Tuesday, March 02, 2010

Sobre la teoría del desarrollo y el modelo de crecimiento: Comentario a Waldo Mendoza

El debate sobre el modelo neoliberal, para ser completo, debe incluir la discusión de la teoría del desarrollo que fundamenta a un modelo de crecimiento. Sobre estos temas hay abundante literatura que diferencia claramente las teorías del desarrollo de los modelos de crecimiento. Las primeras corresponden a la visión global acerca de la evolución de las economías y sociedades a largo plazo que es propia de una corriente de pensamiento; mientras que el modelo de crecimiento es su expresión formal. No se puede discutir el modelo de crecimiento al margen de la corriente teórica de la cual es parte. El debate que emprendimos, a mi juicio, presuponía que todos identificábamos la corriente de pensamiento neoliberal y que todos sabíamos diferenciarla de la corriente de pensamiento, por ejemplo, keynesiana. No se puede defender un modelo de crecimiento neoliberal (como lo hace Waldo Mendoza) y, al mismo tiempo reclamarse, por ejemplo, keynesiano.

La concepción neoliberal del desarrollo y su modelo de crecimiento
En general, el modelo económico es la forma de producción basada en un patrón específico de acumulación de capital que da lugar a un determinado liderazgo sectorial y de demanda en el crecimiento económico. El modelo económico incluye una estructura de precios relativos, una forma de financiamiento y una estructura de demanda que determinan, conjuntamente, el patrón de crecimiento (quién lo lidera) y el tipo de tecnología que se adopta. Por su parte, estos dos últimos, el patrón de crecimiento y la tecnología, determinan los niveles y la calidad de empleo de la fuerza laboral. Este es un concepto general.

Con base a este concepto señalé que la forma de producción que se orienta hacia las exportaciones en su versión neoliberal implica la liberalización al máximo de los mercados y, en particular, del mercado de trabajo, la reducción significativa de aranceles o su eliminación, y la asignación de un papel subsidiario y neutral al Estado. Específicamente en países como el nuestro la expresión formal de la teoría del desarrollo neoliberal es un modelo de crecimiento primario exportador, con precios relativos clave (como el tipo de cambio real y el salario real) que estimulan la producción de no transables (sectores de comercio, servicios y construcción) y favorecen las inversiones en sectores con alta renta natural, en sectores con mercados cautivos y en sectores exportadores no tradicionales que operan con mano de obra barata y de baja calidad.

Ciertamente, este estilo de crecimiento se impone y se mantiene por una élite de poder o coalición de poder que controla el aparato del Estado. Previamente, para hacer posible este control, las instituciones multilaterales (Banco Mundial y FMI) propiciaron, durante la década de los noventa, políticas y reformas que ayudaron a la constitución de una coalición entre el capital transnacional y el gran capital nacional financiero y minero, junto con una tecnocracia que se «aloja y se alimenta » en los círculos de poder (en el segundo gobierno de Belaúnde, durante el fujimorato, en el toledismo minero-financiero y en el actual alanismo-fujimorista). Pero, sin duda alguna fue la crisis económica espectacular generada por Alan García en su primer gobierno, la que allanó el camino al neoliberalismo.

El sustento teórico de este modelo de crecimiento, es la escuela neoclásica decimonónica remozada con la hipótesis de expectativas racionales de la década de los años 1970s. Esta escuela hace énfasis en la eficiencia del mercado autorregulado y sostiene que las distorsiones en el mercado son originadas por la intervención del Estado. Específicamente, según esta teoría, en ausencia de intervención del Estado, el capital y el trabajo, perciben como remuneración lo que señala el mercado. Y lo que señala el mercado depende de la escasez relativa y de la productividad de dichos factores. Por lo tanto, el mercado libre conduce al pleno empleo de los factores, pues sus precios se ajustan para asegurar que esto ocurra. A nivel del comercio internacional, la teoría sostiene que los países comercian porque tienen distintas especializaciones y que, por lo tanto, pueden beneficiarse del comercio si cada uno produce y vende lo que sabe hacer relativamente mejor.

