores de producción de no-transables ni los primario exportadores los que tienen esta capacidad. Estos últimos fueron los que precisamente lideraron el crecimiento en los últimos veinticinco años. La especialización en la producción primaria de alta renta natural, en un contexto de desregulación de los mercados y de una sistemática apreciación cambiaria, dio lugar a una tasa de acumulación de la capacidad productiva per cápita insuficiente para absorber, con empleos adecuados, a la creciente población económicamente activa. En verdad, el cambio en el estilo de crecimiento y acumulación de capital ocurrió desde la aplicación de las políticas de ajuste estructural.

Esta insuficiente acumulación de capital es la responsable de la existencia de subempleo, del autoempleo y de la informalidad. El capital extranjero usufructúa la alta rentabilidad de los recursos naturales que explota (o de los mercados cautivos en los que opera, como la telefonía), mientras que los inversionistas privados nacionales (agrícolas e industriales) tienen una restricción de financiamiento (enfrentan tasas de interés real onerosas) que les impide acumular capital a una tasa adecuada para reducir el subempleo y detener el crecimiento de la informalidad. 

La ausencia de mercados internos dinámicos

Pero los inversionistas nacionales tienen también una restricción de mercado. Los ajustes fiscales efectuados en los años ochenta y noventa, por la crisis de la deuda y sus secuelas, se hicieron mediante contracciones importantes de la inversión pública que condujo al descuido de la infraestructura, agravando, con ello, la desconexión de la economía con la geografía y demografía del país. En los años 2001-2008 la inversión pública fue de solo 3.2% del PBI, casi la tercera parte de la registrada en los años 1981-1985 (9.0%). En los años 2009-2013 aumentó a únicamente 5.5% del PBI.

La caída relativa de la inversión pública no permitió integrar económica y socialmente a los dos Perú, el oficial y el otro Perú de los que nos hablaba José Matos Mar. Esta desarticulación mantuvo mercados internos poco dinámicos y no permitió crear otros a lo largo y ancho del país. Esta es la razón por la cual las inversiones en regiones atrasadas del país no son rentables, lo que a su vez explica la baja tasa de acumulación de capital per cápita.

El neoliberalismo, además, al abrir el comercio y mantener un tipo de cambio apreciado, afectó la rentabilidad de las inversiones en las actividades de producción de bienes transables de la economía. La estructura de precios relativos se hace desfavorable a este tipo de producción de transables o comercializables, dando lugar a una reasignación de recursos a favor de las actividades terciarias y no-transables de comercio, servicios y construcción.  Esta pérdida de rentabilidad de las inversiones, en particular en el sector manufacturero, ocurre al mismo tiempo que se contrae el mercado interno de este sector. A todo esto hay que agregarle otro efecto contractivo del mercado interno causado por el mantenimiento de salarios reales bajos y estancados como resultado de la desregulación del mercado laboral.  

A modo de conclusión

En consecuencia, las políticas y reformas neoliberales de los últimos veinticinco años configuraron una estructura económica dominada por pequeñas y micro empresas que operan como estrategias de autoempleo, optan por la informalidad y producen para mercados internos atrasados y poco dinámicos. Como se sabe, estas empresas se ubican en sectores o actividades de baja productividad y donde predomina el empleo no calificado. 

 


Publicado en el Diario UNO, el sábado 16 de enero de 2016

El neoliberalismo y la crisis de los partidos políticos

La composición de las planchas presidenciales para las elecciones generales de abril de 2016, revela la crisis profunda por la que atraviesan los partidos políticos de nuestro país. Sin ideario ni principios, vacíos de contenido y varios de ellos vinculados directa o indirectamente con el narcotráfico y la corrupción, estos partidos han constituido sus planchas presidenciales sobre la base del oportunismo y sin visión de país. En la constitución de sus fórmulas presidenciales han primado los intereses privados y oligárquicos, junto a una práctica proveniente de marketing, ambas prácticas ajenas a la virtud cívica y a la democracia.  

Partidos sin contenido ideo-político 

Hay varios factores que explican esta situación. El neoliberalismo desapareció completamente las diferencias ideológicas  de casi todos los partidos políticos. El mercado auto-regulado y la economía se impusieron sobre la política. La oposición a la intervención económica del Estado desapareció a los proyectos políticos nacionales. El individualismo se impuso sobre lo social y el bien común. Este proceso de indiferenciación ideológica condujo al total abandono de la ética en las acciones políticas. La política se convierte en marketing para acceder al poder y usufructuarlo en provecho propio. El recurso a la “política social” en el discurso electoral es el mecanismo a través del cual se busca el apoyo electoral de los votantes en los procesos de elección popular. No hay interés por la vida en común y menos, ciertamente, en el fortalecimiento de los mecanismos democráticos de control popular a sus elegidos o representantes.

