Sunday, September 23, 2007

Orientar la inversión para construir Nación

Un amigo que había leído mi artículo anterior sobre este mismo tema, me preguntó: ¿Cómo se orientan las inversiones? ¿Estás proponiendo utilizar aquellas medidas «primitivas» del pasado, exoneraciones tributarias y subsidios, que ya fracasaron porque afectaron terriblemente la caja fiscal? ¡No!, le respondí. Convendrás conmigo –le dije-- que muchos de los que gobernaron nuestro país cuando «favorecieron» a la inversión privada, emplearon un lenguaje oblicuo, porque no les importó su orientación ni las condiciones en la que se llevaba a cabo. Y, lo que es peor, siempre miraron hacia afuera cuando declamaron sobre producción y crecimiento económico. No es casual que el llamado modelo exportador tiene, en nuestro país, la antigüedad de sus oligarquías. Para estas, exigirle «condiciones de desempeño» a la inversión extranjera –como la que acaba de hacerle el pueblo piurano a la Minera Majaz-, era considerado una «conspiración» contra el crecimiento y desarrollo. Hay que leer Redoble por Rancas, de Manuel Scorza, para no olvidar a La Oroya convertida en un páramo.

Los gobernantes deben saber que la inversión privada nacional tiene limitaciones de financiamiento y de mercado, que la inversión extranjera no los tiene. Esta última, dirigida fundamentalmente a la producción de «commodities» (minería, petróleo y gas) o de servicios de alta tecnología (telefonía y electricidad), tiene financiamiento y mercados asegurados. No pasa lo mismo con la inversión privada nacional. ¿Por qué las medianas, pequeñas y micro empresas no crecen y aumentan su productividad sostenidamente? ¿Por qué estas empresas también anhelan exportar y ganar, sin hacer cambios técnicos o innovaciones en sus procesos de producción y sin mejorar las remuneraciones de sus asalariados? ¿Por qué cerca del 30% de los trabajadores de las pequeñas empresas y más del 50% de los trabajadores de las micro empresas, perciben salarios menores que el mínimo?

Limitación de Financiamiento
¿Qué hechos –me preguntó mi amigo-- impiden que se produzcan en nuestro país mejoras sostenidas en la productividad? Respondí: los mismos que obstaculizan la inversión privada nacional. No hay financiamiento ni mercados internos en expansión para ejecutar proyectos productivos de mediano y largo plazo. La gran mayoría de empresas (medianas, pequeñas y micros), no pueden innovar sus procesos de producción para hacerse más productivas. No hay proyecto de inversión cuya rentabilidad supere las tasas de 30% o 45% promedio de los créditos que obtienen en el mercado, con una inflación que no supera el 3% anual. Si la «revolución del crédito» que proponía Belaúnde para derrotar a la oligarquía financiera no hubiera fracasado, otra sería la situación. El «ruido político» de la coalición APRA-UNO de esos años, constituido de motu proprio en «primer poder del estado», nos hizo perder la oportunidad de desarrollarnos. Hay que expandir el mercado de capitales, adecuando su marco regulatorio, para que las medianas y pequeñas empresas puedan financiar proyectos de mediano y largo plazo emitiendo bonos con garantías soberanas o de instituciones financieras internacionales. Imagínate –-le dije-- la «revolución capitalista» que ocurriría en el país si las diez o veinte empresas, con los mejores antecedentes crediticios, se asociaran para emitir un bono garantizado de sólo cinco años de plazo, para empezar, a tasas equivalentes a la cuarta parte de la tasa promedio que hoy pagan.