Esta teoría del desarrollo neoliberal se enfrenta al consenso keynesiano dominante durante los años del Golden Age del capitalismo 1945-1970. Para la escuela keynesiana, el nivel de actividad (de producción y de empleo) esta determinado por el nivel de demanda agregada. Se sostiene que la economía adolece de deficiencias periódicas de demanda y que, por lo tanto, son necesarias las políticas, monetaria y fiscal, para asegurar la estabilización y el pleno empleo. El neoliberalismo --o neoconservadurismo como lo denomina P. Krugman refiriéndose al período que se inicia con el gobierno de Reagan de 1980 en los EE.UU.-- descarta la propuesta keynesiana de una administración activa de la demanda orientada al objetivo de pleno empleo. Si el mecanismo de precios asegura la tendencia automática hacia el pleno empleo, las políticas gubernamentales son contraproducentes. Así, para el neoliberalismo las reformas laborales del New Deal que favorecieron la sindicalización y la mejora de los salarios, fueron distorsiones más que correcciones a las fallas de mercado.

La concepción del desarrollo y el crecimiento de Waldo Mendoza
Waldo Mendoza es un “keynesiano” cuando se trata de la política macroeconómica, pero es un neoliberal de hueso colorado cuando defiende “el modelo de desarrollo de los noventa”. Esta posición dicotómica es insostenible. Carece de rigor. No se puede aceptar, por ejemplo, que a corto plazo la inversión determina el ahorro, como sostiene Keynes en su teoría de la demanda efectiva y, al mismo tiempo, sostener que el ahorro determina la inversión como sostienen los neoclásicos o neoliberales en su teoría del crecimiento.

Cuando Waldo Mendoza celebra que Alan García “Mantuvo el modelo de desarrollo de los noventa”, dice que este modelo hace “énfasis en el mercado externo como fuente de demanda y la inversión privada como fuente de crecimiento de la capacidad productiva”. Pero no nos dice cómo se financia esta inversión. Suponemos, por su defensa del modelo neoliberal, que privilegia el papel de la inversión extranjera; por lo tanto, defiende la especialización primario exportadora y la terciarización de la economía. Esta composición de la oferta productiva depende de lo que “sabemos hacer relativamente mejor” y de las tecnologías imperantes. Y, la demanda que corresponde a esta oferta, que fundamentalmente proviene del mercado externo como él mismo indica, tiene una composición que reproduce (junto a la coalición político social en el poder) una distribución desigual del ingreso. Por eso Waldo Mendoza ignora los elementos consustanciales al modelo neoliberal de crecimiento como son: la política antisindical, la ausencia de derechos laborales y sociales para los trabajadores, el debilitamiento de las instituciones de protección social y la reducción del Estado. Pero también olvida sus consecuencias: el estancamiento de los salarios reales y la expansión del subempleo por ingresos (77% de la PEA se encuentra en empresas de 1 a 10 trabajadores con un ingreso mensual promedio de 600 a 700 soles).

Su particular visión del desarrollo se resume en lo que él mismo dice: “son suficientes una buena administración de la política macroeconómica y un incremento de la presión tributaria”. “En Perú sólo hay que enfrentar mejor los choques externos” y “Elevar sustantivamente la presión tributaria para poder sostener un gasto público mayor en capital humano e infraestructura” y de este modo enfrentar “el gran lastre de que no ha logrado que dejemos de ser uno de los países más desiguales en América Latina”. Pero, ¿a cuánto debe elevarse la presión tributaria o qué nivel de presión es suficiente para dejar de ser un país desigual? ¿Acaso propone una reforma tributaria radical para terminar con la desigualdad?

A modo de conclusión
Con su defensa del modelo neoliberal y su aparente adhesión a una reforma tributaria, Waldo Mendoza ha recalado en una behetría conceptual.