El otro factor de indiferenciación de los partidos y vaciamiento de sus contenidos fue la caída del Muro de Berlín.  La existencia de este Muro era el símbolo de la diferenciación entre partidos de derecha e izquierda. El definitivo derrumbamiento de los países llamados socialistas,  puso al descubierto dos cosas. Primero, la ilegitimidad de ese régimen debido a la contradicción entre el discurso a favor de la clase obrera “emancipada de la dominación burguesa” y la práctica política antidemocrática, la presencia de un poder burocrático autoritario, oligárquico y, por lo tanto, privilegiado económica y socialmente. Segundo, la ilegitimidad de la democracia liberal debido a la constitución de una clase política que opera siguiendo una lógica totalmente ajena a la idea democrática de la soberanía de la comunidad de ciudadanos. Como dice Eloy García, “la lógica del poder –la política concebida en el sentido weberiano de la lucha por el liderazgo, la dominación y la consecución de un séquito—sustituye a la política de las ideas entendidas como un instrumento de transformación desde la razón y la ilusión que, según sus propios postulados, debiera caracterizar al régimen liberal-democrático”.

Los partidos de derecha, sin embargo,  aprovechando la caída del muro de Berlín contribuyeron, todos, a la imposición del neoliberalismo; pero, al hacerlo, dejaron de tener identidad y apoyaron la pérdida de soberanía de sus Estados Nacionales, contribuyendo a erosionar aun más las instituciones democráticas. Con el neoliberalismo y la globalización se amplió el ámbito de los contratos y se redujo el de las leyes en casi todas las democracias, lo que significa –según Todorov--  que “se restringió el poder del pueblo para dar libre curso a la voluntad de los individuos”. Dado que la globalización “no procede de ningún Estado ni de ninguna legislación, se recurre exclusivamente a los contratos. Poco le importan los países”. El Estado pierde soberanía a tal punto que puede ser juzgado por tribunales internacionales si, en opinión del capital transnacional respectivo, incumple esos contratos. Los partidos ya no son “instrumentos de sociabilidad política”, ya no importa el ideario que les proporciona identidad. En este contexto –como dice Eloy García—se abre paso la Ley de Gresham de la oligarquía partidista; “solo que en este caso es el militante burdo y disciplinado –y no la moneda mala—el que expulsa al inteligente y con iniciativas”.

La ausencia de reacción de la izquierda

Si bien la indiferenciación de los partidos tradicionales con la pérdida de sus identidades no alcanzó a las izquierdas partidarias e intelectuales de nuestro país, estas no remozaron sus idearios y propuestas políticas. No redefinieron la relación entre el Estado y el Mercado, a pesar que la construcción definitiva de la nación requiere de la creación y desarrollo de mercados internos. No fundamentaron su adhesión a la democracia ni construyeron un ideario democrático basado en la noción de bien público, de la virtud cívica, de los mecanismos de control de los representantes del pueblo para evitar la enajenación de su soberanía,  de la pluralidad y, lo que es peor, no recusaron la tradición del partido de la clase obrera y de la dictadura del proletariado. Como no lo hicieron, queda la duda de si su prédica a favor de la emancipación social es compatible con la democracia. 

Por las mismas razones, los partidos de izquierda no tienen una concepción explícita de la libertad como no-dominación que es la que sería compatible con el principio democrático del gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Esta concepción de la libertad es distinta de la liberal y neoliberal que fundan la libertad en la ausencia de interferencia del Estado en las decisiones individuales. La libertad concebida como ausencia de dominación exige condiciones materiales de existencia. Finalmente, hay que señalar que tampoco sabemos si las izquierdas tienen el esbozo de las características de un “modelo” distinto al capitalismo neoliberal compatible con la democracia. 

A modo de conclusión

Por la ausencia de renovación de su ideario, los líderes de la izquierda siguen actuando con la misma lógica de las oligarquías partidarias de derecha. Se perciben distintos, pero en realidad son iguales en su práctica política. No actúan con ética ni transparencia. Son calculadores y desleales. Por lo tanto, no hay nada nuevo en sus maneras de hacer política. Su fragmentación es resultado de la ausencia de un ideario común. Divididos como están, serán incapaces de impedir, en las próximas elecciones, la continuidad de los partidos del neoliberalismo.



Publicado en el Diario UNO, el sábado 2 de enero de 2016