Limitación de mercado
Por otro lado, la limitación de mercado ha generado una propensión a mirar y admirar todo lo que está «fuera de nosotros mismos». Fracasó también la «Colonización Vial» de la que nos hablaba en los años sesenta el presidente Belaúnde, por las mismas razones que fracasó su «Revolución del Crédito». Para crear y expandir los mercados internos, poniendo en valor tierras aun no explotadas de la sierra y de la selva del país, hay que ocupar el territorio con infraestructura económica y social (buenas carreteras, telecomunicaciones, electrificación, aeropuertos, módulos de escuelas y colegios, hospitales, canales de riego, etc.); pero en serio, no la infraestructura de «sierra exportadora» ni los caminos rurales que financian las conocidas instituciones multilaterales. Sólo así los empresarios nacionales arriesgarán sus capitales para producir, abasteciendo tanto el mercado interno como el mercado externo. Con mercados en expansión ya no será imposible que las empresas introduzcan cambios técnicos en sus procesos de producción para producir más y mejor, es decir, para aumentar su productividad y, por ende, su competitividad. Es, además, la manera de integrar la economía con la geografía y demografía del país, de construir una verdadera Nación.

Carrera hacia el fondo
La ideología neoliberal –le dije a mi paciente amigo-- ha resucitado el viejo fenómeno de fines del siglo XIX conocido como la «carrera hacia el fondo» (Race to the Bottom). Es la competencia entre países para atraer inversiones que dio lugar al desmantelamiento de los estándares regulatorios. El mismo fenómeno ocurrió en los Estados Unidos en las primeras décadas del siglo XX, cuando sus estados compitieron entre sí para atraer empresas y capitales a sus localidades. El resultado de este tipo de competencia fue la reducción generalizada de impuestos y el abaratamiento generalizado de la mano de obra, que hicieron más desigual la distribución del ingreso y aumentaron el porcentaje de población en situación de pobreza.
Esta es la receta de nuestros neoliberales criollos. Para estos, la competitividad en los mercados internacionales se conserva o se gana con salarios bajos y, si acaso, manteniendo a la abrumadora mayoría de los trabajadores con salarios por debajo del mínimo. Esta es la base del modelo exportador que preconizan. Poco se habla de los modos de mejorar la productividad que es la manera genuina de ganar competitividad en los mercados internacionales. La razón, imagino, es que hablar sobre este tema necesariamente nos conduce a mirar hacia adentro para mirar mejor hacia afuera.

El Perú como commodity
Para terminar –dije--, la creación de mercados internos y el desarrollo del mercado de capitales, adecuándolos al objetivo de construir Nación, son tareas que deben ser parte de la lucha política, en esta primera década del siglo XXI, para enfrentar a la derecha y al entreguismo de nuestro país. Para enfrentar a los que hoy reencarnan a José Rufino Echenique (1851-1855), el de la consignación del guano, con su peculiar lotización del mercado internacional; a Mariano Ignacio Prado (1876-1879), el de la inefable ley de bases de la minería; a Eduardo López de Romaña (1899-1903), el del primer Código de Minería; a Manuel Apolinario Odría (1948-1956), el del segundo Código de Minería y de la primera depreciación acelerada de activos; y, a Alberto Fujimori Fujimori (1990-2000), el de los contratos de estabilidad jurídica y tributaria, y restaurador de la depreciación acelerada de activos. Esta es, pues, también la manera de enfrentar en estos años, al gobierno del aprismo alanista, el del «óbolo» minero, que, al igual que los anteriores, representa, como dice ese ilustrado periodista César Hildebrant, «la economía primaria del saqueo colonial, la subasta invertida del Perú como commodity».


Publicado en El Diario de La República

Thursday, September 06, 2007

¿Aceleración u orientación sectorial y geográfica de la Inversión?

«La Reina la apoyó contra el tronco de un árbol y le dijo amablemente:
--Ahora puedes descansar un poco.
Alicia miró alrededor suyo con gran sorpresa.
--Pero ¿cómo? ¡Si parece que hemos estado bajo este árbol todo el tiempo! ¡Todo está igual que antes!
--¡Pues claro que sí! --convino la Reina--. Y ¿cómo si no?
--Bueno, lo que es en mi país --aclaró Alicia, jadeando aún bastante-- cuando se corre tan rápido como lo hemos estado haciendo y durante algún tiempo, se suele llegar a alguna otra parte...
--¡Un país bastante lento! --replicó la Reina--. Lo que es aquí, como ves, hace falta correr todo cuanto una pueda para permanecer en el mismo sitio».
A través del Espejo
Lewis Carroll

Hace unos días el Presidente García pidió a los empresarios adelantar sus inversiones. «Si iban a invertir en febrero (próximo) pueden hacerlo… a partir de octubre y noviembre…porque si adelantan las inversiones –dijo--, el Perú crecerá más de lo que hubiera crecido sin el sismo». ¿Sabe el presidente lo que dice? ¿Es suficiente el crecimiento de las inversiones para remontar los obstáculos al crecimiento y desarrollo equitativo del país?

La historia económica de los países de nuestra región revela que tasas altas de crecimiento de las inversiones no han generado necesariamente desarrollo ni han dado lugar a una sistemática reducción del subempleo y la pobreza. En 18 de los últimos 56 años, la inversión, en nuestro país, creció a tasas superiores al 13.0% anual hasta un máximo de 36.8%. Por ejemplo, las tasas en los años 1980 y 1981 fueron de 30.9% y 19.9%, respectivamente; en los años 1986 y 1987 del primer gobierno de García, la inversión creció a tasas de 21,7% y 17%; en los años 1994 y 1995 del fujimorato, se alcanzaron tasas de 33.7% y 21.9%; y, en el año 2006 la tasa fue de 19.0%. La tasa de crecimiento de la inversión que se logre este año, aún acelerándola como quiere el Presidente, puede ser mayor, pero no habrá cambiado por eso el estilo de crecimiento que mantiene a la mayoría de la población por debajo del nivel de subsistencia.

Desde Prebisch sabemos que no es sólo la tasa de crecimiento de la inversión, ni su aceleración, la que asegura el crecimiento y la superación del subdesarrollo de países como el nuestro. Ni tampoco es, como se demostró en el primer gobierno de García, la mayor utilización de la capacidad productiva, la que asegura el crecimiento con estabilidad y con una distribución del ingreso más equitativa. Lo que importa es la orientación de la inversión, es decir, hacía que actividades productivas se dirige la inversión. Y esta orientación debe reflejarse en su composición. En las últimas dos décadas, a diferencia de lo que ocurrió en las décadas de los años 50 a 70, la inversión en construcción es la que domina en el total, es decir, ha disminuido el peso relativo de la inversión en maquinaria y equipamiento.

En otras palabras, si los recursos de inversión se orientan a la producción de materias primas, a la explotación de recursos naturales y a la industria de la construcción, y no al desarrollo y expansión de actividades que generen valor agregado, seguiremos consolidando un crecimiento volátil con un comercio exterior especializado en la producción primaria y en actividades con escaso grado de modernización y con salarios relativamente bajos.
El actual gobierno no tiene un plan de desarrollo del país, sectorial y geográficamente balanceado, y socialmente equitativo. No hay visión de desarrollo, no tiene siquiera grandes lineamientos orientadores para la asignación de recursos privados y públicos. La improvisación está dominando a los deseos anunciados el 28 de julio de poner en ejecución el Centro de Planeamiento Estratégico (CEPLAN). Hay que recordar que el «aceleracionismo y la improvisación» nos han mantenido en el mismo sitio o nos han llevado sólo a alguna parte, como en el país de la Reina o de Alicia en el cuento de Lewis Carroll, A Través del Espejo.

Por último, la propuesta «aceleracionista» de Alan García fue acompañada, con candorosa transparencia, de su desconocimiento acerca de la importancia y contenido de la reforma del Estado. Al pedirles a los empresarios que digan cuáles son los obstáculos en los reglamentos o leyes que deben levantarse para acelerar la inversión, el Presidente García reveló que su gobierno no tiene ni metas ni proyectos claros de una reforma del Estado para contribuir al desarrollo del país. Otros dirían que en realidad lo que Presidente anunció, fue la formalización de la privatización de las funciones del Estado, para destrabar la inversión privada.
Publicado en el diario La República